“El dinero gastado en abogados fiscalistas es siempre una inversión”

Entrevista. GEMA DE LA CALLE. Socia de Mavens

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Firme defensora de la cultura del esfuerzo,  Gema de la Calle (Madrid, 1974)  sabe lo que es tener que dejar temporalmente de estudiar para ayudar en casa, y sin duda esa capacidad de sacrificio y de no rendirse ni ante las circunstancias más adversas han ayudado a esta abogada fiscalista  en su exitosa  carrera profesional. Como ella misma nos cuenta, el secreto del éxito radica en tener claro lo que se quiere lograr en la vida y en lanzarse a su consecución  sin titubeos. Tras pasar por el departamento fiscal del CEF y por las firmas de abogados Clifford Chance y Rodes y Salas, en la actualidad es Socia de la firma Mavens Legal, uno los bufetes de abogados con mayor proyección del país. Casada y con dos niños, en 2011 recibió el premio Iberian Lawyer’s 40 under Forty Awards.

Gema de la Calle¿Cómo fue su relación con el CEF?

Mi primer contacto fue en 1998 a través de mi marido, por aquel entonces mi novio. Él había realizado el Máster en Asesoría Fiscal y fue quien me habló del centro. En aquel momento yo volvía de Irlanda, donde había estado trabajando de au pair. Me matriculé en el mismo máster y a los dos meses me ofrecieron trabajar como becaria en el departamento fiscal. Al cabo de unos meses más quedó libre una vacante a tiempo completo como ayudante de María José  Leza.

¿Qué le aportó su paso por el Centro?

Además de muchísimos amigos y unos recuerdos imborrables, a nivel profesional mi paso por el CEF, primero como estudiante y luego como empleada, me aportó fundamentalmente las bases de unos sólidos conocimientos fiscales. Durante los dos años que permanecí allí me empapé literalmente de sentencias que leía, clasificaba y resumía para incorporarlas la base de datos de Normacef.

¿Y su salida?

Un buen día Roque de la Heras me llamó a su despacho y me dijo: “Gema, tú ya has llegado a tu techo aquí, tienes que volar más alto”.  Yo me quedé de piedra, bueno más exactamente me sentí como el pájaro al que su madre empuja desde el nido para enseñarle a volar. En fin, me pidió mi  currículum vítae e hizo que lo movieran. Finalmente me contrataron en Clifford Chance. Siempre le estaré agradecida a Roque, no solo por brindarme mi primera oportunidad laboral, sino por darme después aquel “empujón” decisivo.

¿Qué nos puede contar de su etapa en Clifford Chance?

Entré como abogada junior y estuve seis años en la firma. En Clifford Chance aprendí los entresijos de la profesión desde abajo. Me enseñaron a tratar con el cliente y a alcanzar unos estándares de calidad y de exigencia propios de una multinacional de prestigio. Mi etapa allí me aportó, en definitiva, técnica y un know how que yo creo que solo te aportan estas grandes firmas. Eso y una enorme tolerancia al estrés. En aquella época había muchísimo trabajo y las jornadas eran interminables. Pero lo recuerdo como una gran oportunidad, un periodo de impagable aprendizaje. La firma estaba repleta de grandes profesionales de los que absorber grandes conocimientos.

Su siguiente etapa fue en Rodes y Sala. ¿Cómo recuerda ese cambio?

Yo acababa de tener a mi segundo hijo cuando  me ofrecieron incorporarme al departamento de fiscal de Rodes y Sala. Salir de un sitio tan grande como Clifford Chance, donde estaba consolidada, para irme a un despacho pequeño y recién constituido, producía bastante vértigo. Pero decidí intentarlo y no me arrepiento. A los nueve meses de entrar me nombraron directora del departamento de fiscal. También fue duro a ratos. Pasé de trabajar arropada por el engranaje de una multinacional participando en grandes operaciones a encontrarme prácticamente sola creando un departamento desde cero. Pero allí aprendí verdaderamente lo que era “el mundo real” en términos de la responsabilidad de mis actos.

A nivel profesional mi paso por el CEF, primero como estudiante y luego como empleada, me aportó fundamentalmente las bases de unos sólidos conocimientos fiscales

¿Cómo está afectando la crisis en su despacho?

La notamos no tanto en la facturación como en el tipo de trabajo. Por ejemplo, el año pasado se incrementó mucho el trabajo de procesal, arbitraje  concursal y, por supuesto, fiscal, que siempre está ahí, tanto en épocas de bonanza porque hay muchas operaciones que necesitan una buena estructuración fiscal, como en situaciones de crisis porque hay que optimizar los recursos. También lo hemos notado en el volumen de inspecciones. En mi opinión, la inspección está desorbitada. La postura actual de los inspectores no tiene nada que ver que con la de hace unos años. Desde la perspectiva de mis últimas experiencias da la sensación de que la recaudación se ha convertido en su primera prioridad y eso a veces lleva a situaciones poco razonables, lo que hace que aumenten las actas firmadas en disconformidad, confiando en que los tribunales pongan un poco de serenidad y sentido común en la interpretación de las normas.

¿Le preguntan mucho por la amnistía Fiscal?

Todas las semanas un mínimo de 10  nuevos clientes nos pregunta por ella. Se está viviendo con cierta incertidumbre, ya que hay extremos de la medida interpretables y que no están todavía lo suficientemente claros, yo creo que ni para los mismos legisladores. Mientras el debate se aclara, nuestra recomendación es siempre la misma: hay que regularizar, sobre todo si hay dinero en el extranjero. Debemos tener en cuenta que a partir del año que viene todo aquel capital que no conste en una declaración especial  y sea detectado por Hacienda se considerará un aumento patrimonial no justificado, que  va a tributar al tipo marginal (que en ocasiones podría superar el tipo el  50%); si a lo anterior le añadimos  sanciones e intereses de demora, lo cierto es que la conclusión es clara: merece la pena regularizar.

Por último, háblenos de su actual responsabilidad como Socia y Responsable del departamento Fiscal de Mavens.

Mavens se fundamenta sobre tres pilares: (I) la técnica de nuestros profesionales;  (ii) la cercanía al cliente; y (iii) el valor añadido que aportamos con nuestro trabajo.

Respecto del primer pilar debe considerarse que todos nuestros abogados, incluidos los socios, provenimos  de grandes despachos, lo que implica la existencia de conocimientos técnicos muy profundos y una experiencia adquirida de  trabajar en operaciones complejas.

Por otra parte, somos un despacho pequeño, y eso implica necesariamente cercanía al cliente. A modo de ejemplo, en las tarjetas de todos los abogados figura su móvil, incluso en la de los socios, y nos aseguramos de responder a todas las llamadas recibidas.

Por último, está el valor añadido. Y eso implica aportar al cliente soluciones creativas que realmente  resuelvan sus problemas. Un buen abogado, además de conocimientos técnicos, necesita tener grandes dosis de imaginación y sentido común.