¡Que nos devuelvan nuestro dinero!
Félix Mª Aguado
Director del Departamento Financiero, Afianza Asesores y Consultores
Máster en Dirección Económico Financiera por el CEF.-
Profesor del CEF.-
Últimamente los fiascos de las firmas de encuestas electorales venían siendo flagrantes, pero desde luego en los comicios del domingo 26 de junio superaron los límites conocidos, ya que:
- Atribuyeron un aumento de voto al PP, pero con caída de unos 3 a 5 escaños, fruto del perverso efecto de la ley D´Hont.
- Certificaron el dominio de Unidos Podemos como primera fuerza política de la izquierda, superando al PSOE con un ascenso de nada menos que 18 escaños de media.
- No detectaron la caída considerable de Ciudadanos, atribuyéndole una leve caída de uno / dos escaños.
Fuente: elaboración propia
El lema de unos famosos grandes almacenes afirma “si usted no está satisfecho le devolvemos su dinero”. Sería un detalle que los institutos demoscópicos nos devolvieran el dinero, especialmente los 300.000 euros que se rumorea han pagado RTVE y la Forta por el sondeo de Sigma Dos y, como medios públicos, al final hemos pagado todos los ciudadanos de a pie.
Pensar que los procedimientos técnicos de elaboración de las encuestas no son correctos sería desconocer la teoría de la inferencia, que es una metodología matemática exacta, que incluso es capaz de arrojarnos el error muestral, es decir, darnos el resultado inferido a partir de la muestra utilizada con un margen de error de +/- un tanto por ciento.
¿Qué es entonces lo que ha supuesto este error garrafal de las casas de opinión? Que no han sabido interpretar correctamente los datos obtenidos. Lo que las mediciones no han sabido leer entre líneas fue:
- La movilización del votante del PP, que ha premiado la coherencia de su líder durante la breve undécima legislatura de nuestra democracia, al no someterse a una investidura que no podía conseguir, sin entrar en el juego mediático, en las reuniones interminables y en los acuerdos entre perdedores. Además, se ha producido un retorno del votante de Ciudadanos del 20 D, que pretendía impulsar las reformas, pero no otorgar el poder al PSOE, como hizo el partido naranja al votar favorablemente en la investidura fallida de Pedro Sánchez.
- La desmovilización del votante de Unidos Podemos. Los líderes de la formación morada vieron tan claro el sorpasso que plantearon una campaña de perfil bajo, donde las propuestas brillaron por su ausencia, más preocupados por el show televisivo que por “patear” el país y conocer en primera persona la opinión de los ciudadanos. La confluencia con IU ha fracasado, ya que muchos eurocomunistas no quisieron votar a Podemos (marxismo leninismo de libro), y votantes transversales de Podemos no entendieron el alineamiento con la izquierda tradicional. Esta coalición, en la práctica, solo sirvió para “pagar las facturas” de una IU quebrada económicamente.
Lusi. Rgbstock
- Las expectativas socialistas en las encuestas eran tan malas, que el quedar como segunda fuerza política les ha supuesto una victoria pírrica, a pesar de haber alcanzado el suelo electoral de la historia del PSOE en democracia. Aunque, como diría un profesor de estructura económica, “conviene no olvidar que después de tocar el suelo se puede seguir escarbando”. El PSOE debe aprovechar esta nueva legislatura en la oposición para abordar una transformación en profundidad de personas e ideas, volviendo a la senda de la social democracia tradicional, que tan buenos réditos electorales le brindó a este partido en el pasado reciente.
- Por último, Ciudadanos pretendió por cuarta vez en nuestra democracia refundar el centro político (después de los intentos de UCD, CDS y UPyD). El problema es que el centro político, que es un concepto sociológico correcto y que suena bien, desde el punto de vista electoral no deja de ser una bisagra entre la izquierda y la derecha, y cuando los grandes partidos de estos segmentos ideológicos intentan ocupar dicho centro político el partido “oficialmente” de centro simplemente desaparece o se diluye considerablemente. Ciudadanos tiene una oportunidad, quizás la última, de influir y participar en un gobierno, garantizando que las reformas necesarias a nivel político y económico se producen, y sobre todo que se destierra la corrupción política que ha campado por sus respetos en muchos ámbitos de la administración y de la misma organización interna de los partidos.
¿Y ahora qué? Pues que España tendrá por fin un gobierno, que debería ser fuerte y estable, con el apoyo de las fuerzas constitucionalistas, la participación de PP y C’s, siendo deseable una abstención activa del PSOE, y con una hoja de ruta reformista para los próximos dos años, refundando la aún joven democracia española, y siendo capaz de integrar en nuestro país todas las sensibilidades políticas y regionales, garantizando un marco legal que permita otros 25 o 30 años de paz, progreso y convivencia democrática, como los 40 años que, con sus luces y sus sombras, nos preceden.
El pueblo soberano ha hablado. Ahora a los políticos les toca hacer su trabajo, negociar, alcanzar acuerdos y dotarnos de un gobierno sólido que profundice en las reformas y garantice la continuidad del crecimiento económico.
Y si de paso los institutos de opinión hicieran una catarsis y se reformaran tampoco vendría mal, pues la creación de valor no está en inferir correctamente los datos muestrales a toda la población, sino en ser capaces de interpretarlos con intuición y acierto.
Y ya sabemos que el dinero no lo van a devolver (qué le vamos a hacer), que los empleados de las casas demoscópicas han hecho su trabajo, y además santa Rita, santa Rita, lo que se da…