Marie Curie. Una mujer radioactiva y volcada en hacer de este un mundo mejor

Marie Curie

M.ª Ángeles Díez
Profesora de Derecho Tributario del Grupo Educativo CEF.- UDIMA.

Investigación

Ha pasado el 11 de febrero y quisiera celebrar con todos vosotros el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, una fecha promovida por la ONU y que el mundo entero debe tener presente, recordando a Marie Curie.

Una de las mujeres a las que más admiro es Marie Curie, con la que luego me extenderé, pero quisiera comenzar con Hipatia de Alejandría, que está considerada la primera mujer científica de la historia, y que se cree que vivió entre finales del siglo IV y principios de V en Alejandría. Hipatia fue la autora de varios tratados de matemáticas y astronomía, pero, desgraciadamente, su trabajo se perdió y solo permanece a través de citas de autores posteriores. Por fortuna puedo decir con orgullo que la biblioteca de la UDIMA ha adoptado su nombre para reconocer así su legado y que siga presente entre todos los usuarios, pues la Biblioteca Hipatia de UDIMA forma parte de los servicios de apoyo a la investigación de la Oficina de Transferencia de Resultados de la Investigación (OTRI), ofreciendo un servicio de calidad a la comunidad universitaria sirviendo de apoyo al estudio, la docencia y la investigación, donde destaca también la persona al mando, Almudena Sanz Perla, respecto a las cuales, tanto de la propia biblioteca como de la bibliotecaria, la misma Hipatia se sentiría orgullosa.

De Marie Curie, o Madame Curie, se han llenado miles de libros y en estas líneas quisiera resaltar su amor por la ciencia, su perseverancia en su trabajo, a pesar de no contar con las condiciones más favorables para la investigación, su entrañable entrega a su familia, su gran generosidad, su compromiso y solidaridad con los demás, ampliamente demostrados en la Guerra de 1914, así como el amor a Polonia, su país de origen, a Francia, su país de adopción, y a la humanidad entera. Por ello, Marie Curie merece mi más profunda admiración y quiero convertirla en la protagonista de este artículo, ella marca el origen de esta historia y será el hilo conductor de este escrito, ya que por ello Albert Einstein dijo de ella que “Madame Curie es la única persona a quien la gloria no ha corrompido”.

Maria Salomea Skłodowska-Curie nació el 7 de noviembre de 1867 en Varsovia, Polonia, y murió el 4 de julio de 1934 en Passy, Francia. Sus restos mortales fueron solemnemente inhumados en el Panteón de Hombres Ilustres de Francia, convirtiéndose así en la primera mujer y la primera extranjera sepultada en el emblemático monumento francés.

Marie Curie llegó a París en 1891 y se matriculó en la Facultad de Ciencias Naturales y Matemáticas de la Universidad de La Sorbona, licenciándose en 1893 en Física y un año después en Matemáticas. Allí conoció a su marido, y compañero de investigación, Pierre Curie. Marie comenzó a estudiar materiales radiactivos, y Pierre se unió a los trabajos de su mujer. En 1898 descubren dos elementos nuevos que llamarán polonio y radio y llegan a la conclusión de que la radioactividad reside en los átomos del elemento. A la muerte de Pierre, Marie recibió la Cátedra que había ocupado su marido en la Sorbona y continuó con las investigaciones y su pasión por la ciencia nunca se vio mermada.

Entre todos los logros de Marie Curie, quiero resaltar que descubrió la belleza de la ciencia, y por ello quiero compartir las palabras que pronunció en su discurso al recibir el Premio Nobel de Química en 1911, merecido galardón por su descubrimiento del radio y el polonio: “No olvidemos que cuando el radio fue descubierto nadie se imaginaba su utilidad tan importante en los hospitales. Su descubrimiento fue un trabajo puramente científico. Y es por eso que la ciencia no debe nunca considerarse como un trabajo inútil. La ciencia es bella y es por esa belleza que debemos trabajar en ella, y quizás, algún día, un descubrimiento científico como el radio, puede llegar a beneficiar a toda la humanidad...”. Ahora cien años después, podemos reconocer abiertamente la gran magnitud del beneficio de este descubrimiento para la humanidad y en especial para las mujeres que por suerte y también, por desgracia, pueden y deben recurrir a exposiciones de radiación para combatir la enfermedad que cada vez se hace más presente entre nuestros seres queridos y que evitaré nombrar.

Pero este no fue su primer gran reconocimiento, ella ya había recibido el Premio Nobel de Física en 1903, por sus estudios de la radioactividad. Madame Curie compartió su premio con su amado marido Pierre, quien abandonó su trabajo para colaborar con las brillantes investigaciones de Marie y con Antoine Henri Becquerel, quien había descubierto la existencia de una nueva radiación emitida por el uranio y con características similares a las de los rayos X, ya que también atravesaban los cuerpos opacos a la luz visible e impresionaban las placas fotográficas. Este fenómeno fue llamado radioactividad y Marie y Pierre Curie dedujeron que la radiactividad era una propiedad atómica y encontraron otras sustancias radiactivas: el torio, el polonio y el radio.

