La función exponencial
Alejandro Serra
Director financiero de Yaskawa Ibérica.
Máster en Dirección Económico-Financiera por el CEF.
Miembro de la ACEF.
Estos días he estado leyendo un hilo de debate en LinkedIn que me ha parecido muy interesante, y que gira en torno a un tema sobre el que muchas veces he pensado: si la población humana sigue creciendo de esta manera (de forma “exponencial”, de ahí el título de este artículo), ¿cuánto tiempo más será capaz el planeta de seguir abasteciendo de recursos naturales a la humanidad…?
Para desarrollar este tema, yo empezaría por analizar el tema de la expansión demográfica, como base de la cuestión planteada.
Cabe destacar que la población humana ha ido creciendo los últimos 2.000 años en progresión geométrica (hasta los “felices” años 70 del siglo XX), momento en el cual empezó a hacerlo, gracias a Dios, en proporción aritmética, lo que no resuelve el problema totalmente pero sí, al menos, lo suaviza. Por dar las cifras “clave” que explican este fenómeno, he estimado oportuno situar en aproximadamente unos 70.000 años el inicio de la especie humana tal como la conocemos hoy, tras leer diversa bibliografía al respecto (aunque los expertos no acaban de ponerse de acuerdo sobre el año en que aparecieron los primeros precursores del ser humano actual, debido a las diversas teorías de la evolución, fenómenos naturales acaecidos, etc.)
Foto de Stock.XCHNG
Pues bien, aceptando esto como válido, en aproximadamente los primeros 68.000 años la población creció hasta los 1.000 millones; a partir de entonces (año 1804 DC), lo hizo de forma geométrica hasta la década de los años 70 del siglo XX: en 1927 ya éramos 2.000 millones (se duplicó en tan sólo 123 años), en 1960 se alcanzó la cifra de 3.000 millones, en 1974 se llegó a los 4.000 (esto es, se volvió a duplicar en sólo 47 años), en 1987 a los 5.000, en 1999 a los 6.000 y, finalmente, este año 2011 a los 7.000. Está previsto que alrededor de 2023 se llegue a los 8.000, con lo que esta vez habría tardado 49 años en volver a duplicarse, dos años más que la vez anterior (claro que no es lo mismo pasar de 2.000 a 4.000 que de 4.000 a 8.000, en ambos casos es una duplicación pero en el segundo la cosa es más “grave”, por así decirlo…). Por tanto, la progresión del crecimiento se ha ralentizado, máxime cuando los expertos indican que alrededor de 2050 se alcanzará el que debería ser el máximo de la población mundial (10.000 millones), que se mantendría más o menos estable hasta 2100 (por lo que ya nunca se volvería a duplicar), pero aunque así sea, lo que queda claro es que los recursos naturales (tanto los alimenticios –caza, pesca, zonas fértiles, etc.- como los energéticos –petróleo, gas, carbón, minerales,…-) de la Tierra parecen claramente escasos para albergar a tanta gente en un futuro más o menos inmediato.
Añadir, por cierto, que de los 7.000 millones de personas actuales, aproximadamente un quinto de las mismas (unos 1.300 millones) viven por debajo del umbral de la pobreza, dato igualmente muy importante en relación con el espíritu de este artículo.
Esto es, en sí, la clave de la función exponencial, que, como comentaba Einstein, conviene entender lo mejor posible, y cuanto antes, a fin de tratar de evitar que los seres humanos acaben exterminándose los unos a los otros ante la falta de dichos recursos y fuentes de alimentación, como pasó con los renos de la famosa isla de Saint Matthew en el mar de Bering (http://pedazosdecarbono.blogspot.com/2011/02/la-isla-de-st-matthew.html), que narra cómo unos cuantos renos abandonados en dicha isla se fueron reproduciendo continuamente durante años mientras la isla fue prolija en su principal recurso alimenticio (los líquenes), pasándose de unas pocas unidades a varios miles de ellos (unos 6.000), hasta que el alimento empezó a escasear, y, como no “supieron” prever ese suceso ni ponerse de acuerdo para evitar llegar a esta situación, finalmente acabaron desapareciendo todos ellos… De ahí la importancia del control poblacional mundial en el futuro (tal como ya llevan haciendo durante años países como India y China), si se quiere evitar que los seres humanos corramos la misma suerte que los renos de la isla.
