Madrid y Hemingway
Javier de la Nava
Profesor de Macroeconomía y Gestión de Riesgos del Grupo Educativo CEF.- UDIMA.
Ocio y cultura
“La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente, nunca preguntes por quién doblan las campanas: las campanas doblan por ti”
(Por quién doblan las campanas)
París vivía la gran fiesta de los años veinte. Un desgarbado periodista norteamericano nacido en Oak Park (Illinois) en 1899, y su esposa Hadley, subieron al tren que les traería a Madrid. Corría la primavera de 1923 y una pizca de luz se colaba entre los hierros y cristales de la estación de Atocha. Corresponsal de varios rotativos, en París alternó con las vanguardias, Picasso, Miró y su mentora Gertrude Stein. Esta le recomendó visitar Madrid. Lejos del cosmopolitismo parisino, la capital española, aspirante a metrópoli, todavía reunía el encanto de una aldea provincial. El joven matrimonio se alojó en la Pensión Aguilar, cerca de Puerta del Sol. Asiduo a la juerga nocturna, comidas bien regadas con vino y visitas al Museo del Prado apasionado por El Greco, las corridas de toros le fascinaron. Estrechó amistad con algunos matadores. Volvieron a Estados Unidos y allí nació John Hadley Nicanor, nombre en honor al torero Nicanor Villalta. Ansiaba volver a España, “el mejor país del mundo” aseguró.
Reinstalados en la capital gala, John Dos Passos, Scott Fitzgerald y otros adinerados bohemios norteamericanos les ayudaron. Con algunos de ellos viajó a los sanfermines en 1924. Las emociones vividas, borracheras y peleas son el argumento de Fiesta. El Hotel Victoria de la madrileña Plaza de Santa Ana, con el torero Pedro Romero, alter ego de Cayetano Ordóñez, era parte de su escenario.
Alternó estancias en Madrid y París, donde se casó con Pauline Pfeiffer. En abril de 1928 visitó por primera vez Cuba, donde pasaría largas estancias. Ya autor famoso, recorrió España y escribió Adiós a las armas, basada en su paso por la guerra europea. Llevada al cine en 1931, Gary Cooper la protagonizó. Atraído por la recién estrenada República, volvió a España ese año.
En 1937 aceptó cubrir la Guerra Civil española: por cada cable, 250/400 palabras, recibía 500 dólares. Sus crónicas reflejaban una romántica visión del Madrid sitiado. Vivió un apasionado idilio con la corresponsal Marta Gelhorn. Alojados en el desaparecido Hotel Florida de la Plaza de Callao, en medio de bombardeos, enviaban las crónicas desde el cercano edificio Telefónica.
En el Hotel Florida residían los reporteros extranjeros, clientes habituales de la Cervecería Alemana de la Plaza de Santa Ana y del Bar Chicote en Gran Vía. El escritor le dedicó un relato corto, La denuncia, y el barman bautizó a un célebre cóctel Hemingway Daiquiri Especial o Papa Doble. Su silueta se popularizó y en sus bolsillos siempre llevaba cebollas crudas y una petaca de whisky que pronto quedaba vacía. Estuvo en Belchite, Teruel, la Batalla del Ebro y en distintos frentes de la capital. De su experiencia nació Por quién doblan las campanas protagonizada en el cine por Gary Cooper e Ingrid Bergman: “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente, nunca preguntes por quién doblan las campanas: las campanas doblan por ti”.
El conflicto perdió interés para sus lectores y regresó a su país para casarse con Martha Gellhorn. En la II Guerra Mundial estuvo en el desembarco de Normandía y entró en París con las fuerzas aliadas. Conoció a Mary Welsh, joven corresponsal de la revista Times, pronto cuarta señora Hemingway.
Acciones bélicas y accidentes le pusieron al borde de la muerte. Establecido en Quinta Vigía, a 10 kilómetros de La Habana, en 1953 obtuvo el Premio Pulitzer por El Viejo y el Mar y volvió a España por primera vez tras la Guerra Civil.
Con Mary recorrió la sierra de Guadarrama, escenario de Por quién doblan las campanas. Un año después, en la Feria de San Isidro se fotografió con Luis Miguel Dominguín y Ava Gadner. Al regresar a Cuba recibió la noticia de la concesión del Premio Nobel de Literatura. Por su escasa salud y su timidez, no recogió la medalla que regaló a la patrona de Cuba.
En septiembre de 1956 visitó a Pío Baroja, gravemente enfermo, de quien se declaró modesto discípulo. Semanas después, asistió a su entierro. En 1959 visitó España por última vez. Seguidor de Antonio Ordóñez, vivió su rivalidad con Dominguín.
En Cuba el nuevo régimen le decepcionó. Sombra de lo que fue, padecía pérdida de memora e insomnio. Se sentía solo, viejo y enfermo. En Estados Unidos, su estado depresivo se agravó y la manía persecutoria profundizó. Temía ser enviado a la cárcel por no cumplir sus obligaciones fiscales. El 12 de enero de 1961 declinó asistir a la toma de posesión del presidente Kennedy.
Meses después, el domingo 2 de julio de 1961 amanecía y el cielo gris oscuro pasaba a claridad blanquecina, Ernest se disparó en la boca con su escopeta de caza. La versión oficial reflejó un accidente.