Marie Curie fue la primera mujer en recibir un Premio Nobel y, hasta la fecha, la única persona que ha recibido dos Premios Nobel en distintas disciplinas científicas (Física y Química), lo cual no fue una tarea fácil y no solo por la complejidad de sus estudios y la peligrosidad de los mismos, ya que trabajaba sin protección alguna y aquellos descubrimientos acabaron con su vida debido a las continuadas exposiciones a la radioactividad. Tampoco fue fácil para ella el hacerse un sitio en la Universidad, en la que brilló como alumna y también como docente, pues fue la primera mujer catedrática de una Universidad a pesar de pertenecer a un mundo en el que en muchos países como Polonia, de donde ella venía, las mujeres tenían vedado el acceso a la misma. Aquella sociedad no estaba familiarizada con mujeres investigadoras y por ello su mérito no fue justamente reconocido, pues si a Pierre le nombraron catedrático de Física de La Sorbona y miembro de la Academia Francesa, a Marie no le otorgaron esos honores en ese momento, pese a que el mérito principal de aquel trabajo común era de nuestra gran protagonista. Además, Madame Curie también en su época fue carne de la prensa rosa, y de ella se dijo que mantenía un romance con un antiguo alumno de su marido, lo cual generó una “radioactiva” polémica y que ella aplacó en la Ceremonia de los Nobel en la que recibió su segundo galardón, otorgado en exclusividad a su trabajo.

La generosa vocación científica de Marie estaba por encima de todo, y por ello siempre renunció a patentar sus descubrimientos, renunciando así también al beneficio económico, pues consideraban que sus aportaciones eran y debían ser patrimonio de la humanidad. Su sentido generoso de la vida y de la ciencia la llevó, junto con su hija mayor Irene Joliot Curie, a establecer un servicio radiológico portátil durante la Primera Guerra Mundial, transportando ellas mismas los equipos para hacer radiografías a los heridos.

Irene llevaba la ciencia en sus genes, de hecho, había crecido en el laboratorio que sus padres habían instalado en su apartamento de París y donde ellos trabajaban para continuar investigando. Fue una gran física y química, galardonada también con el Premio Nobel de Química en 1935 y al igual que hiciera su madre, junto con su marido inició sus investigaciones en el campo de la física nuclear y buscando la estructura del átomo, en particular en la estructura y proyección del núcleo y que fue fundamental para el posterior descubrimiento del neutrón en 1932, y en 1934 consiguieron producir artificialmente elementos radiactivos.

En 1935 ambos científicos fueron galardonados con el Premio Nobel de Química “por sus trabajos en la síntesis de nuevos elementos radiactivos”. Los dos trabajaron en las reacciones en cadena y en los requisitos para la construcción acertada de un reactor nuclear que utilizara la fisión nuclear controlada para generar energía mediante el uso de uranio y agua pesada.

Pero las Curie no fueron las únicas mujeres que lograron brillar gracias a la radioactividad. La canadiense, Harriet Brooks, fue pionera en su patria de la física nuclear y a ella le debemos la caracterización del gas que hoy llamamos radón. Contemporánea de Irene Joliot Curie fue Lise Meitner, física austriaca, descubridora de la fisión nuclear, a la que le fue injustamente negado el Premio Nobel de Química de 1944, otorgado solamente a Otto Hahn a pesar de los largos años de colaboración con Meitner en el descubrimiento de la fisión nuclear. Este descubrimiento sirvió de base para que posteriormente se construyera la bomba atómica, proyecto en el que Meitner se negó a participar, ya que luchó toda su vida por el uso pacífico de la energía atómica.

Meitner no obtuvo su Nobel pero sí cinco doctorados honoris causa y varias condecoraciones, como la medalla de oro Max Plank, o el premio Enrico Fermi, en 1966.

Todos estos trabajos de estas increíbles mujeres contribuyeron al progreso de la ciencia y contribuyeron al desarrollo de la energía nuclear, que también tiene nombre de mujer, aunque se reconoce al físico italiano Enrico Fermi como padre de la misma, pues fue él quien llevó a cabo la primera reacción nuclear controlada. Desde 1934 investigó la radiactividad artificial bombardeando elementos con neutrones, trabajo por el cual recibió en 1938 el Premio Nobel de Física. Por amor, ya que su esposa era judía, huyó desde la Italia fascista a Estados Unidos, donde fue profesor de Física en la Universidad de Columbia.

