La huella digital, más allá de la auditoría forense
Ana María González Jiménez
Licenciada en Derecho por la UCM. Estudiante del Máster en Auditoría de Cuentas en CEF.- UDIMA.
Auditoría
La auditoría es un mundo que va más allá de la contabilidad tradicional. En la actualidad hemos podido comprobar una mejora de los sistemas informáticos y de las técnicas contables, las cuales son agregadas a los procedimiento de auditoría. La auditoría se adapta a los nuevos tiempos, destacando por su integridad y transparencia a la hora de desentrañar la información financiera.
Y la verdad, aunque no nos sea familiar, existe una rama de la auditoría, basada en el manejo de los recursos económicos como instrumento de fiscalización, considerándose a día de hoy como una rama técnica de investigación, para la prevención de los diferentes fraudes. Este tipo de auditoría, conocida como auditoría forense, es más común de lo que pensamos, utilizada para detectar posibles fraudes y delitos económicos.
Gracias a ella, podemos considerar una alternativa para combatir la corrupción, ampliando la visión no solo desde un punto de vista financiero o contable, sino desde una perspectiva informática y psicológica, ya que para ser un experto en la materia se requiere una serie de conocimientos jurídicos, contables e incluso tecnológicos.
La auditoría forense se ejecuta en situaciones de conflictos legales, donde abarca desde pérdidas financieras hasta incumplimientos de contrato e incluso falsificación de cuentas. En esos casos, la actuación de los profesionales es fundamental, no solo para detectar las incidencias ocasionadas y si existe un culpable, sino para implementar medidas preventivas evitando que sucedan de nuevo.
Como dice el dicho, es mejor prevenir que curar, y con la llegada de las nuevas tecnologías, la auditoría se vuelve mucho más sencilla a la hora de detectar posibles incidencias en las cuentas. Por el contrario, no todo es un campo de rosas, y aunque tengamos la tecnología en la palma de nuestra mano, estos sistemas son complejos y difíciles de entender. Por ello el propio auditor debe estar cualificado para ello. Un auditor que quiera dedicarse a la detección de delitos monetarios debe recopilar una formación basada en finanzas, psicología criminal e incluso conocimientos tecnológicos, ya que su actividad requiere de una alta complejidad.
¿Y qué dice la norma al respecto? Pues bien, a día de hoy no existe una normativa en concreto que regule su actividad, sino que tiene de base varias normas internacionales, como la normativa SAS n.º 82 sobre fraude en la auditoría de estados financieros, o la Ley Sarbanes-Oxley.
Tenemos claro que los métodos de investigación y las herramientas utilizadas en este campo deben ser elegidas y utilizadas minuciosamente con el fin de preservar el interés público. Por ello, la auditoría forense es un medio eficaz cuando se comete un delito, pero también a modo de prevención del mismo. No solo es necesario que el auditor tenga conocimientos tecnológicos, sino que se debe establecer una serie de controles que permitan la salvaguarda de información y eviten filtraciones de datos.
Con la llegada de ChatGPT o sistemas basados en inteligencia artificial, reducimos nuestros esfuerzos y simplificamos nuestro trabajo. Y no es perjudicial el uso de tecnologías en la tarea misma, sino que el conflicto resurge cuando no sabemos gestionarlas. De nada sirve tener una contraseña en el ordenador donde registrar los datos de nuestros clientes si posteriormente la escribimos en papel. O, por otro lado, guardar en un disco duro información relacionada con transacciones económicas si el mismo no está preservado correctamente.
Finalmente, mi intención es incidir en la extrema precaución a la hora de utilizar estos sistemas. La eficacia de la auditoría forense no radica solo en sus técnicas, sino en el compromiso ético y la integridad de quienes ejercen la profesión. A medida que avanzamos es crucial reconocer la existencia de la auditoría, sus riesgos y su cumplimiento.