Una gripe mal llamada española
Javier de la Nava
Profesor de Macroeconomía y Gestión de Riesgos del Grupo Educativo CEF.- UDIMA.
La última
El 11 de noviembre de 1918, en un vagón de tren en el bosque de Compiègne, se firmó el armisticio que ponía fin a la I Guerra Mundial. Su entrada en vigor aquel día once, del mes once, a las once de la mañana, ponía fin a más de cuatro años de un enfrentamiento bélico que se saldó con casi diez millones de muertos, seis millones y medio de inválidos de guerra, más de cuatro millones de viudas y el doble de huérfanos.
La ofensiva final tuvo lugar alrededor de Verdún, noreste francés, del 26 de septiembre al 11 de noviembre. Coincidió en el tiempo con la pandemia de gripe de 1918, con millones de muertos en todo el planeta. Aquella se produjo en varias oleadas: la primera en la primavera de 1918, suave y con escasa letalidad; reemergió con fuerza durante el otoño, la más mortífera, y, una tercera oleada se sufrió al comienzo de 1919.
El primer brote de la cepa vírica se sitúa en marzo de 1918, en un campamento militar americano en Kansas, entre trabajadores chinos contratados. Rápidamente se extendió a otros cuarteles y viajó a Europa entre soldados afectados. Otro origen se fija en la base británica en Etaples, costa norte de Francia, lugar de paso de aves migratorias y rodeada de granjas de cerdos, patos y gansos, germen de infecciones. También se relacionó con soldados asiáticos que padecieron neumonía aguda. Dos mil soldados franceses eran evacuados a diario del frente a causa de la gripe, que afectó a uno de cada siete soldados americanos y británicos. El pico más letal se produjo entre septiembre y noviembre de 1918. Los mandos militares, para no generar desánimo, censuraron las noticias y minimizaron las cifras: los héroes debían morir luchando contra el enemigo, no por gripe en un hospital. En las esquelas se decía "por enfermedad contraída en el frente".
Los afectados fallecían en solo dos o tres días, entre fuertes hemorragias. Casi 50 millones de personas murieron, más que en el campo de batalla. En un año el número de víctimas fue mayor que la provocada por peste en la Edad Media en un siglo. Se propagó rápidamente por todo el planeta, descendiendo drásticamente la población. Se estima que más de tres mil personas fallecieron en la provincia de Segovia por el virus. Hasta 1933 no se aisló su cepa, del tipo A H1N1, procedente de la gripe de aves que se adaptó al hombre. En la gripe "normal", en pocos días nuestras defensas controlan la multiplicación del virus mediante una respuesta inmune pasajera. Sin embargo, el virus de 1918 causaba una reacción autoinmune masiva que se multiplicaba dañando los tejidos pulmonares en poco tiempo. ¿Se podría producir actualmente una pandemia tan devastadora como la de 1918? Los avances en la investigación médica, con vacunas antigripales y antibióticos y mejores condiciones sanitarias e higiénicas de la población, lleva a pensar que su repetición es improbable, pero no imposible.
El 22 de mayo de 1918, el periódico madrileño El Sol, publicó la primera noticia sobre la epidemia de gripe. Se la llamaba 'soldado de Nápoles’ o ‘enfermedad de moda’. El corresponsal del The Times en Madrid puso en su crónica el término ‘Gripe Española’, denominación que se extendió al resto del mundo y generó la falsa impresión de su origen en nuestro país, algo totalmente incierto pues el virus había traspasado los Pirineos procedente de Francia. La censura comunicativa sobre la pandemia en los países beligerantes para no desmoralizar a sus tropas, hizo que la ficción se tragara la realidad histórica, aprovechando que nuestro país se había declarado neutral en la guerra. Gracias a ello, España realizó destacadas, y desconocidas, iniciativas humanitarias, canalizadas en parte a través de la recién creada Cruz Roja. Las relaciones dinásticas de las monarquías europeas generaron situaciones familiares complejas: la madre de Alfonso XIII, María Cristina de Habsburgo-Lorena era austríaca, y su mujer, Victoria Eugenia de Battenbert, inglesa. El Rey se encontraba entre dos mundos enfrentados a muerte. Creó la Oficina de Guerra Europea cuya plantilla alcanzó medio centenar de personas que debían dominar idiomas, como el historiador Juderías que manejaba quince lenguas. El objetivo de aquella era ayudar a combatientes y a sus familias. La publicación en el periódico francés La Petit Gironda de la gratitud de un padre por haber hallado a su hija desaparecida, provocó que llegaran más de 200.000 cartas en solicitud de ayuda. Hay referencias a personajes conocidos del mundo de la cultura, como el bailarín ruso Nijinsky, el compositor italiano Puccini, el escritor británico Kipling o el actor galo Maurice Chevalier. Cuando acabó la guerra, se nos concedió la medalla Reconnaissance Française y el agradecimiento belga e italiano.
Debemos sentirnos orgullosos de la labor humanitaria realizada por nuestro país en la gran guerra y sacudirnos la trágica identificación de la epidemia más letal de la Historia, la de una gripe erróneamente llamada española.