Aportación futura de Economía y Ciencia
Llegados a este punto, se trata ahora de ver cómo –aparte de con el control poblacional- pueden colaborar economistas y científicos en adelante para evitar que se llegue a esa situación.
Por empezar por los primeros, mis “compañeros de profesión”, cabría empezar por la definición de “economía” que nos daban en la Facultad: “ciencia que estudia el comportamiento del hombre, como actividad racional a través de la cual busca satisfacer sus necesidades, que son ilimitadas, mediante sus recursos que son escasos / limitados”.
Y aquí es donde aparecen los principales conceptos económicos a este respecto: optimización, gestión y racionalización de recursos y procesos para conseguir utilizarlos eficientemente, sabiendo que nosotros los humanos no podemos “multiplicar los panes y los peces”, y partiendo de la base de que para crecer económicamente debemos ser eficientes desde el punto de vista energético y que el hombre es egoísta por naturaleza y, por tanto, sólo piensa en si mismo (ni en los demás ni, mucho menos, en las generaciones venideras y, por tanto, en el futuro del planeta..).
De los 7.000 millones de personas actuales, aproximadamente un quinto de las mismas (unos 1.300 millones) viven por debajo del umbral de la pobreza
Uno de los métodos al alcance de nuestra mano para poner freno al “abuso” de los recursos naturales, es el de sopesar los recursos disponibles, y, en base a ello, ponerles un “precio”: el pagar más caro un factor provoca que éste se optimice, que se busquen alternativas más baratas y que se diversifique. Es posible que esto por sí solo no sea la solución definitiva pero si el precio de dichos factores es lo suficientemente elevado, como mínimo se habrá logrado algo: que no se derroche. Pero claro, esto también puede ser contraproducente y lograr que, en vez de lo pretendido, mucha menos gente tenga acceso a dichos recursos, mientras que los ricos puede que continúen derrochándolos del mismo modo que antes.
Y relacionado con todo esto está el fenómeno de la “crisis energética”: un país crece a un ritmo suficiente para generar empleo, riqueza, etc. en función de su eficiencia y productividad energética. Y aquí es donde deberían entrar en juego los científicos.
El primer elemento de valoración a este respecto es la cada vez mayor escasez y dificultad de extracción de los combustibles energéticos utilizados hasta ahora (petróleo –peak oil-, gas, carbón, uranio…), e incluso también del agua (existe la teoría de que en el futuro la humanidad se acabará peleando más por el agua que por cualquier otra cosa). Y el segundo elemento sería desarrollar la tecnología necesaria para producir más y de forma más eficiente (óptima), utilizando la misma para aprovechar mejor los recursos de que disponemos. En este sentido, los científicos desarrollarían las técnicas y la maquinaria (I+D+i) necesarias para explotar los recursos naturales de la mejor forma posible y los economistas analizaríamos cómo, habida cuenta de la tecnología disponible en el mercado, las empresas pueden utilizarla al menor coste posible para explotar dichos recursos de la forma más eficiente posible, es decir, optimizando al máximo los factores productivos.
Dentro del tema de la crisis energética entraríamos en un terreno más espinoso, en el que no me voy a extender demasiado, en parte porque no lo conozco a fondo y en parte porque es un tema que conviene dejar a los científicos; pero sí daré algunas pinceladas sobre los temas de las energías alternativas, los biocombustibles y la energía nuclear, los tres aspectos que, al parecer, son más interesantes de cara a evitar que, en un futuro más o menos cercano, nos quedemos sin recursos energéticos (aparte de una mayor “concienciación” sobre el tema del cambio climático y los temas ecológicos con ellos relacionados).
