La maldición de un cine hecho a medida para desatar las emociones más íntimas
Luis Miguel Belda García
Director de Comunicación del Grupo Educativo CEF.- UDIMA.
Ocio y cultura
Se trata de una de una de las últimas películas en ver la luz del profesor del Grado en Periodismo de la Universidad a Distancia de Madrid, UDIMA, Miguel Ángel Poveda, su director de producción.
En lo emocional, esto es, en el vientre, al vidente, salvando todas las distancias, claro está, la película que dirige Roberto Ruiz Céspedes, le retrotrae a lo que percibió, cuando joven, con La semilla del diablo, de Roman Polanski, en lo que tienen ambas películas de desasosegantes.
La figura del maligno está presente en Stoyan en distintas formas, que, para mejor entendimiento del vidente, adopta la del asesinato múltiple como referencia.
Porque el filme es complejo, todo hay que decirlo, a la altura del montaje, una sucesión espasmódica de planos que no da lugar al descanso. Y cuando lo parece, el sobresalto, el recurso que, por muy previsible, nunca deja de alterar al vidente. De eso se trata.
La película que coproduce y dirige en este ámbito Miguel Ángel Poveda, rodado como pocos en esto de hacer cine, incluidas sus laureadas producciones junto a Disney y la posterior animación de Campanella, Futbolín, goza (para, precisamente, goce del vidente) de una excelente banda sonora, pero en toda su extensión, si entendemos que una banda sonora no es solo el intercambio de acordes, sino el sonido y sus sonidos.
El vidente que esta reseña escribe celebra que Poveda y su equipo hayan cosechado hasta primeros de junio más de 70 premios en distintos festivales del mundo o, quién sabe, a lo mejor le sobran todos, porque no está escrito en ninguna parte que un premio sea necesaria garantía de reconocimiento del esfuerzo, dedicación, saber hacer, motivación, cariño y devoción por un trabajo cualquiera, por un arte cualquiera, aunque ocupe el séptimo puesto, según los expertos, no siempre videntes.