La transformación digital en el aula
José M. Chamorro Laborda
Profesor del Máster en Recursos Humanos en el Grupo Educativo CEF.- UDIMA
Tecnología
Es un hecho que los tiempos han cambiado, que las fórmulas tradicionales de formación y enseñanza presencial pierden peso, y que crisis como la que estamos viviendo con el COVID-19 obligan a reinventarse; no hay dudas al respecto de la influencia positiva de la tecnología utilizada al servicio del aprendizaje y su potencialidad para formar; en el informe The Horizon Report 2012, elaborado por New Media Consortium (NMC) y EDUCASE Learning Initiative (ELI), cuyo objetivo era identificar nuevas tecnologías y analizar la repercusión que tendrían en el campo de la educación (Johnson, L., Adams, S. y Cummins, M., 2012), se señalaba que tablets y teléfonos móviles tardarían menos de un año en formar parte del ámbito educativo. En dicho informe se constataba que, en años venideros, se produciría la integración de hasta seis tecnologías diferentes en los procesos de enseñanza-aprendizaje.
Estos avances han provocado el desarrollo de nuevas habilidades, requeridas para aprovechar al máximo las posibilidades de las IT y la aparición de nuevos roles en formadores y alumnos.
Como profesionales orientados al desarrollo, toca trabajar con personas cuyo contacto con la tecnología viene fundamentalmente por el acceso, dependiendo del rango de edad, a dispositivos móviles y multimedia, que les proporcionan «nuevos mundos» a través de los que evolucionar; para los más jóvenes, nuestro futuro, el papel de los videojuegos como elementos de conflicto, competencia, reto y oposición (Prensky M., 2001), les ofrece la posibilidad de alcanzar objetivos y les ayuda a aprender, pero, a su vez, han moldeado un estilo cognitivo basado en la rapidez de procesamiento de la información, y en la inmediatez en cuanto al refuerzo (positivo o negativo) de dicho proceso. La clave está en desarrollar la capacidad del alumno para orientar correctamente su atención.
Los nuevos entornos tecnológicos exigen a los que aprenden mayor esfuerzo cognitivo que la mera repetición memorística de la información, así como la posesión de diferentes competencias: adaptarse a un medio que se modifica constantemente, trabajar en equipo de forma colaborativa, tomar nuevas iniciativas, resolver nuevos problemas, ser independiente y autónomo, y comunicarse eficazmente usando diferentes herramientas síncronas y asíncronas. El feedback del profesor cobra relevancia como facilitador de la asunción de riesgos y la toma de decisiones.
Universidades europeas como la de Oxford, a través del School of Social Sciences, o la de Barcelona, y macroencuestas realizadas en Estados Unidos, investigan los cambios en el mundo laboral a partir del cambio tecnológico, las tendencias ecológicas y las nuevas formas de relación de las empresas con los gobiernos y las comunidades; los resultados indican que están surgiendo nuevas profesiones como el fabricante de partes del cuerpo, el tecnocirujano, el agricultor vertical o el cibergeógrafo, que requieren de una preparación y unos conocimientos que deberán ser impartidos y administrados de forma muy diferente.
Los centros de formación, desde la educación obligatoria hasta la superior, tienen que contemplar a la hora de diseñar e implementar sus programas académicos que la mayoría de sus «clientes» serán nativos digitales con necesidades ya incorporadas de «serie» para aprender en entornos tecnológicamente diferenciales, y un porcentaje menor, de inmigrantes digitales, con unas necesidades de aprendizaje virtual más difíciles de asimilar.
Experiencias diferentes comportan estructuras cerebrales distintas, como afirma el doctor Bruce D. Berry, de la Universidad de Medicina de Baylor, y el futuro pasará por proyectos pedagógicos en los que primen modelos basados en la aplicación del concepto de múltiples inteligencias (Gardner, H., 1983). Por ello, las sesiones formativas tradicionales, más pautadas, están derivando en aulas tecnológicas que permiten una diversidad de acciones con objetivos de aprendizaje diferentes. De ahí, la habilidad del profesor para generar dosis altas de motivación por aprender y por mantener niveles elevados de atención.
Ahora bien, hay que tener cautela sobre la explotación de la tecnología, ya que podría generarse un exceso de virtualización, perjudicial, así como el riesgo evidente de la seguridad de la información que se puede intercambiar en la web, tanto a nivel de contenidos como a nivel de confidencialidad. Diferentes investigaciones han puesto de manifiesto que los alumnos son menos competentes tecnológicamente hablando de lo que pueda indicar su habilidad con los dispositivos digitales, más bien mecánica e intuitiva, que consciente y dirigida (OCLC, 2006; Brey, 2009). De igual manera, una acción docente poco adaptada al perfil del alumno, aunque se implemente con tecnología vanguardista, no generará resultados.
En resumen, la aplicación y utilización de las nuevas tecnologías en el campo de la educación, la formación y el desarrollo, puede aportar cambios significativos en la cadena de valor del proceso de aprendizaje, potenciándolo de manera exponencial en función de variables como la destreza en el manejo de herramientas 3.0, el desarrollo de nuevas habilidades en profesor y alumno, y el estilo de aprendizaje predominante en cada persona.