Posverdad y posmodernismo: el triunfo de la estupidez humana

Texto “NO NO YES / NO YES YES / YES NO NO” formado con lápices dispuestos en un juego de tres en raya.

Javier Cabo Salvador
Doctor en Medicina y Cirugía Cardiovascular. Director de la Cátedra de Gestión Sanitaria y Ciencias de la Salud de la UDIMA. Catedrático en Investigación Biomédica de la UCNE. Catedrático de Ingeniería Biomédica de la UCAM. Miembro de la Academia de Ciencias de New York.

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“La historia del mundo es la suma de aquello que hubiera sido evitable”

Bertrand Russell

filósofo y matemático británico

La posmodernidad, que nace durante la segunda mitad del siglo XX, tiene como uno de sus más directos, e influyentes precursores, a Friedrich Nietzsche, junto con Martin Heidegger y Michel Foucault. Posmodernismo que también recibe influencias del marxismo, la fenomenología de Husserl y Heidegger, el existencialismo de Sartre, el psicoanálisis de Freud y el estructuralismo de Levi-Strauss, y que engloba a una amplia y diversa variedad de movimientos y corrientes, desarrollados con la idea de realizar una renovación radical de las formas tradicionales en todos los aspectos, tanto culturales, como del pensamiento, filosóficos y de la vida social.

Movimiento posmoderno que acaba rompiendo los principios de la razón (herencia de la Ilustración), promoviendo el pluralismo, fomentando la diversidad, buscando el “victivismo”, y protegiendo los intereses de las minorías, de los marginados y de los oprimidos (movimiento woke). Movimiento woke que la socióloga Nathalie Heinich lo define como una forma de totalitarismo colindante con el viejo comunismo, que censura de forma dogmática cualquier desviación de su perspectiva ideológica. Adoctrinamiento político, con el intento de lograr el mito de la igualdad, lo que Alain Finkielkraut (filósofo de la academia francesa) llama “modernidad desequilibrada”, desarrollando un tratamiento inquisitorial basado en una premisa y un silogismo falso: “Vencer la exclusión, celebrar la mediocridad y desechar, en definitiva, lo que suponga méritos”.

La Ilustración proclamaba a la razón como motor de la humanidad, pero ya para Nietzsche lo verdaderamente real e importante era el instinto. Con la proclamación de ¡Gott ist tot! –Dios ha muerto–, y del Übermensch –el superhombre–, Nietzsche fue uno de los principales precursores del pensamiento posmoderno. Muerte de Dios, de Nietzsche, que implica la consiguiente muerte de la razón, extendida posteriormente a la muerte del hombre por Michel Foucault, filósofo, psicólogo y sociólogo francés, con grandes influencias de Nietzsche, Heidegger y Marx, y gran defensor del relativismo sexual y del poder social.

Muertes de Dios y del hombre, que profundizan en la destrucción del humanismo y desarrollan un antirracionalismo (deconstrucción), donde el concepto unitario, personal y universal del hombre pasa a transformarse en la diversidad de las identidades, rasgo principal del posmodernismo, junto con la negación de la realidad objetiva, como resultado y fruto de un fracaso. Fracaso del proyecto de finales del siglo XIX y comienzos del XX, conocido como modernismo, que rompe con el clasicismo, en un intento de lograr una hipotética liberación y emancipación de la humanidad, de la tradición, en todos sus sentidos.

Posmodernismo, que rompe con la primacía del sujeto y la razón y con las tradiciones filosóficas e ideológicas europeas heredadas de la Ilustración, del kantismo y el hegelanismo.

Posmodernismo, que fomenta la anulación de la cultura humanística del aprendizaje, anulando el esfuerzo, y la potenciación del talento, fomentando el relativismo, el negacionismo científico, la deconstrucción del lenguaje, la negación de la verdad objetiva independiente de la percepción humana (creando el concepto de posverdad), la “corrección política”, la negación ante la llamada “apropiación cultural” y la llamada “cultura de la cancelación”.

Posmodernismo, creador del concepto, originario del campo de la ciencia ficción, del poshumanismo. Posmodernismo y poshumanismo, que proponen la descentralización del ser humano, buscando reconcebir el concepto de ser humano, entrando en un intento de "desantropocentrización” parcial de la humanidad.

Posmodernismo y poshumanismo, que potencian el abandono de la verdad objetiva, creando una metanarrativa paralela (posverdad) que intenta suplantar esa verdad

lo que Michiko Kakutani (crítica literaria americana ganadora de un Pulitzer) denomina “la muerte de la verdad”. Posverdad que no se basa en hechos y realidades objetivas, sino en una distorsión deliberada de una realidad manipulada, con la finalidad de influir en la opinión de las masas sociales.

