El euro y la razón
Luis Madiedo Hontañón
Abogado. Profesor de Formación y Orientación Laboral
Máster en Dirección y Gestión de RRHH por el CEF.-
Miembro de la ACEF.- UDIMA
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Si echamos la vista atrás a la historia de occidente, analizada con el filtro necesario para comparar los niveles de prosperidad o bienestar y las condiciones técnicas y culturales de cada momento, cualquier etapa, cualquier proyecto de estructura política y social con pretensiones de hegemonía, solo consiguió consolidarse sobre la base de mantener la posibilidad de progreso y la esperanza de una vida mejor para la mayoría de la población. Roma creció cuando inicio la apertura a los pueblos gobernados, estableciendo formas de progreso social y de proyecto de vida para cualquier habitante del imperio que no fuera su enemigo. En la casi siempre considerada oscura edad media, el concepto de cristiandad, que sustituye en occidente al imperio romano, mantiene vías de progreso y promoción económica y social. La construcción de las catedrales medievales, sin ir más lejos, generó todo un movimiento humano y económico que mantuvo viva la esperanza de naciones enteras.
El euro es más que una moneda, es el banderín de enganche, el estandarte de un proyecto europeo, que hoy llamamos Unión Europea, y que solo podrá sobrevivir en tanto sea capaz de mantener la esperanza real y las vías de mejora y progreso para cualquier ciudadano de la Unión que aspire legítimamente a ellas. Encuentro en mi mesa de trabajo, una reciente documentación sobre la Unión Europea de la Universidad de Oviedo que habla de “La gran democracia que hemos conseguido desarrollar para vivir en hermandad”. Bien, esa gran democracia hoy está siendo cuestionada en el corazón y en la mente de muchos españoles.
La Ilustración, el siglo de las luces, supuso un salto cualitativo en el avance del ser humano, innegable, y del cual hoy somos herederos. Esta ruptura, basada en la elevación del razonamiento humano a la consideración de única vía realmente válida para el avance y el progreso en la mejora de la vida del hombre, implicó abandonar cualquier búsqueda de respuesta a los problemas de la humanidad y de la persona individual en la superstición o en la magia. Esta revolución no solo afectó a lo que hoy llamaríamos ciencias experimentales, desde la biología a la física o a la medicina arte científico, sino también a las ciencias sociales, la economía, el derecho, o la política.
El euro es más que una moneda, es el banderín de enganche, el estandarte de un proyecto europeo
La razón debe dominar a las fuerzas irracionales, a las cuales, extrañamente y de forma inexplicable, se apela una y otra vez para justificar medidas que ya comienzan a resultar discutibles y rechazables en el marco del discurso lógico a la luz de la razón. Todo esto bajo el patrocinio de esa “Unión Europea” que como principio fue fruto de un pensamiento avanzado.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos, París 1948, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas tras el final de la segunda guerra mundial y que hasta ayer mismo resultaba redundante en esta Europa del progreso que el euro pretende representar, comienza a ser referencia no ya para estudiantes y estudiosos del derecho o de la historia, sino para cualquier ciudadano del sur de Europa.
La necesidad de someter al escrutinio de la razón a fuerzas inhumanas y autónomas como las que rigen los mercados, que no deben de ser otra cosa que instrumentos para el progreso y no nuevos ídolos paganos en cuyo altar sacrificar el futuro y la esperanza de generaciones enteras, resulta cada día más acuciante, si se quiere mantener la fe en un proyecto europeo, que no puede convertirse en otra forma de imperialismo.