"Filtros" fiscales para un mejor medioambiente

Contaminación atmosférica ciudad

Ramón Chesé
Director de Fiscalidad del Grupo AndBank

Fiscal

“Una primera reflexión que debe hacerse es si estos impuestos finalistas tienen que ser incentivadores o desincentivadores del consumo de un producto”

El aire de nuestras ciudades no se encuentra todo lo limpio que nos convendría, siendo en parte culpables de ello las emisiones de los motores de combustión de coches y motos y algo debe hacerse para su mejora.

No se trata de entrar en la discusión sobre qué tipo de motor o combustible debemos primar y que, de todas maneras, lo que hay que hacer es utilizar y potenciar el transporte público.

Lo que quiero poner de manifiesto, cogiendo el coche como ejemplo, es el papel de la fiscalidad en la toma de decisiones por parte del consumidor y el carácter regresivo que pueden tener los impuestos finalistas.

Cabe decir que utilizar la fiscalidad para luchar contra el consumo de determinados bienes considerados nocivos no es ninguna novedad, pensemos en el impuesto sobre el tabaco.

Una primera reflexión que debe hacerse es si estos impuestos finalistas tienen que ser incentivadores o desincentivadores del consumo de un producto.

Es decir, si a partir de un nivel de base de tributación determinado sobre un bien se tienen que establecer unos tipos incrementados para las opciones que se quiere que no se consuman o, por el contrario, lo que hace falta es establecer tipos más reducidos para las opciones que se quiere que se consuman (partiendo del hecho de que uno u otro se acabará consumiendo y son productos alternativos).

Siguiendo con el ejemplo del coche podríamos decir que hasta ahora se ha intentado establecer unos regímenes fiscales favorables en el consumo del bien considerado "mejor", los coches que emitían menores emisiones de CO2.

Hasta ahora la fiscalidad no ha sido directamente regresiva, pues lo que se ha hecho es reducir o incrementar esta fiscalidad en función del CO2 emitido, que también, con todas las salvedades, tiene una correlación con el precio del vehículo. Por otra parte, y, esto sí es relevante, este impuesto se devenga con la primera matriculación del vehículo, momento en el que se manifiesta una capacidad económica.

Ahora, manteniendo este sistema a nivel estatal, algunas ciudades, también con la finalidad de mejorar el medio ambiente, penalizan la tenencia y el uso de los vehículos más contaminantes, no su adquisición, prohibiendo su circulación, estableciendo nuevos tributos o modificando las bases y tipos de los ya existentes.

¿Y esto que comporta? Si analizamos esta medida desde una óptica de técnica meramente fiscal, a pesar de la buena finalidad que persigue, regresividad. Y si existe regresividad se dificulta conseguir los objetivos pretendidos.

Fruto de la evolución tecnológica, los coches que más contaminan y emiten emisiones más nocivas son los más antiguos frente a los más nuevos y si se es propietario de un coche antiguo, en buena parte es porque no se dispone de capacidad económica para su sustitución, pues quién no quiere seguir los adelantos tecnológicos en aras del bien común.

Por otra parte, si estos vehículos no se pueden usar o son más caros de mantener por tener que soportar impuestos, todavía baja más su valor, se dificulta más su sustitución y se perjudica a quien no puede adquirir uno nuevo más "ecológico". Al respecto, a nadie escapa que demuestra una mayor capacidad económica la propiedad y el uso de un vehículo nuevo que contamina menos que otro de gama equivalente de siete años de antigüedad adquirido de segunda mano que contamina dos veces más.

Además, dada la menor oferta de ve­hículos "ecológicos" de ocasión se produce un efecto contrario en la depreciación de los vehículos impulsados por energías "más limpias", muchos de ellos subvencionados en su adquisición, que hace aumentar todavía más el esfuerzo económico necesario para poder acceder a las tecnologías más limpias y poder seguir el camino marcado por las políticas fiscales.

Desde un punto de vista meramente técnico, obviamente, se pueden establecer nuevos tributos, ahora bien, resulta más dudoso poder aceptar como una buena praxis establecer o modificarlos con efectos, aunque sean meramente indirectos, retroactivos, como puede darse con las tasas e impuestos que gravan de forma incrementada la posesión o el uso de un bien que se había adquirido antes de la modificación impositiva o el establecimiento del nuevo impuesto.

Si se quieren utilizar los tributos con propósito de dirigir hacia el consumo de un tipo de bienes frente a otros, estos deberían ser "subvencionadores" y establecerse únicamente en el momento de la adquisición del bien.

Siguiendo con el ejemplo, si el coche eléctrico, híbrido o de pedales es la mejor alternativa, debe incentivarse su adquisición o su uso, dentro de unos importes máximos (el "Tesla Tax"), sin penalizar las otras opciones, utilizando para ello los recursos obtenidos con impuestos directos sobre la renta, teóricamente progresivos, pero sin penalizar a aquellos que no pueden "evolucionar" hacia los "bienes buenos", imponiéndoles, con posterioridad a su adquisición, mayores tributos sobre la propiedad o el uso de los "bienes malos".