Posmodernismo y poshumanismo, que rompen con el principio de la universalidad de la naturaleza humana, iniciado en el siglo V antes de Cristo por Diógenes el Cínico. Principio adoptado posteriormente por los estoicos, y defendido y arraigado plenamente en la Ilustración. Principio que sigue el concepto de que “todos los hombres y mujeres compartimos una misma identidad y pertenecemos a una sola comunidad mundial”; concepto de la universalidad de la naturaleza humana muy arraigado bajo los valores universales de Kant.

El posmodernismo cambia radicalmente ese principio de igualdad por una nueva filosofía y pensamiento, defendido por el filósofo y teólogo alemán Johann Gottfried Herder, quien se opone a la idea ilustrada de la razón, basándose en sus argumentos de que “el hombre es un organismo completo y no se lo puede fragmentar”. Ideas de Herder que potencian y defienden el concepto de la “diversidad”. Principios adoptados por la posmodernidad y que suponen en definitiva un ponderamiento de la ignorancia, la mediocridad y la “sinrazón”, desarrollando lo que Jacques Derrida, filósofo francés de origen argelino, denomina la “deconstrucción del lenguaje y los conceptos”, anulando los pilares y valores humanísticos fomentados por la razón (deconstrucción del logocentrismo y etnocentrismo). Anulación esta ya iniciada con Nietzsche y Heidegger y potenciada por Michel Foucault, quien con sus estudios críticos de las instituciones sociales, en especial la psiquiatría, las ciencias humanas y la sexualidad, establece nuevas relaciones entre el poder, el conocimiento y el discurso, con una férrea defensa de la vinculación entre verdad y poder, y su rechazo final a la verdad.

Posmodernismo, donde predomina el relativismo moral y cultural de una época donde prima lo que se denomina como “la nouvelle ignorance”, la sinrazón, y se potencia la mal llamada “cultura de la posverdad”, características distintivas de lo que el filósofo y sociólogo polaco Zygmunt Bauman califica como propias de la sociedad líquida actual en la que vivimos, en donde se llega a institucionalizar la autodeterminación de género, y se plantea incluso la legalización de la autodeterminación de edad, o la autodeterminación de los llamados “otherkin”, identificados con la condición animal; de los “fictionkin”, identificados con la ficción y la mitología, o de los “weatherkins“, identificados con los fenómenos atmosféricos; relacionando íntimamente la estupidez humana con las ideologías del posmodernismo.

Posmodernismo y empoderamiento de la estupidez humana, según palabras del filósofo y ensayista francés André Glucksmann (gran crítico de la filosofía de Nietzsche, Heidegger, Sartre y del posestructuralismo), fruto de la deconstrucción posmodernista, (iniciado ya con Nietzsche) y de la anulación de la razón, que elimina además todo el pensamiento filosófico desarrollado por Descartes y Kant; y anula el positivismo de Francis Bacon (padre del empirismo filosófico y científico) y de Auguste Comte (creador y formulador del positivismo).

Anulación de la verdad, y la razón, descritas por Descartes en su Discurso del método; y anulación del “sentido común”: An Inquiry into the Human Mind on the Principles of Common Sense, concepto popularizado por el filósofo escocés Thomas Reid, fundador de la “Escuela filosófica escocesa del sentido común”, y que desempeñó un papel central en la Ilustración escocesa.

Posmodernismo donde se exacerba a través de muchos frentes la problemática de la llamada “identidad de género” y el transexualismo, con John Money, psicólogo neozelandés del departamento de psiquiatría pediátrica del hospital John Hopkins, quien introdujo la problemática de la identidad de género, afirmando la independencia radical entre el sexo biológico, y la influencia de la educación, la cultura y el medio social en la configuración de las personas, y la noción de “género”, como el grupo al que

pertenecen los seres humanos de cada sexo entendido desde un “nuevo punto de vista sociocultural”, en vez de exclusivamente biológico, yendo más allá del determinismo genético y la configuración anatómica y fisiológica. Principios que Judith Butler, filósofa neomaterialista y posestructuralista estadounidense, profesora de la Universidad de California en Berkeley, amplía y extiende, defendiendo la deconstrucción total de la sexualidad, instaurando la figura de género neutro (queer).

Siguiendo los ideas de Nietzsche, la posmodernidad se plantea como objetivo el desacreditar y destruir el principio desarrollado durante la Ilustración, de la verdad, fomentando el relativismo, y la “deconstrucción”, conceptos desarrollados, como mencioné anteriormente, por Jacques Derrida y Michel Foucault, y la llamada “French Theory”, generalizando la tesis de que “no hay una verdad sustantiva e indudable, sino que las verdades, en plural, son meras construcciones sociales, que pueden ser variables, dependiendo del criterio de las diferentes comunidades, grupos e incluso a nivel individual”. Algo totalmente contrario a la filosofía analítica de Bertrand Russell, filósofo, escritor y matemático, referente cultural del siglo XX durante el modernismo, quien diferenciaba entre hecho, creencia, verdad y el propio conocimiento.

