Liderar personas
Llevaba unos días preguntándome de qué iba a escribir en esta ocasión en este espacio que se reserva para quien ostenta la presidencia de la asociación de antiguos alumnos, hoy llamada Alumni+, también ACEF para los más veteranos. Y pensaba en eso mismo, en la responsabilidad y el honor de presidir, junto a un equipo excepcional, una organización que componen varios miles de personas, vosotros, los antiguos estudiantes, pero también profesores, compañeros y amigos que no están sujetos a nuestro grupo educativo salvo por su deseo de sentirnos próximos, de saber lo que hacemos, de leer nuestra Revista ‘Conectados’ sin más.
En eso que pensaba, y en eso que caí en la cuenta de que dirigir un equipo no es mandar sin más; es otra cosa. Todos, en una u otra medida, dirigimos equipos, hemos dirigido o puede que lo hagamos en un momento dado. No hablo solo de ser el CEO de una gran empresa. Me refiero a ser el presidente de una comunidad de vecinos, por ejemplo; o de ser tutor de un trabajo académico; o de entrenar un equipo deportivo; o de haber sido delegado o delegada de clase cuando éramos estudiantes; o de dirigir una orquesta sinfónica, o, como yo misma, de dirigir ahora una entidad como esta de antiguos alumnos.
De eso hablo, de la oportunidad de que, por voluntad propia o sobrevenida, seamos en un momento dado líderes de una acción determinada, portavoces de un grupo de personas o, simple y llanamente, elegidos por nuestra naturaleza empática o como queramos llamarlo para ponernos al frente de otros y emprender una misión.
Es en este marco en el que quiero compartir lo que estoy seguro que pensamos muchos, que dirigir supone uno de los ejercicios que más responsabilidad conlleva, ya no tanto porque nuestro objetivo se cumpla o resulte un fracaso, como porque en el itínere habremos de tomar decisiones que podrían afectar a otras personas, bien sean de nuestro propio equipo, bien como efecto colateral derivado de nuestra propuesta.
Toda vez que me pongo al frente de un equipo de personas, siempre me viene a la memoria el clásico perfil del responsable de Recursos Humanos, tan temido por la plantilla como del propio presidente o presidenta de la compañía, en su calidad de autoridad a la que a veces ni conocíamos, salvo en la distancia. Aquel, el responsable de Recursos Humanos. era la primera persona a la que explicábamos nuestras fortalezas en aquella primera incursión laboral, pero también el mismo que nos gestionaba la carta de despedida.
Tengo una edad y eso me permite ser testigo de una feliz circunstancia, que empieza por el buen gusto de cambiar lo de recursos humanos por gestión de personas, incluso de talento de las personas. Y es aquí donde, por ósmosis, para quienes dirigimos personas, sea cual sea la circunstancia o marco, pienso en la oportunidad que representa un adecuado ejercicio de liderazgo y mandato, fundado sobre la base de unos valores, del compañerismo, del savoir faire, sí, pero también delsavoir être, de ser para ellos esas personas que desearíamos que fueran quienes nos dirigieran.
Un afectuoso saludo