Recuperar la confianza
Manuel Escourido Calvo
Economista y Consultor
Máster en Dirección y Gestión de Pymes por el CEF.-
Miembro de la ACEF.- UDIMA
Foto de Stock.xchng
Si nos ponemos a pensar un poco en la situación actual de España, nos damos cuenta de muchas cosas que no son muy positivas. Por un lado somos menos; a la baja natalidad y el crecimiento vegetativo minúsculo se ha de añadir la huida de gran parte de los inmigrantes que habían llegado en años anteriores y la propia emigración de los jóvenes españoles. Por otro lado, la renta disponible media de las familias españolas ha caído casi un 25% desde su momento más álgido (2007/08). Hemos perdido miles de empresas y el mayor problema de los millones de parados es que no aprenden ni desarrollan capacidades nuevas. Tenemos un mercado y una situación interna complicada.
Se necesitan más reformas y de mayor calado, pero quienes toman las decisiones son demasiado susceptibles a la calle, al comentario de la red social, a la encuesta de intención de voto… y muchas veces, esta susceptibilidad no se sostiene racionalmente, pero es lo que tienen los años de crecimiento de derechos (lo cual está bien) sin explicarle a nadie que ello va acompañado de igual crecimiento de deberes (lo cual es penoso). Ahora ¿quién lo cuenta?
Una de esas reformas debería ir de frente contra la corrupción. Hoy somos un país donde la corrupción se entiende como algo que forma parte del sistema, solo hace falta ver las noticias (políticos, sindicalistas, empresarios… la justicia) y los comentarios de la calle (“yo también lo haría”, “todos son iguales”…). Es este un gran problema, no solo por el enriquecimiento de algunos a costa de otros, sino porque el convencimiento de que “es así y será así” introduce severas distorsiones en el funcionamiento de la economía. Las repercusiones más evidentes son la mala asignación de recursos (sobre todo públicos), la baja productividad, la generación de conflictos… y sobre todo, la pérdida de confianza. Pero, ¿cómo se puede pedir confianza al ciudadano cuando está harto de que todos los días se descubran nuevos escándalos y estos queden impunes?
Es el momento de que la sociedad civil nos lleve a mejores instituciones, a mejores representantes y con todo ello, a un mejor sistema
Podemos seguir siendo el país del Lazarillo de Tormes, donde la picaresca, la trampa, el engaño… sean la fórmula de riqueza de unos y supervivencia de muchos o combatirla, dar un paso al frente y fortalecernos institucionalmente. ¿Qué sería de este país si aflorase toda la economía sumergida? ¿Cómo estaríamos si los dirigentes estuviesen obligados a la total transparencia y rendición de cuentas? ¿A dónde llegaríamos si las responsabilidades se pudiesen exigir en todo momento y cada vez que la acción ilegal o alegal de alguien repercuta negativamente en el interés general? ¿Qué decir de una sociedad donde la relación entre delito y pena sea una clara, recta e inamovible relación causa-efecto? Sin solucionar esta lacra, no podemos funcionar como una sociedad avanzada, porque la desconfianza en el sistema, en las instituciones y en los representantes nos lleva a actuar de igual forma, aunque solo sea por mero instinto de supervivencia (el alto coste de la corrupción se traduce en elevadísimos impuestos, que para muchos significa menos pan al día y, en este contexto, la supervivencia se antepone a cualquier valor moral).
Saldremos de la crisis, más tarde que temprano, más despacio que nunca, pero no llegaremos a buen puerto si no se ha solucionado este gran problema. Una solución que implica cortar por lo sano, sin dejar nada que pueda extender esta lacra (incluso con condenas ejemplarizantes, sobre todo a los que han usado su puesto de poder).
Es el momento de que la sociedad civil nos lleve a mejores instituciones, a mejores representantes y con todo ello, a un mejor sistema, o por lo menos a uno en que podamos confiar. Solo a partir de ahí se generarán las posibilidades necesarias para salir hacia adelante con paso firme y sólido.
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