Gades
Javier de la Nava
Profesor de Macroeconomía y Gestión de Riesgos del Grupo Educativo CEF.- UDIMA.
Ocio y cultura
"El baile no es un ejercicio, es un estado anímico que sale a través de un movimiento"
Quiso la casualidad que el pasado 29 de abril, Día Internacional de la Danza, visitara la exposición Antonio Gades. Tierra, mar y fuego en la Sala de Exposiciones del teatro Fernán Gómez, Centro Cultural de la Villa. Retrospectiva-homenaje al bailarín, coreógrafo e intelectual de la danza, la muestra giraba su arraigo a la tierra, amor por el mar y su pasión representada como el fuego. Para Gades la Tierra era la verdadera danza, una esencia que hunde sus raíces en nuestros orígenes, nuestra identidad cultural y nuestro pueblo; el Mar era la libertad, el movimiento y el horizonte infinito, la danza estilizada y los brazos al viento; y el Fuego, pasión y fuerza, sentimiento y emoción.
Antonio Esteve Ródenas nació el 14 de noviembre de 1936 en Elda (Alicante), en el seno de una familia humilde. Al iniciarse 1937, su padre, albañil de profesión, se alistó voluntario en el Ejército republicano y se trasladó al Frente de Madrid, donde le siguió toda la familia. Antonio con 11 años abandonó la escuela y se puso a trabajar para ayudar en su casa. Entró como recadero en el estudio Gyenes y Campúa y en el diario ABC como mozo. “Mis compañeros del periódico me pagaron la academia de baile”. Él mismo comentó que empezó a bailar por necesidad, “Mi padre me dejó dos normas como legado: ser agradecido y en mi hambre mando yo”. Actuó en cabarés, donde Manuel Castellanos, encargado de Festivales de España, percibió su talento y lo recomendó a la célebre Pilar López, quien lo vio bailar en el Circo Price de Madrid. Los toros eran su otra gran pasión. “Claro que puede llegar a ser un gran torero, pero estoy segura que será un gran bailarín. Si un toro le da un golpe, adiós torero y adiós bailarín”, comentó Pilar, quien le puso el nombre artístico de Antonio Gades.
Con 16 años pasó a formar parte de la Compañía de Pilar López, quien le inculcó la importancia del trabajo, la depuración del estilo y la libertad interpretativa. Con Pilar aprendió danza clásica y todas las disciplinas de la danza española. Debutó como primer bailarín en Japón en 1960. Nueve años permaneció bajo la tutela de su “Maestra”, que junto a los bailaores Vicente Escudero y Manolo Vargas introdujeron a Gades en el baile flamenco. “Hoy se habla poco de los maestros, de los enseñantes, parece que el éxito es lo más natural del mundo. Pero, si uno no tiene al comienzo un buen maestro, no puede alcanzar nada. Pilar me enseñó primero la ética del baile y solo después la estética del baile”.
Italia se rindió a su arte al interpretar el Bolero de Ravel, Carmen de Bizet o El amor brujo de Falla. Al volver a Madrid, en 1963, fundó su primera compañía con solo cinco miembros. Participó en el Pabellón Español de la Feria Mundial de Nueva York, donde se coronó gran figura del flamenco del momento.
Los Tarantos, de Rovira-Beleta en 1963, junto a Carmen Amaya, fue su debut en el cine. Con el viento solano, inspirada en la novela de Ignacio Aldecoa, Los días del pasado de Mario Camus, y El último encuentro de Antonio Eceiza, son algunas de las películas en las que participó. En 1965, en el Teatro de la Zarzuela estrenó Don Juan, coreografía concebida por Gades como obra de arte total. Días después de su estreno fue censurada y prohibida su representación. Desilusión y ruina económica para sus autores, quienes habían puesto en este ballet sus ansias de libertad y modernidad.
Durante su aprendizaje con Pilar López, Gades había conocido la obra de Federico García Lorca. A través del baile y cante flamenco estableció su conexión con el poeta granadino. Le atraía la árida y seca Andalucía de aquel, no la versión turística, “Elegí Bodas de sangre para transmitir un sentimiento. Lorca encara el amor y la muerte, su obra me interesa porque describe en profundidad al pueblo andaluz”.
Los fusilamientos de 1975 y un profundo sentido de la responsabilidad moral empujan a Gades a retirarse de la danza. La amistad con Alicia Alonso, del Ballet Nacional de Cuba, le devolvió a los escenarios.
En 1978 se le encargó fundar el Ballet Nacional Español que dirigió dos años, plagados de éxito y giras internacionales. El Ministerio de Cultura le destituyó y con parte del elenco creó el GIAD (Grupo Independiente de Artistas de la Danza).
Con Carlos Saura rodó Bodas de sangre, El amor brujo, Flamenco y Carmen junto a Cristina Hoyos, Pepa Flores y Laura del Sol. Esta última alcanzó gran éxito internacional siendo nominada al Óscar de Hollywood como Mejor película de habla no inglesa y logró el premio BAFTA de la Academia Inglesa en esta categoría. El binomio Gades-Saura se convirtió en uno de los mayores difusores del arte flamenco.
Su última producción coreográfica fue Fuenteovejuna, estrenada en 1994. Simbiosis de lo culto y lo popular, esta obra fue el testamento vital de Gades, con ella manifestó el poder expresivo de la danza española en toda su extensión. Seleccionó músicas y cantos como devenir del pueblo de Fuenteovejuna. “Todo lo que sé, lo he aprendido del pueblo y siempre he sido muy respetuoso con el folclore y costumbres populares”. Defendía que para innovar, primero hay que conocer y respetar la tradición.
La enfermedad imposibilitó que acabara una coreografía sobre Don Quijote. Falleció en Madrid el 20 de julio de 2004 y sus cenizas se depositaron en el Mausoleo de los Héroes de la Revolución Cubana, en La Habana, bajo el epitafio: “Hombre de dignidad y compromiso, de lealtades y amigos, bebió desde niño de las fuentes de la tradición obrera, elevando el baile flamenco hasta la categoría de manifestación universal”.