Los jesuitas llegaron al nuevo mundo

Llegada al nuevo mundo

Carlos Bonilla García
Graduado en Historia. Máster en Formación del Profesorado de Educación Secundaria en la Especialidad de Geografía e Historia por la UDIMA.

Religión

La búsqueda de nuevos espacios geográficos ha supuesto para el hombre el descubrimiento de otros semejantes, pero inmersos en una cultura distinta y, a menudo, en una desigual fase de desarrollo. Esto ha provocado que el encuentro sea, las más veces, belicoso y dominante por una de las partes.

El grado de asimilación de un grupo ha conllevado en la mayoría de ocasiones a la eliminación de una etnia, a su absorción e incluso a la total desaparición de una forma de vida. El número de ejemplos que podemos encontrar en la historia … es generoso, por tanto, emitir juicios no resulta apropiado si asumimos que la naturaleza humana, desde su origen, ha sido constituida también en el dominio hacia el otro.

No obstante, esta misma condición es modelada por los nuevos valores que se van asentando en cada generación. Entre la implantación del modelo romano en la Hispania de nuestra Edad Antigua y la colonización del siglo XIX en África por potencias como Inglaterra o Francia, parecen subyacer motivaciones afines que conducen siempre hacia un desenlace reiterativo, centuria tras centuria. Entre aquellos que tienen el poder de someter y aquellos damnificados que padecen con acerbo el sojuzgo de por vida.

El acercamiento entre los europeos y los nativos americanos iba a producirse inevitablemente. Solo era una cuestión de tiempo que dependía de algo fundamental, es decir, en cuál de las dos orillas se alcanzaría antes el avance tecnológico suficiente para dar el primer paso, izando velas hacia lo desconocido o hacia lo que no se esperaba descubrir.

La carencia de anticuerpos para combatir las enfermedades importadas del Viejo Continente y la humeante mecha del arcabuz no fueron las únicas armas que utilizaron aquellos recién llegados para abrirse paso en tierra hostil, desconocida y llena de peligros.

Las misiones organizadas por la Compañía de Jesús no necesitaron luchar contra el extraño, sino más bien conocerlo. Aprendieron sus costumbres, estudiaron su lengua y su realidad y de esta manera, introdujeron posteriormente en esas latitudes un patrón de vida europeo.

Los protegieron de la pena de muerte, de la encomienda, de caer en la esclavitud o en el alcoholismo. El ejercicio de los jesuitas para con los indígenas residía en una indudable congruencia. Pensaban, creían y obraban en una misma dirección. El propósito era difundir una evangelización pacífica, respetuosa con aquellos pueblos. Para ello integraron en el cristianismo algunos de sus aspectos culturales. Los matrimonios se celebraban según ordenaba el ceremonial católico, así como también el rito tradicional en el caso de los guaraníes.

Los indígenas no abandonaron su forma de vida, más bien la adaptaron. Absorbieron nuevos conocimientos para poder enfrentarse a un futuro que no escogieron, que no necesitaron, pero con el que irremediablemente se iban a encontrar. Muchos de ellos estudiaron español, latín y diferentes oficios para dedicarse a la agricultura, la herrería, el comercio etc. También fabricaron y aprendieron a utilizar armas para defenderse de los encomenderos o buscadores de esclavos para el trabajo en las minas.

En definitiva, este tipo de sociedades sustentado en la caza y la recolección transformó su economía en un sistema productivo basado en el autoabastecimiento agrícola y ganadero. La organización social llegó a ser similar a la establecida en las villas europeas, dirigidas por cargos públicos.

Esta empresa llevada a cabo por la Compañía de Jesús exigía para su ejecución de la buena formación y alto nivel académico de sus miembros, en las distintas ramas del saber.

Del mismo modo, en el siglo XVI ya se tiene constancia del levantamiento de poblaciones conocidas como "reducciones", en donde los autóctonos desarrollarían sin mayor problema todas sus actividades.

El legado que nos dejaron estas misiones, antes de que la orden religiosa sufriera su expulsión, ha sido de gran utilidad para el estudio de estos pueblos nativos.

La imprenta tuvo un papel muy importante en la difusión del conocimiento, la divulgación de nuestra lengua y la aparición documental del guaraní. El padre Antonio Ruiz de Montoya dedicó obras al estudio de la lengua indígena como el título: Arte de la lengua guaraní, del siglo XVII. El padre Gregorio López realizó una obra en este mismo idioma sobre medicina.

Si contemplamos la evangelización de los naturales americanos durante los siglos XVI y XVII, podemos observarlo desde muy distintos prismas en cuanto a los procedimientos empleados y, a la vez, como algo que irremediablemente se iba a producir.

Los Jesuitas demostraron que el coste para la conversión de aquellas gentes podía ser mínimo, preservando la continuidad de su riqueza cultural sin necesidad de las armas ni del sometimiento para beneficio del poblador europeo.