Marisol
Javier de la Nava
Profesor de Macroeconomía y Gestión de Riesgos del Grupo Educativo CEF.- UDIMA.
Ocio y cultura
“Marisol: el resplandor de un mito” es el título de la exposición que, gratuitamente, se puede visitar hasta finales de julio en la sede de la Academia de Cine, en la calle Zurbano, 3 de la capital.
La muestra recoge una cuarentena de imágenes de la actriz y cantante malagueña firmadas por César Lucas, el fotógrafo que más la retrató a lo largo de su vida profesional. Sus películas y canciones abonaron el mito hispano de los sesenta y setenta. Miles de niñas nacidas entonces llevan el nombre de Marisol, señal de la admiración que despertaba. La comisaria Sylvie Imbert declara que tras el Goya de Honor en 2020, a cuya gala no asistió, “la muestra se centra en uno de los rostros fundamentales de la historia de nuestro cine cuya mirada te atrapaba”.
En 1948, el 4 de febrero, en una humilde corrala del centro de Málaga, nació Josefa Flores González. El flamenco formó parte de su vida desde su tierna infancia. Sus padres la inscribieron en los coros y danzas de la Sección Femenina del barrio. Allí se creó un grupo, “Los joselitos del cante” en referencia a Joselito, otro icono infantil de la época. El sueño empezaba a ser realidad, pero tenía luces y sombras, y estas fueron muy amargas para una niña de ocho años. “En la gira dormía en la misma cama que la "querida" del empresario, una tal Encarna, que me pegaba. En Lérida se le fue la mano y me volví a Málaga con mi padre. Mi abuela, al verme, se desmayó”.
Con once años actuó en Televisión Española. Manuel Goyanes, productor de Calle mayor y Muerte de un ciclista, obras maestras de Juan Antonio Bardem, apreció un diamante en bruto en aquella niña a cuyo desparpajo, simpatía y belleza se unían una espectacular voz y magistral forma de bailar. Esta vez la familia se mostraba reticente.
El empresario les instaló en Madrid, a la artista en su misma casa, a su madre en una pensión cercana. El fin era manipular a Marisol, quien saltó a la fama con Un rayo de luz. En la Mostra de Venecia la galardonaron con el premio de Mejor actriz infantil. Sobre la rebautizada Marisol solo se atendía a lo necesario para convertirla en estrella: le operaron la nariz, le vendaban el pecho y aclararon el pelo. La angelical niña de ojos azules estaba en todas partes: portadas de revistas, actos con niños desfavorecidos o desfiles de moda, siempre con buena cara, alegre y cordial con mayores y pequeños. Se proyectaba una imagen ideal, pero la realidad era muy distinta, había perdido el rumbo de su vida, “como hablaba con deje andaluz y no sabía actuar ante la cámara, el director se enfadaba y yo lloraba por la noche en la cama. Me acordaba de mi casa y mi familia”.
Ha llegado un ángel (1961), Tómbola (1962), Marisol rumbo a Río (1963), Búsqueme a esa chica (1964), La nueva Cenicienta (1964), La historia de Bienvenido (1964), Cabriola (1965), o Las 4 bodas de Marisol (1967), tuvieron un enorme éxito artístico y relacionaron con ídolos de la época como el Dúo Dinámico, el matador Palomo Linares o Antonio el bailarín.
Pero Marisol quería ser Pepa Flores y enterrar al icono infantil a la niña prodigio del régimen. Pretendía mostrar su talento como actriz y sacar nuevos registros a su maravillosa voz. Manuel Goyanes la casó con su hijo Carlos (24 años), Pepa contaba con 21. El enlace entre dos personas tan opuestas estaba abocado al fracaso. Joan Manuel Serrat era su amor platónico.
Demostró su capacidad como actriz dramática en producciones dirigidas por Juan Antonio Bardem (La corrupción de Chris Miller y El poder del deseo), Carlos Saura (Bodas de sangre y Carmen) o Mario Camus (Los días del pasado), trabajo que le valió el premio a la mejor interpretación femenina en el Festival de Karlovy Vary.
En 1973 conoció a Antonio Gades, al que se unió y con el que tuvo tres hijas, María (1974), Celia (1976) y Tamara (1981). Se casaron en 1982 en Cuba con Fidel Castro y Alicia Alonso como testigos. El 12 de mayo de 1976 el país se conmocionó: la revista Interviú sacó una instantánea de la actriz desnuda realizada por César Lucas, su fotógrafo de cabecera. Se convirtió en estrella de la Transición, su gran musa y se simbolizó el paso de Marisol a Pepa Flores. La tirada media de Interviú se cuatriplicó.
Proceso a Mariana Pineda (1984), una serie de televisión, y Caso cerrado (1985), junto a un jovencísimo Antonio Banderas que trataba de abrirse camino en el mundo del cine, fueron los últimos papeles de su carrera. Aunque Gades le animaba a hacer papeles en el cine, ella quería retirarse. Lo hizo poco después de presentar en el festival de San Sebastián su último trabajo. Tras ser una de las personas más queridas de España, explotada de maneras inimaginables, ansiaba dedicarse a su familia, a sus hijas, ser simplemente Pepa. Ansiaba descansar, pero los medios no le perdonaban haberse manifestado contra la OTAN o ser miembro del PCE. La famosa foto con el puño en alto, “La musa del pueblo” sentó muy mal. En 1986 se divorció de Gades.
Pepa Flores se retiró en silencio, se fue a su Málaga natal y a la Axarquía, donde cuida una casa con huerto, a sus dos nietos y vive con Massimo, su pareja desde hace tres décadas. Desde entonces, en escasas ocasiones se ha capturado su imagen por la calle. En 2012 recibió ofertas millonarias por rodar un remake de Tómbola, medio siglo después de su estreno. Aunque cueste creerlo, lleva más tiempo fuera de la vida pública que en activo. Decidió irse y se fue.
En la memoria colectiva de los españoles ha dejado un recuerdo formidable y gran cariño a distancia. La niña prodigio más idolatrada de España marcó a varias generaciones. Icono cultural hispano, quiso ser una más cuando todas querían ser como ella. Aunque vive en el anonimato, su talento, encanto y carisma siguen presentes. En un Informe semanal, en 1973, le preguntaron qué era para ella un día feliz: “Un día en el que pueda dormir muchísimo, salir al campo, montar a caballo, estar con mis amigos o ir a un cine. Una vida absolutamente normal”.