“La música de los árboles”, de David G. Haskell

LIBROS

Javier de la Nava
Profesor del CEF.-

La música de los árboles”, de David G. Haskell

A lo largo de las estaciones el paisaje va y viene. Es una especie de nómada que cambia de rostro cada amanecer y cada despedida del sol, con las flores en primavera o los chubascos de otoño, con la siembra y la cosecha, con el paso de las aves. Para Kant, “lo bello y lo sublime”  solo puede darse al contemplar la naturaleza. 

Al pasear por el bosque apreciamos la música de los árboles. El  murmullo del viento al moverse entre las copas de los centenarios pinos se mezcla con los trinos de los pájaros o el repiqueteo del  carpintero en los troncos. Zumban los insectos, el hielo hace crujir la madera, las piñas golpean el suelo al caer, la armonía del agua de fuentes y  arroyos. Muchas ocasiones he experimentado estas sensaciones. Editorial Turner acaba de publicar Las canciones de los árboles, escrito por el divulgador David George Haskell  Profesor universitario en Tennessee (Estados Unidos), su primer libro, En un metro de bosque, le hizo ganar fama mundial, obtener reconocimientos y captar la atención de miles de lectores atrapados por el relato de lo que vio, oyó y sintió durante un año sentándose cada día en la misma piedra dentro de un bosque. Su segundo libro mezcla poesía y ciencia. Presenta historias de una docena de árboles a los que mira y escucha en diferentes lugares: reservas naturales, gran ciudad, montes o parques urbanos. Haskell nos revela un mundo en tensión entre cooperación y conflicto, sometido a una desaforada urbanización, el cambio climático y el agotamiento de los recursos.

Haskell nos revela un mundo en tensión entre cooperación y conflicto

Cada capítulo del libro se centra en un árbol concreto: ceibo, abeto, palmera, fresno, avellano, secuoya, pino, arce, álamo, peral u olivo. A través de las raíces conectan con la  tierra de la que reciben los sustratos minerales, captan una luz cambiante a lo largo del día, padecen climas diversos, ajustes constantes a las condiciones externas e internas. Los árboles tienen memoria, recuerdan las agresiones, naturales o artificiales, como el negativo impacto de las orugas, picaduras de los pájaros en las cortezas, escasez de lluvias o modificaciones de temperatura.

La música despierta emociones que la gente desea compartir. Estados de ánimo que nos invaden, susurran y enriquecen por la vía directa: la folklórica, pertenencia; la religiosa, hipnosis; la militar, euforia; los himnos, emoción. En todas estas manifestaciones  confluyen tres inteligencias: la del compositor, la del intérprete y la de quien la escucha.  Los sonidos (aspecto físico) se transforman en canciones (impacto emocional), y estas en historias que provocan reacciones. Si nos concentramos en el silencio, encontraremos  ocultas canciones llenas de historias, secretos, pasiones, tragedias y comedias, en suma de vida. Escuchar a los árboles es aprender a darle origen, sustancia y belleza. John Muir, escritor escocés del siglo XVIII, decía que necesitamos la belleza, tanto como el pan, y la naturaleza es hermosa en sí misma. 

Otros artículos del autor:

- TOTEM, la vuelta del Circo del Sol.