El 2 de agosto de 1939, Albert Einstein, buen amigo de Madam Curie, había enviado una carta al presidente Roosevelt advirtiéndole de los posibles avances de Alemania en sus investigaciones sobre la tecnología nuclear bélica. Esta misiva provocó que Roosevelt, a cuya mujer Anna Eleanor Roosevelt todos debemos recordar como la fuerza impulsora de la Declaración Universal de Derechos Humanos, crease el proyecto Manhattan, bajo la dirección de Fermi. Este proyecto, desgraciadamente, mostró la cara más fea de la ciencia, pues culminó con las dos bombas nucleares que cayeron sobre Hiroshima y Nagasaki, el 6 y el 9 de agosto de 1945. Estos hechos causaron una gran conmoción a nivel mundial, pero a su vez intensificaron el interés por la industria nuclear, interés que también se proyectó en la aislada España, que, a pesar de haber permanecido neutral en la Segunda Guerra Mundial, fue expulsada de la ONU en 1946 por los apoyos prestados a Alemania e Italia hasta 1950.

El 8 de diciembre de 1953, el presidente de los Estados Unidos Eisenhower, quizá influenciado por la gran diplomacia de su mujer Mamie Geneva Doud Eisenhower, pronunció su histórica conferencia “Átomos para la paz” ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York. España se acercó así a Estados Unidos y logró ser readmitida en la ONU en 1955, consiguiendo así el reconocimiento internacional. España fue el primer Estado que firmó un convenio con Estados Unidos, por el cual, Estados Unidos suministró a España una cantidad de uranio enriquecido en el isótopo U-235 además de información (no clasificada) y el material necesario para la construcción de reactores nucleares de investigación. Fue así como se inició la historia nuclear de nuestro país, Franco vio en el programa nuclear una fuente de energía eléctrica para solucionar los problemas de abastecimiento de la nación y poder satisfacer la creciente demanda de energía, en un país que se encontraba sumido en un fuerte aislamiento político y económico que también estaba presente en el ámbito de la ciencia y la tecnología.

A día de hoy España es la décima potencia mundial en producción de energía eléctrica de origen nuclear a nivel mundial, cuyas emisiones de gases de efecto invernadero son insignificantes, por lo que debe estar presente en nuestro mix energético para combatir el cambio climático y a la vez satisfacer la demanda eléctrica en el desarrollo futuro como respaldo de las tecnologías renovables hasta que alcancen su plena madurez a un precio económicamente viable. Miguel Arias Cañete ha reconocido que las centrales nucleares generan electricidad constante y baja en carbono y ha señalado que si queremos ser realistas, cualquier solución a nuestros grandes desafíos energéticos tiene que tener en cuenta a la energía nuclear, ya que juega un papel importantísimo en la seguridad energética, a la vez que contribuye a la descarbonización de nuestra economía.

“Madame Curie es la única persona a quien la gloria no ha corrompido”

Madame Curie durante la Primera Guerra Mundial creó los primeros centros radiológicos para uso militar y fundó el Instituto Curie en París y en Varsovia, que se mantienen entre los principales centros de investigación médica en la actualidad. Gracias a sus trabajos y a los de las demás magníficas investigadoras que he mencionado a lo largo de este relato contamos con la energía nuclear para luchar contra el cambio climático, ya que sin su presencia es “improbable” que se logre detener, pues tal y como se ha puesto de manifiesto en la Cumbre del clima (COP24) de Katowice (Polonia) son necesarios cambios urgentes y sin precedentes para limitar el aumento de la temperatura del planeta a 1,5 grados.

Por ello se me antoja a mi ridícula la idea de cerrar nuestras centrales nucleares ahora que tanto las necesitamos, como se le antojó a nuestra gran escritora Rosa Montero en su libro La ridícula idea de no volver a verte, que escribió sobre nuestra protagonista Marie Curie tras leer su diario y recogió estas palabras del duelo de esta gran mujer tras morir Pierre, reflejando el gran amor que sentía Marie por su marido. El libro nos descubre a una Marie en facetas no tan conocidas, pero refleja su amor por la ciencia a la perfección y no quiero dejar de recomendarlo.

Respecto a Marie Curie y a Rosa Montero existe una peculiaridad que tiene que ver con un rasgo anatómico, que no atómico, y que yo también poseo. Curie, Montero y yo tenemos nuestro dedo anular más largo que el índice, rasgo típico del género masculino y que según estudios científicos, denota una mayor presencia de testosterona en el útero materno. Otros estudios han relacionado este hecho con una mayor habilidad para las matemáticas y la visión espacial, pero en mi caso, al igual que ha manifestado la gran escritora, están por ver, pero que en caso de Marie es indiscutible.

Para finalizar quisiera resaltar el papel de mujeres como Marie Curie y todas a las que me he referido en este artículo, y a las que no, en el mundo de las ciencias. Aunque actualmente el número de mujeres en la universidad supera al de hombres, la presencia de mujeres en ciertas áreas científicas, como la física y las ingenierías, es muy inferior a la masculina y esa es una situación que debería revertir, pues ciencia tiene nombre de mujer, como matemática, física, energía, biblioteca, universidad. También tienen nombre de mujer la fiscalidad y la tributación, pero por fortuna evitaré este registro en este artículo, ya que no es momento de hablar de ello y en el CEF este tema está más que tratado, como sabrán nuestros queridos lectores, que por algo son antiguos alumnos.