Visita al poblado íbero de La Bastida de les Alcusses y a la bodega Celler del Roure
Nuria Martos Mérida
Miembro de la ACEF.- UDIMA
Salimos de la sede del CEF.- en Valencia sobre las 9,15 y una hora y cuarto más tarde llegamos al poblado ibérico La Bastida de les Alcusses. Nos recibe el guía encargado de la visita, Gaspar, arqueólogo dependiente de la Diputación de Valencia, que nos atiende con explicaciones muy amenas sobre el asentamiento, características de sus pobladores y de la época en la que estuvo habitado.
El yacimiento es un asentamiento del siglo IV aC ubicado en el extremo suroeste de la Serra Grossa, situado en el término de Moixent (provincia de Valencia), en la cumbre de un cerro alargado y aislado.
El yacimiento ocupa una extensión de 650 metros de longitud y unos 150 metros de anchura. Está a más de 720 metros sobre el nivel del mar, y a unos 200 por encima de las tierras circundantes del Pla de les Alcusses, que es una pequeña meseta elevada por la que se accede y de la cual recibe el nombre. Está considerado como uno de los principales poblados ibéricos de la Comunidad Valenciana, y del mundo íbero, ya que sólo estuvo poblado por iberos y durante un corto espacio de tiempo (fue abandonado de forma precipitada cuando sólo llevaba habitado unos 75 años).
El entorno actual del yacimiento es un espacio forestal, con bosque de pino y matorral mediterráneo bajo. Y aunque el cultivo actual de frutales y cereales en el llano ha transformado muchas parcelas, aún se puede apreciar un paisaje marcado, fundamentalmente, por el ritmo tradicional de las labores agrícolas al no existir un fuerte impacto de construcciones modernas.
Acabada la visita del poblado ibérico, nos desplazamos, a un par de kilómetros hacia el sur, a la bodega Celler del Roure. Se trata de una bodega familiar propiedad de Pablo Calatayud, uno de los grandes enólogos valencianos. En ella no sólo se elaboran dos grandes vinos como Maduresa y Les Alcusses, sino que han recuperado una variedad local casi extinguida, la mandó. La bodega es un auténtico patrimonio histórico y que tiene un tesoro. Se trata de una bodega enterrada del siglo XVII, en perfecto estado de conservación, y que la familia ha puesto de nuevo en funcionamiento, en donde tratan de obtener vino madurándolo en tinajas de barro enterradas en tierra. Nos recibe Pablo Calatayud y nos hace el recorrido por la bodega su hijo Paco. Como colofón, realizamos una cata de dos de sus caldos. Muy agradable todo el recorrido por la bodega. Los anfitriones son gente muy amable y se nota que aman su trabajo.
Bueno, y después de la cata se hizo la hora de comer y nos acercamos a Moixent, donde degustamos en el mesón Perales un menú que realizaron en las jornadas ibéricas en septiembre, con el que probamos, entre otras cosas, el gazpacho moixentí. Buena forma de acabar la visita (cualquier visita). En definitiva, un día estupendo.