Foto de Stock.XCHNG
Respecto al tema de los biocombustibles (básicamente el biodiesel), al parecer, inicialmente se dijo que a largo plazo no tenían un gran futuro, por cuanto requerían del uso de agua y se tenían que quemar bosques y selvas enteras para poder cultivarlos extensivamente así como sustituir terrenos de cultivo de alimentos. Sin embargo, recientemente se ha probado que se pueden utilizar biocombustibles sostenibles de segunda y tercera generación sin requerimientos de agua y que evitan interferir con cosechas alimentarias o con la tierra en sí misma, tales como las algas o los arbustos oleáceos (como la jatropha).
En cuanto a la energía nuclear, y tras el trágico suceso de la central de Fukushima, y a pesar de los avances en el tema de los aceleradores de partículas, tampoco parece hoy día la mejor solución, aparte de que, al igual que los combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón), supone un recurso finito y además presenta problemas medioambientales importantes, como la gestión de los residuos radiactivos (no así una gran emisión de CO2 a la atmósfera como aquéllos). Asimismo es una energía aún bastante costosa.
Y en cuanto a las energías alternativas o energías renovables o “verdes” (eólica, hidráulica, hidroeléctrica, solar –fotovoltaica-, geotérmica, mareomotriz y biomasa), simplemente mencionarlas aquí, ya que, como comento, se trata de un tema científico que no conozco a fondo (pero que conviene tener muy en cuenta de cara al futuro).
En cualquier caso, todas estas energías deben ser bien estudiadas también por los economistas, a fin y efecto de que sus costes no se extralimiten (como parece que sucede en la actualidad) y sean fuentes de recursos que, aparte de infinitas, no resulten excesivamente caras, ya que en ese caso podría ser “peor el remedio que la enfermedad”. En muchos casos está demostrado que la energía que se emplea para extraer determinados recursos energéticos es superior a la propia energía obtenida de los mismos y, en cualquier caso, es cada vez más elevada.
Lo que sí es evidente es que el mundo no debería dejarse influir por los intereses de los grandes lobbies y empresas gasísticas y petroleras, cuya importancia y relevancia sobre el mercado es tan grande que, probablemente, impide que se puedan tomar las decisiones más convenientes para la humanidad a nivel global.
Por otra parte, además, hay que distinguir entre una “economía de crecimiento” (es decir, la población crece muy por encima del crecimiento de los recursos, y con recursos finitos –a coste elevado- las desigualdades entre una población cada vez más creciente se acentuarán aún más, como suponemos que debió pasar con los renos de la isla, donde probablemente los más fuertes debieron ser los que más subsistieron, quitándoles el alimento a los más débiles por una cuestión “jerárquica”) y una “economía de equilibrio” (la población crece de forma constante y los recursos también, con lo que con un crecimiento equilibrado la humanidad globalmente hablando será cada vez más “pobre”, ya que partimos de una situación inicial desfavorable: “el mismo pan para más cabezas”), un escenario también preocupante aunque algo menos que el anterior.
Otra cosa sería que, como dicen algunos, la humanidad esté en condiciones de irse a vivir a Marte cuando haya esquilmado por completo los recursos de la Tierra, pero qué quieren que les diga, a fecha de hoy no parece una forma de pensar razonable.
Conclusión: la única forma que tiene la humanidad de contrarrestar los efectos de la Función Exponencial comentada al principio de este artículo es mediante la combinación de los tres elementos expuestos: el control poblacional (tarea de los demógrafos), la gestión eficiente, productiva y óptima de los recursos (tarea de los economistas) y el desarrollo de nuevas tecnologías que permitan obtener nuevos y mejores recursos alimenticios y energéticos (tarea que les corresponde a los científicos).
Como corolario, mencionaré una cita que leí hace unos días, que encaja perfectamente con el espíritu de este artículo: “Sólo cuando hayamos cortado el último árbol, contaminado el último río y pescado el último pez, nos daremos cuenta que el dinero no se puede comer".