La Ballena
Javier Monreal Malpesa
Antiguo opositor de Gestión Procesal y Administrativa en el CEF.-.
Ocio y cultura
El pasado 12 de marzo, en el Dolby Theatre de Los Ángeles, se dejó ver el actor de cine Brendan Fraser (La Momia y George de la Jungla, entre otros trabajos), al que un poco más tarde la Academia de cine de Hollywood galardonaría con el premio Oscar al mejor actor protagonista por su papel en La Ballena, filme dirigido por Darren Aronofsky (Réquiem por un Sueño, El Cisne Negro, El Luchador…) y escrita por Samuel D. Hunter en adaptación de su propia obra de teatro homónima.
Nuestro fulgurante actor interpreta a un profesor de escritura creativa que padece obesidad severa y a quien el destino brinda una oportunidad para recuperar a su hija, a la que un día, a su esposa también, abandonó por un amor extramatrimonial.
El hiperbólico héroe arrastra además el dolor de la pérdida sin remisión del amor de su vida. Como la madre que ha perdido a un hijo, guarda del paso del tiempo su habitación y sus cosas en ella, así conserva Charlie la estancia que fuera el dormitorio de amor.
El filme recorre con maestría el espacio opresivo del apartamento y las interacciones entre los personajes. Nos vamos acercando a algo desconocido e intrigante por un entramado de sentimientos como la culpa, frustración, ira, orgullo y esperanza.
A Charlie le queda su trabajo, su enfermera (mujer terca que lucha por su vida y salvación) y el reto de abrir la jaula donde se encierra por dentro su hija Ellie, luz de sus ojos. Pero no tiene mucho tiempo.
Desde el principio de la película, contrasta lo grueso del cuerpo con las finas maneras de Charlie; nos cuenta, también en el arranque, que Charlie es gay. Uno no puede no indagar en la fuente de inspiración de Hunter para escribir esta historia que, como él ha reconocido en varias entrevistas, tiene un marcado sesgo autobiográfico: chico gay que crece en un lugar provinciano, viéndose empujado a mudarse a Nueva York, sufriendo trastornos alimentarios debido a las dificultades para encajar en los cánones de belleza imperantes.
La historia de La Ballena nos acompaña hasta llegar a la solución que acaba con el trauma. Todo el metraje se pone al servicio de este clímax.