La falta de perfiles STEM: asunto de interés nacional
ESTÁ PASANDO
Juan Luis Rubio
Vicerrector de la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA)
A menudo oímos comentarios sobre la escasa tasa de paro entre los ingenieros de forma general y en particular entre los dedicados a ámbitos más tecnológicos. Singularmente de los llamados puestos STEM (Science,Tecnhnology, Engineering and Maths), acrónimo que se refiere al conjunto de puestos de trabajo que se generan y se generarán alrededor de la tecnología, la robótica, la electrónica, los sistemas de información, el IoT (Internet de las Cosas), la inteligencia artificial, etc.
Este hecho es puesto en duda por quienes argumentan que las empresas necesitan hoy día perfiles con un alto componente de softskills, como capacidad de trabajo en equipo, de iniciativa, de resolución de conflictos, empatía...etc., y que los conocimientos técnicos se presuponen. Pero no es una alternativa disponer exclusivamente de softskills para buscar empleo. El background científico-técnico es una necesidad insoslayable para acceder a las mejores ofertas de trabajo.
Los datos muestran por una parte una disminución en el número de estudiantes que acuden a la universidad, por dos motivos: por un lado, la innegable disminución por una mera cuestión demográfica, pero, por otro, el creciente aumento de quienes optan por la formación profesional, complementada con ciclos formativos continuos durante la vida laboral. La cuestión demográfica es un problema nacional. No solo disminuye el número de estudiantes, sino que quienes acuden a la universidad se matriculan cada vez más en carreras del ámbito sanitario, jurídico o social frente a las titulaciones STEM.
En el segundo de los motivos destaca que grandes empresas, casi todas del sector tecnológico, optan entre sus estrategias de RRHH por reclutar jóvenes con talento, generalmente provenientes de la FP, y dotarles de la capacitación necesaria mediante programas educativos específicos diseñados en las propias corporaciones (evidentemente ante la falta de mano de obra ofrecida desde la universidad).
Esta problemática carece de toda respuesta cuando desde muy distintos y prestigiosos organismos, se exhiben estudios sobre la gran bolsa de empleo existente en perfiles técnicos, matemáticos, de ingeniería etc. La cuestión está en por qué los jóvenes no tienen entre sus preferencias las carreras STEM, por qué prefieren carreras con tasas de desempleo superiores. Aunque algunos datos permiten albergar una pequeña esperanza de que esta situación cambie, no es menos cierto que el flujo de estudiantes durante los próximos años seguirá siendo mayoritariamente hacia carreras de ámbito social, sanitario, jurídico y de humanidades.
La respuesta a tantas preguntas no es única ni afecta a un solo responsable. Posiblemente obedezca a un conjunto de causas dispersas pero interrelacionadas. La primera se sitúa en el entorno familiar. Una predisposición familiar negativa en edades tempranas hacia materias como matemáticas, ciencias o informática afecta claramente a los alumnos. Y no solo por la dificultad de las materias sino por la percepción que de ellas se tiene y de cómo educamos en STEM.
Una segunda causa está en la predisposición de los colegios a abordar la formación extraescolar de este tipo de materias: todos los centros tienen clases extracurriculares de baloncesto, baile, música, etc. Pero hasta que percibieron la necesidad de educar en el bilingüismo, una materia como la lengua extranjera no ha ocupado un papel primordial en la formación. Consideramos que con la formación STEM sucede algo semejante: serán necesarios varios años para que la educación en tecnología, matemáticas, ciencias… ocupe el puesto que realmente merecen en base a las necesidades de la sociedad actual.
La tercera causa está en los propios jóvenes que, al incorporar factores relacionados con la evitación o el soslayo del esfuerzo, prefieren opciones que garanticen una titulación universitaria sin considerar el valor que pueda tener en el mercado.
No olvidemos el rol que la propia universidad juega. Los cambios demográficos y en el mercado universitario han hecho que de un exceso de universitarios para las plazas ofertadas, pasemos a que los alumnos puedan optar por distintas universidades para realizar los mismos estudios. Existe una gran oferta formativa. Así, la universidad pasa a ser una entidad que debe luchar en un mercado competitivo para captar estudiantes. Y ocurre en cualquier titulación, ya sea STEM o no. Ese cambio de paradigma no ha afectado por igual a todas las titulaciones, de modo que aquellas que antes estaban más masificadas son las que peor están acomodándose a la nueva situación.
Por último no excluyamos el papel de los reguladores y administraciones públicas. Está plenamente justificada la exigencia a los mismos sobre una correcta planificación entre la oferta y la demanda. No siempre ha sido así y aún sigue sin ser así, manteniendo titulaciones y sacando al mercado egresados que muy probablemente engrosarán las listas del paro, so pena de un reciclaje inmediato en otras áreas y otros skills diferentes a los recibidos. En resumen, si queremos que la universidad mantenga el papel de servicio a la sociedad que siempre ha tenido, ha de responder a las necesidades que esta tiene actualmente, debe adaptarse a los requerimientos de una sociedad más tecnificada y que responda a los retos que la hipercolonización de la tecnología está planteando.
La solución pasa por la necesaria colaboración de colegios, institutos y universidad, bajo la coordinación de las administraciones, garantes de nuestro sistema educativo. Por abordar el proceso educativo desde una perspectiva de servicio a nuestra sociedad. Y esta labor es urgente; si no se realiza, otros países, culturas y sociedades lo harán por nosotros. Y desde luego no dejaremos el mejor legado a nuestras futuras generaciones: la educación. Una educación adaptada a la realidad actual, lejos de estereotipos anclados en la perspectiva histórica, y que no da las herramientas necesarias a los jóvenes para competir en igualdad con jóvenes de otras partes del planeta. Porque, no olvidemos, la competencia es hoy, más que nunca, global.
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