Legislar en tiempos de cambio

Mazo justicia en la pantalla del móvil

Ruth Andérez Alonso
Licenciada en Filología Inglesa por la Universidad de Valladolid. Graduada en Derecho por la UDIMA.

Redes sociales

Algunos principios básicos en lo que se refiere a las formas en la actividad política nunca deberían ser cuestionados. Aun asumiendo que vivimos en un mundo cambiante, en el que sorprendentemente cada día nos encontramos con actitudes que contradicen algunas normas de convivencia que hace no tanto creíamos axiomas, no podemos resignarnos a aceptar maneras que transgreden una sana interacción en nuestra vida civil, poniendo en serias dificultades lo que debería ser intocable en una relación de tolerancia y respeto.

Es indudable que el poder de las redes sociales como medios de difusión ágiles, rápidos, y además de momento, en su uso particular, gratuitos, ha llegado para quedarse. Y que de nosotros depende que la acogida que le demos en nuestro “modus vivendi” habitual se produzca de forma pacífica, sin que los perjuicios que pueda ocasionar dañen la coexistencia tranquila que al menos la mayoría ansiamos. Sin embargo, nos encontramos con que los efectos que a veces provoca la repercusión de algunos mensajes no contribuyen a lo que debería ser un intercambio de pensamientos, ideas y opiniones sosegado y transigente con la mirada del otro. Más bien al revés; nos topamos frecuentemente con manifestaciones de odio, juicios de valor sobre la acción de los demás que se acompañan de gestos groseros, falaces, casi siempre ostentando una soberbia despreciable, exhibiendo una evidente cobardía.

Cuando esta publicación de misivas indeseadas se da en un contexto de una sociedad que creemos cívicamente avanzada, hemos de pararnos a meditar si no sería necesario establecer límites que impidan agredir la dignidad del otro. Pero aquí entra en juego uno de los derechos fundamentales que tanto nos ha costado alcanzar: atacar la libertad de expresión supone desandar un camino irrenunciable en el progreso social que disfrutamos.

¿Hasta qué punto, sin dejar de acatar el orden legal que protege este fundamento de libertad, podemos poner barreras a estos comportamientos que atentan contra otros derechos indiscutibles también, como son el derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen? Existen dos posturas definidas entre expertos pertenecientes al mundo jurisprudencial que han acometido la difícil tarea de intentar aclarar esta encrucijada. Por un lado, están los que consideran que de ninguna manera debe llevarse a cabo reforma legal en este sentido, pues se corre el peligro de erosionar el derecho a divulgar la información que uno desee dar a conocer. Pero también están los que piensan que ha llegado el momento de poner un tope al abuso verbal que se prodiga en redes, advirtiendo que se trata de un tipo de violencia, en ocasiones más hiriente que la propiamente física, y que no puede quedar impune.