Atentamente, Valeria
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Queridos Reyes Magos:
Este año estoy muy ilusionada porque he aprendido a leer y a escribir y por fin puedo redactaros yo la carta. Espero que no se me olvide nada de las muchas cosas que os quiero contar, pero no os aseguro nada porque estoy muy nerviosa.
La escritura no ha sido el único avance que he tenido este año. Una de las cosas de las que más orgullosa me siento es que ha habido muchos días en que he conseguido estar más horas sin el respirador que con él. El doctor me ha dicho que, si sigo así, probablemente solo lo necesite por las noches. ¡No os podéis imaginar lo que es eso!
También ha mejorado mucho mi forma de andar. Ya no avanzo a trompicones y sigo más o menos una línea recta cuando camino. Si no es por las dos enfermeras que todas las mañanas me ayudan a levantarme y que me guían cuando me lanzo a andar, no sé si lo hubiera conseguido… o quizá sí, porque siempre me espera una piruleta como recompensa y eso me motiva mucho a conseguir el objetivo.
Os tengo que contar una de las cosas que más ilusión me ha hecho este año: me han comprado una silla. Es genial y preciosa. Además, es tan cómoda que apenas noto los baches cuando voy sentada en ella. Pero lo mejor no es la silla en sí, sino lo que puedo hacer con ella: salir a la calle. El aire ha dejado de ser aquel elemento ruidoso al que le tenía miedo cuando soplaba contra mi ventana. Ahora, cuando salgo a la calle, agradezco que me acaricie suavemente la cara.
Gracias a la silla he podido conocer en persona a otros niños. Hasta ahora solo los había visto a través de una pantalla. Algunas de las personas que vienen a visitarme me hablan de sus hijos, me enseñan fotos e incluso me hacen videollamadas desde sus casas. Es curioso lo “famosa” que soy, dado que todos me conocen sin yo haberles visto antes. Aunque recibo mucho cariño en esas videollamadas, nada es comparable a los abrazos. ¡Cómo me reconfortan! Cuando me los dan siento que algo de mí se traspasa a la otra persona y que algo de la otra persona se traspasa a mí.
Los abrazos me curan más que las múltiples medicinas que estoy acostumbrada a tomar. No digo que no sean buenas, pero saben horrible. Sin embargo, que te abracen y te digan que te quieran tiene el sabor más maravilloso del mundo.
Este año todos me han dicho que voy a tener el mejor regalo de Reyes que jamás podría tener. Desde que me lo han dicho no pienso en otra cosa. No puedo disimular mi cara de felicidad y mi perenne sonrisa. Sin embargo, esta sonrisa contrasta con cierta tristeza que percibo entre toda la gente que viene a verme. También me sonríen, pero no como otras veces. Enseguida resoplan y miran para otro lado e incluso algunas ocasiones sus ojos se les ponen vidriosos. Es una sensación muy extraña. Es como si mi felicidad en el fondo les provocara una amarga pena.
Cuando vengáis a visitarme, por favor, no os olvidéis de los otros niños que también están en estas fechas por aquí. Los pobres están muy asustados porque no están acostumbrados a estar en este lugar. Lo ven frío e inhóspito, pero no tienen que preocuparse porque no pueden encontrarse en mejor sitio que este para salir más fuertes. Yo he recibido aquí el mayor cariño que jamás haya podido imaginar. Esa ha sido la mejor medicina de todas.
Contando los días y deseando desenvolver pronto vuestro regalo,
atentamente, Valeria
PD: Mi regalo vino en forma de familia. A partir de ahora viviré con ella y dejaré el hospital. Ahora ya entiendo todas las gélidas sonrisas que recibía de un tiempo a esta parte. La verdad es que yo no me quiero ir porque durante toda mi vida no he conocido otra casa. Todos y cada uno de los miembros del hospital que me han despedido me han dicho que era lo mejor para mí. Me fiaré de ellos, dado que hasta ahora siempre me han cuidado. También confiaré en vosotros, al fin y al cabo, hacéis magia, ¿no?
José Manuel Hernández García
Categoría E (mayores de 18 años)