Merecimiento y éxito empresarial
Luis Yusty Pérez Ayala
Dirección Financiera en SENER.
Emprendimiento
El emprendimiento empresarial es por naturaleza inherente al tiempo y devenir de los mercados, a sus continuos desafíos, a sus incontables incertidumbres, a sus incalculables dificultades, a sus súbitos e inesperados vaivenes. Sin dificultad e incertidumbre no habrá desafío. Sin desafío no habrá mérito. Sin mérito no habrá progreso. En la actualidad, y así ha sido siempre, no es posible mantener el éxito en el tiempo sin merecimiento.
Podría darse el caso de un éxito empresarial momentáneo, pero sin mérito no habría lugar a su continuidad. La organización empresarial ha de merecer el éxito antes de lograrlo, entendiendo el éxito como la ventaja o conjunto de ventajas competitivas que le permiten pervivir en el mercado. En la realidad actual, donde las organizaciones operan en mercados globales y con disrupciones de negocio y tecnológicas abruptas y cambiantes, esos desafíos son cada vez mayores.
Tomando lo anterior en consideración, se podría definir la estrategia empresarial como el modo que una organización escoge para afrontar los desafíos presentes y futuros con el fin de llevar a cabo su misión y lograr sus objetivos. Si la estrategia es adecuada y se ejecuta de forma correcta, el éxito será merecido. Si no es así, no habrá éxito perdurable; si acaso, momentáneo, acaecido por circunstancias coyunturales, pero no logrará permanecer.
Nunca está de más recordar lo elemental. El hecho de pervivir en un mercado ya puede ser considerado un éxito, en la medida en que la organización empresarial dispone de ventajas competitivas que le hacen continuar su actividad (calidad de producto o servicio, cercanía al cliente, comodidad de compra, credibilidad, precio…); si no las tuviera, dejaría de existir en dicho mercado.
Cabría preguntarse entonces cómo puede una organización lograr mantener ese éxito merecido en el tiempo. La respuesta es una combinación de estos cuatro factores: misión, organización, método y constancia.
Así, el primero de esos factores, la misión, debe guiar a la organización en la clarificación de los objetivos. Debe, además, ser definida de forma realista y ser formulada con la suficiente ambición como para mantener la ventaja o ventajas competitivas que ya se tienen o conseguir las que se ambicionan.
Una de las mayores dificultades que se hallan en relación con la misión es encontrar el consenso adecuado en la organización entre los objetivos a perseguir y el modo de lograrlos. Es harto difícil por lo general en cualquier organización establecer acuerdos sobre el “qué”, más aún sobre el “cómo”. En estas lides se pierden muchos recursos y esfuerzos. Es importante en este punto introducir el concepto de elección. Sin la realización de elecciones y renuncias conscientes no puede hablarse de estrategia. La empresa debe elegir conscientemente entre las diferentes alternativas existentes y saber priorizar esfuerzos. Este es el quid de todo proceso de definición estratégica.
En relación con el segundo factor, la organización, puede resultar una simpleza afirmar que la misma debe actuar en sintonía, con las personas que la conforman remando en la misma dirección para conseguir los mismos objetivos. Así, eliminar las trabas al entendimiento, favorecer la toma correcta de decisiones, armonizar voluntades y objetivos, conseguir el compromiso de la organización con la misión que pretende la empresa… y por supuesto, disponer de las personas adecuadas con capacidad real de dedicar el tiempo que se requiera, serán siempre cuestiones esenciales a este respecto.
El tercer factor, el método, hace referencia al modo en que se ejecuta la misión, al camino que la empresa escoge para llegar a buen término. Habrá lugar así a una selección de diferentes tácticas y acciones para ir conformando el camino que deberá llevar a la organización al posicionamiento deseado. Es clave aquí destacar que un conjunto de acciones no es una estrategia, ni tampoco un método. La RAE define “método”, entre otras acepciones, como “el modo de decir o hacer con orden”. La inclusión de la palabra orden no es baladí. El orden haría referencia en este caso a la buena disposición de las acciones entre sí para el logro de un objetivo, con base en una estrategia.
La estrategia es el plan compuesto por una serie de acciones planificadas, conscientes e intencionales para lograr un fin. Si hablamos de estrategia corporativa, el fin será lograr la misión de la empresa, el cual podrá objetivarse con indicadores o resultados objetivos y concretos a perseguir.
El método, en cambio, se refiere al modo de operar con base en la estrategia que haya sido definida por la organización. Es decir, al proceso lógico que se ha de seguir para lograr el objetivo u objetivos estratégicos. Conviene definir, clarificar, objetivar y comunicar de la mejor manera la estrategia y el método.
El último factor, la constancia. La perseverancia de ánimo en los propósitos que se persiguen, la voluntad inquebrantable y continuada en la determinación de la misión perseguida, serán pilares del merecimiento del éxito empresarial y aspectos absolutamente vitales para su consecución.
Cuando el éxito sonríe a una organización empresarial que se lo merece, en los términos mencionados de misión, organización, método y constancia, es previsible que entre los miembros y accionistas de dicha organización anide un sentimiento de bienestar y satisfacción, que empuje a la organización en su conjunto a plantearse mayores desafíos, generándose el ambiente apropiado para una mejora continua en todos los ámbitos. Este es el camino que se debe desear y perseguir, un camino sin fin.