Otro de los pilares de la posmodernidad es el llamado “negacionismo científico”. Negacionismo científico que evoluciona del racionalismo crítico del filósofo y politólogo austríaco Karl Popper, uno de los filósofos de la ciencia más importantes del siglo XX, gran defensor de la democracia liberal y de los principios de crítica social, quien afirmaba que “una teoría en las ciencias empíricas nunca puede ser probada, pero puede ser falseada, lo que significa que puede y debe ser examinada por experimentos decisivos para distinguir la ciencia de la pseudociencia”. Negacionismo científico que llega al anarquismo del filósofo y físico Paul Feyerabend, de la escuela de Berkeley, quien contradice la lógica del método científico de Descartes, aduciendo que “no existen principios universales fundados en la racionalidad, cayendo en la creación de posverdades y el negacionismo científico populista”. Negacionismo científico desarrollado en el posmodernismo, creado en beneficio de intereses económicos concretos de determinados “lobbies de poder”, como el “comité TIRC” a favor del tabaco, los bulos durante la época del coronavirus, la lucha de las empresas petroleras en contra del Protocolo de Kyoto y la absurdez de la Flat Earth Society, entre otros. Negacionismo científico que cuenta con el apoyo de grandes empresas y múltiples páginas web inspiradas en el “antisemitismo conspiranoico”, y en el supremacismo, que difunden la idea de la creación de un “nuevo orden mundial”.

Posmodernismo, que bajo la influencia del pragmatismo y las ideas capitalistas de Frederick Taylor, creador del “taylorismo”, método de organización industrial cuyo fin era “aumentar la productividad y evitar el control que el obrero podía tener en los tiempos de producción”, ataca de lleno a la sociedad a nivel educativo, y ataca frontalmente las raíces del humanismo, el “atrévete a saber (sapere aude)” de Kant y los valores defendidos por Rousseau, ideólogo y gran influyente en la Revolución francesa y en el desarrollo de las teorías republicanas, creador de una nueva política basada en la voluntad general (volonté générale), y en el pueblo como depositario de la soberanía.

Posmodernismo que también ataca las ideas de John Locke durante la Ilustración. John Locke, uno de los más influyentes pensadores del empirismo inglés, conocido como el “padre del liberalismo clásico”, quien, influido por las ideas de Francis Bacon, realizó una importante contribución a la teoría del contrato social.

Ataque directo del posmodernismo a la educación, entendida esta bajo los principios kantianos de la ética del deber, el esfuerzo y la disciplina, y el fomento del talento, desplazando paulatinamente este modelo ilustrado hacia nuevos modelos pedagógicos enfocados, no en el concepto de la ilustración, sino en formar una “fuerza de trabajo útil” para crear una “masa obrera eficaz” en destrezas manuales, y en el desarrollo de programas educativos de “compresión inclusiva” con ideas populistas, enfocados a las minorías. Programas educativos centrados no en elevar el nivel educativo, y el nivel de los conocimientos, sino en incrementar la “igualdad social” (ingeniería social), desplazando a las humanidades, con un cambio de concepto de la enseñanza hacia una socialización, adoctrinamiento político y productividad laboral, y un modelo pedagógico que anula las certezas, relativiza los hechos y disminuye la carga exigible docente para evitar la frustración. Programa docente con potenciación de la “autonomía del estudiante” y la instauración de un “pedagogismo excluyente de los contenidos”, enfocado de manera obsesiva a inculcar tan solo destrezas y competencias. Programa docente criticado por Hannah Arendt, entre otros, y calificado como un fracaso total de la educación con un sistema educativo donde no se prima y busca ya el conocimiento sino las competencias, y el constructivismo igualitario social, fomentando los conocimientos en ideología de género, etnicidad y sostenibilidad. Programa docente no secundado por países como Singapur, Japón y Corea del sur, que exigen conocimiento y esfuerzo y potencian el talento; y países que están a la cabeza del ranking de enseñanza, como el conocido PISA.

Como afirma Mario Bunge, filósofo defensor del realismo científico y promotor de la filosofía exacta, siguiendo los principios de las dos verdades de Leibniz: verdades de razón (establecidas sin necesidad de investigaciones científicas) y verdades de hecho (vinculadas a propiedades materiales): no hay racionalidad sin verdad, y viceversa. Como reflexión final, en mi opinión, con la sinrazón desarrollada en el posmodernismo y la posverdad, el escepticismo se aproxima de manera cada vez más peligrosa al irracionalismo.

Como mencioné en un reciente artículo de reflexión bajo el título de “El movimiento woke y la tiranía de la mediocridad”, debemos seguir las enseñanzas de Eugenio D'Ors de: “No hay educación, ni humanismo, sin la exaltación del esfuerzo”. Necesitamos volver a la cultura del esfuerzo plasmada en el adagio latino: Ad astra per aspera (a las estrellas por el camino difícil). Lo demás es pura agnotología: engaño inducido y propaganda populista barata. Como decía Arthur Miller: volverán los reaccionarios, pero se fingirán progresistas. constitucional de su regulación7.