Inglaterra ha abandonado el grupo

Carlos Díaz Marquina
Abogado, socio de Díaz Marquina Abogados
Máster en Tributación y Asesoría Fiscal por el CEF.-
Miembro de la ACEF.- UDIMA

(Escrito en colaboración con Javier Díaz Monge. Estudiante de Derecho y Ciencias Políticas).

Inglaterra ha abandonado el grupo
Debsch. Rgbstock

Un grupo de periodistas, de la misma sección en sus respectivos medios, decidieron reunirse a comer el primer lunes de cada mes en un conocido restaurante famoso por su cocido. Las reuniones eran tan interesantes que otros compañeros pidieron asistir. El grupo fue creciendo.

Transcurrido un tiempo, uno planteó cambiar de día: "lunes, mal día". Se decidió alternar lunes y jueves. Otro propuso abandonar el cocido: “demasiado pesado". ¿Menú cerrado o a la carta? ¿Pagamos todos igual? El descontrol provocó que los fundadores del cocido del lunes abandonaran el grupo.

El 24 de junio nos despertábamos con la noticia del brexit, una noticia inesperada (las casas de apuestas vaticinaron la permanencia por breve margen). Las bolsas se desplomaron, cayó la libra con fuerza y escoceses e irlandeses del Ulster anunciaron su deseo de abandonar el Reino Unido.

En los últimos tiempos hemos asistido a un florecimiento de las propuestas de referéndum, algo poco habitual en el ámbito de la UE. El referéndum es la más sincera expresión de la participación directa de los ciudadanos, pero últimamente podríamos hablar de un intento de ciertos grupos políticos por devolver el mandato del pueblo para salir de tremendos embrollos de los que no saben cómo salir. El caramelo de la democracia directa exige decidir (y responder) sobre temas muy técnicos y de extremada complejidad.

El escepticismo y la eurofobia triunfan en una Unión que se encuentra ante su mayor desafío: replantearse la idea del proyecto común europeo o disgregarse por el auge de los populismos nacionalistas. Los británicos han quedado divididos: o estás conmigo o estás contra mí. Un sector ha votado con “su razón” y la economía en la cabeza. Otro, con el corazón, con un sentimiento de independencia y quizá sin ponderar las consecuencias de su voto. Sin duda, otras buenas razones.

Nos guste o no, el pueblo británico se ha expresado a través del referéndum de permanencia y la realidad es que el sentimiento europeo no aflora al otro lado del Canal, como en otros países del Viejo Continente. Ello evidencia un divorcio consumado: ¿de mutuo acuerdo o contencioso?

La cuestión es que la Unión fue creada para entrar y permanecer, no para salir. Los tratados no esclarecen el proceso de salida

Habrá separación pactada o "express en caliente". Ya existen dos bandos diferenciados: los alemanes, en el primer bloque; franceses e italianos, en el segundo. Incluso, una tercera vía resta importancia al brexit afirmando que la “fuga británica” no llegará a producirse. La eterna situación de ni contigo ni sin ti.

La cuestión es que la Unión fue creada para entrar y permanecer, no para salir. Los tratados no esclarecen el proceso de salida. Interesante cuestión es por qué si para la adhesión se necesita el consentimiento, voto a favor y sin veto de todos los miembros, para salir solo depende de la voluntad de un pueblo.

Dame razones para pertenecer a la Unión Europea, dicen los medios que la Reina de Inglaterra planteó en un banquete. Para los británicos, los beneficios de ese gran mercado no se compensan con la pérdida de soberanía, la "invasión" de comunitarios o la unificación de normas que se compatibilizan mal con su idiosincrasia.

En definitiva, retos y cuestiones que mejorar y, quién sabe, si la salida británica ayudará a subsanar errores y evolucionar en la idea de la Unión. Decía Robert Schumann en su discurso en la creación de la antigua CECA que Europa no se haría de golpe sino mediante pequeñas concesiones. Quizá el caso británico sea nuestro primer “gran golpe” a partir del cual replantearse qué supone la Unión para una Europa que unida será más fuerte que fragmentada.

Divide y perderás. O vivimos juntos o morimos separados.