Islandia, entre icebergs y volcanes

Entre icebergs y volcanes

Carlos Díaz Marquina
Máster en Tributación/Asesoría Fiscal por el CEF.- Socio de Díaz Marquina Abogados. Antiguo Vocal de la ACEF.

Ocio y cultura

Una carretera circular… y múltiples desvíos. Esa fue la fórmula que seguimos los cuatro autores del libro Entre icebergs y volcanes (Lucía Giménez Cobo, los hermanos Javier y José Joaquín Díaz Monge y quien escribe este artículo) para explorar un destino que ha ganado en popularidad, aunque continúa alejado de la masificación de otros.

Todos aterrizamos en Reikiavik, la capital de Islandia, el mayor núcleo urbano y poblacional de un país con unos 350.000 habitantes que gozan de un envidiable nivel de vida. La ciudad es animada, con buenos restaurantes, atracciones turísticas, galerías de arte y un paisaje dominado por su bahía humeante (que eso significa su nombre).

Cerca de la capital se encuentra el Círculo Dorado que agrupa diferentes lugares imprescindibles: Thingvellir (los Campos del Parlamento), el poderoso Geysir (del que procede la palabra géiser) o Gullfoss, una de las cascadas más espectaculares del país. Islandia es tierra de aguas termales y las más populares son las de la Laguna Azul, aunque todo el recorrido ofrece esa relajante experiencia.

El Sur es la zona más desarrollada de Islandia y la que agrupa muchos de los lugares más emblemáticos. En la zona de costa destacan las fotogénicas cascadas Seljalandfoss y Skogafoss, Dyrholaey, con sus playas, acantilados y formaciones geológicas, el Parque Nacional Skaftafell o las lagunas glaciares de Fjallsárlón y Jökullsárlón. Hacia el interior, el paisaje se torna salvaje con ríos que atraviesan campos de lava, volcanes como el Hekla o zonas que solo pueden ser alcanzadas con vehículos especiales (o cuatro por cuatro), como Thorsmork o Landmannalaugur, especialmente aconsejables para hermosas caminatas. Las sagas islandesas, presentes en todo el país, se manifiestan en el Sur en Thorsardalur o Stong, con una casa comunal de los primeros tiempos vikingos.

Algunos viajeros dedican poco tiempo al Este, que atraviesan en su transición hacia el lago Myvatn. Los fiordos del Este son sobrios y poderosos y están bañados de soledad. El lago Lagarfjót, con la leyenda de su monstruo que hace la competencia al del lago Ness, ofrece el mayor bosque del país (que escasean en toda Islandia), la pintoresca cascada Hengifoss y la casa del escritor Gunnar Gunnarsson. Las montañas de Dyrfjöll harán las delicias de los senderistas. El agradable Seydisfjordur puede ser una buena opción para pernoctar y vivir su vida cultural. O la granja Húsey. El turismo en granjas ha sido potenciado para un mejor disfrute de la naturaleza. Otra opción es la autocaravana que permite una gran flexibilidad de itinerario.

El lago Myvatn, ya en la zona Norte, agrupa muchos lugares de interés. Cerca están el volcán Hverfjall, Dummoborgir (los castillos oscuros), los pseudocráteres de Skutusdagigar, o Hverir y sus lodos burbujeantes. Hacia el interior, en las Tierras Altas, la excursión a Askya sorprenderá por sus paisajes lunares, sus lagos y otras sorpresas.

El cañón Jokulsárgljúfur nos acercará a la prodigiosa cascada de Dettifoss. A pocos kilómetros, Asbyrgi, el bastión de los dioses. De nuevo en la costa, Húsavik, la bahía de la casa, ofrece excursiones para avistar ballenas y delfines. En el trayecto hacia la capital del norte, Akureyri, no debemos perdernos Godafoss, la cascada de los dioses. En Islandia, cada lugar acoge una leyenda.

Akureyri puede utilizarse como base para otros destinos. Es la tercera ciudad del país con unos 22.000 habitantes. Un lugar agradable y tranquilo.

La carretera ártica nos llevará a la península de Tröllaskagi (de los troles) y las poblaciones de Olafsfjödur, Siglofjördur o Hofsos. Conviene desviarse al interior para conocer Hólar, uno de los obispados históricos. Continuando hacia el oeste encontraremos Blönduos y la península de Vatnsnes.

Para quienes dispongan de poco tiempo aconsejamos la península de Snaefellsness que es como un pequeño compendio de la diversidad que atesora el país. Estamos en la zona Oeste. Stykkisholmur y su bahía plagada de islotes acogerá a los viajeros que explorarán los pequeños pueblos, las simas que inspiraron a Julio Verne para su Viaje al centro de la tierra o diversos lugares mágicos.

Nuevamente, se aconseja dirigirse al interior para visitar el otro obispado histórico, Reykholt, y recordar a un personaje tan interesante como el escritor de sagas y político medieval Snorri Sturlusson. No olvidar en la zona las cascadas Hraunafoss y Bjarnafoss, la cueva Hrauhelir o la ruta hasta la altísima cascada Glymur. En la costa esperan Akranes y Borgarnes, dos hermosos pueblos.

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