Más de cien razones para aprender
Hemos traspasado la barrera de los cien números de esta revista. El que ahora presento es el 101, capicúa, una voz que, en matemáticas, significa que puede leerse del mismo modo de izquierda a derecha que de derecha a izquierda. Podríamos decir que es como leer nuestra revista, una publicación cuyas propuestas persiguen alcanzar a todos por igual, seamos o no entendidos en la materia que corresponda. La ciencia es la que nos ha llevado hasta aquí como Humanidad, pero sin la divulgación de esa misma ciencia seríamos no mejores que lo somos gracias al conocimiento compartido.
Porque de eso trata el desarrollo de una sociedad, de tener acceso a la ciencia desde unos parámetros comprensibles, que es la esencia de los artículos que publicamos cada cuatro meses en Conectados. No me cansaré de repetir, y de agradecer al mismo tiempo, el esfuerzo que supone para nuestros colaboradores idear, concentrar y plasmar sus conocimientos en unas pocas líneas, que luego podremos disfrutar todos. Y hacerlo, como lo hacen, como lo hacéis, reduciendo al máximo la complejidad inherente a muchas materias, de modo que todos los demás, no necesariamente preparados, podamos acceder a esa parte del pastel que venimos en llamar sabiduría y experiencia compartida.
Así lo entendemos en la Alumni+, y así lo aplaudimos de todos aquellos que en cada ocasión hacen un esfuerzo no siempre reconocido, el de escribir de lo que uno sabe y desea que otros aprendan. Esa es la dinámica del flujo de artículos que llegan por cada número, a veces tantos y tan interesantes, que nos vemos obligados a encajar en el siempre limitado espacio de toda publicación, pero desde el convencimiento de que el dicho “el saber no ocupa lugar” se hace más cierto en este caso, pero, sobre todo, del profundo respeto y admiración que sentimos por todos ellos, por todos vosotros. Porque no es fácil aprender y tratar de ser el mejor en lo nuestro de cada día, pero no menos aún trasladar eso mismo a un papel para que otros nos lean. Carl Sagan, brillante astrónomo y astrofísico, o el propio Einstein, por no mencionar a otro gran divulgador, el físico teórico Stephen Hawking, no solo fueron grandes, probablemente los mejores en lo suyo, sino también excelente comunicadores.
Divulgar la ciencia, que es lo que centra en esencia el cuerpo de contenidos de esta revista, Conectados, no es tarea fácil. Pero menos lo es ser un gran contable, como Salvador Marín, y transmitirnos a los demás una ciencia del modo que podamos entenderla, o, cuando menos, abrirnos las puertas a conocer más de ella.
Ocurre otro tanto con colaboradores estables que marcan impronta en esta publicación, capaces de bajar al ruedo y traducir lo mucho que saben sin perder el exigible rigor, como el doctor Javier Cabo o el economista Javier de la Nava. Ni qué decir tiene del resto de articulistas, quienes me permitirán que nos les cite en esta carta, pues ocuparía más de una página. Pero dejadme que celebre el aterrizaje de savia nueva, como Tania Casas, quien ultima su preparación como ingeniera, pero que ya dispone del ingenio para hacernos pensar con su propuesta. No dejéis de hacerlo. Conectados juega a eso, a conectarnos entre todos vía la divulgación del mejor conocimiento.
Un afectuoso saludo.