Desindustralización catastrófica

Maximino González Barfaluy
Presidente de PROGT Motor Club España
Ocio y cultura
Llegados al primer trimestre de 2025, parece que todo es susceptible de empeorar. Como ya comentamos, la automoción ha sido un pilar fundamental del desarrollo durante todo el siglo XX y XXI. Sin duda aportó libertad a los ciudadanos, mientras que para la industria y el comercio supuso un desarrollo y aumento exponencial de su capacidad. Por ello, la situación geopolítica mundial no es ajena a las políticas aplicadas a la industria y más aún a la de la automoción.
Europa ha sido tradicionalmente un referente en la fabricación de vehículos, en eterna lucha con los Estados Unidos y Japón, llegando España a ser el séptimo país de mayor producción automovilística mundial, posición que no hemos sabido defender. La globalización trajo nuevas marcas, principalmente de Corea del Sur, que afectaron a las ventas de vehículos europeos, aunque al tener un producto de mayor valor añadido, se pudo ir solventando la pérdida en ventas.
Mientras, el gigante estadounidense ya llevaba un par de décadas de hundimiento del sector, desde la crisis del petróleo en la década de los 70. Pero las marcas europeas no supieron aprovechar esa crisis eficientemente, y lo que es peor, no fueron capaces de aprender nada de ella, para evitar futuros errores.
Más de 40 años después, combinado con una desindustrialización voraz, una legislación suicida por parte de la Unión Europea y una fuerte deslocalización de la producción, nos ha llevado a una caída de ventas sin parangón. Ahora el ataque oriental ya no viene solo de Corea o Japón, sino que dos gigantes en plena expansión y con libertad normativa están arrasando, como son la India y principalmente China.
A dichos países poco les importan las políticas medioambientales, laborales e industriales de los finos europeos, pero nosotros, como al final no disponemos de renta suficiente, acabamos comprando sus productos, convirtiéndonos en dependientes de productores fuera de nuestra línea de actuación.
Llevamos años tapando nuestras vergüenzas, y creyéndonos mejores moralmente que el resto del mundo, pero el mundo sigue girando sin importar lo que nosotros pensemos. La llegada este 2025 de Trump ha descubierto todas esas miserias sin piedad, y ahora nos rasgamos las vestiduras. Pero él solo piensa en una industria propia fuerte y la revalorización de las marcas propias.
En Europa, los fabricantes están asfixiados por normativas anticontaminación, lo cual les obliga a la producción masiva de vehículos eléctricos, que no tienen una salida real en el mercado, dándose el caso de marcas que, habiendo retirado los vehículos de combustión de sus gamas, han debido de dar marcha atrás. Por otra parte, hay una manifiesta incapacidad de producir baterías, ya que, aunque se dispone de la tecnología para desarrollarlas, ni tenemos materias primas (las pocas que hay no se dejan explotar por leyes contra la minería), ni la producción de las mismas es posible, por el mismo problema de contaminación. El resultado: comprar a los países asiáticos.
En cuanto a los sistemas de seguridad (tanto activa como pasiva) que son obligatorios para homologar vehículos de nueva fabricación en Europa, nos encontramos también que, además del encarecimiento que estos provocan, suponen otro gran escollo a los productores, ya que la fabricación de los microchips necesarios para su control y gestión también se realiza una vez más en el lejano oriente, quedando de nuevo a su merced, como se ha podido comprobar en épocas muy recientes. Parece ser que el tren de la oportunidad se nos vuelve a escapar de las manos, por culpa de a la interminable burocracia de nuestras instituciones. Mientras, los dirigentes sonríen.
Y esto llega a todos los ámbitos de la sociedad, porque la automoción no es solo lo que uno vive, sino que mueve a toda la sociedad.
Cuando se pretende que las carreteras tengan un peaje, porque es injusto que una ancianita que no conduce pague con sus impuestos su mantenimiento, nadie piensa que esa misma ancianita deseará, que en caso de necesidad, una ambulancia pueda circular de la mejor manera posible, por poner un ejemplo.
Los vehículos han cambiado el mundo, haciéndolo más pequeño, más humano, acercándonos entre nosotros, y poco a poco nos van cambiando eso, reduciéndonos la autonomía, la velocidad, la capacidad de carga. Nos hacemos más débiles y dependientes de terceros de dudosa fiabilidad, que no juegan nuestras mismas reglas, pero sí juegan con nuestros capitales.
Como ejemplo más claro y triste tenemos la reciente adquisición de vehículos militares ligeros. Históricamente hemos disfrutado de Land Rover Santana, fabricados bajo licencia en España, Nissan Patrol, de fabricación también nacional, y por último, el denostado Santana Aníbal, también de fabricación nacional. Ahora, debido a nuestra incapacidad vamos a disfrutar de todo un Peugeot Landtrek, que de la marca del león lo único que tiene es el logo, ya que lo fabrica Changan Automobile en la ciudad china de Shenzhen.
Y así todo.