Lo más normal del mundo
Cuando oigo hablar de volver a la normalidad, después de que hace algo más de un año se declarara formal y mundialmente una pandemia por coronavirus, me entra cierto vértigo por si, acaso, no nos estemos precipitando como sociedad e incurramos en cierta dejación de responsabilidad a la hora de creer que hemos superado esta imprevista prueba.
En los dos últimos números de nuestra revista ‘Conectados’ dedicamos sendos especiales a analizar los porqués, los cómos, los cuándos y los dóndes de una COVID-19 que en 2019 asomó por la puerta, pero que no fue hasta el final de ese invierno, ya en 2020, cuando la corriente de aire la cerró dando un portazo.
En el nuevo número que ahora te presentamos, que recoge como siempre vuestras aportaciones como expertos en distintas materias, apenas ya referimos el coronavirus. Y eso me ha dado que pensar, no porque signifique un desinterés por algo que aún está entre nosotros, sino porque intuyo que responde a una necesidad inconsciente de volver a la normalidad, de regresar al minuto de antes del momento
de aquel 31 de diciembre de 2019, cuando las autoridades chinas daban cuenta pública en Wuhan de varios casos de una neumonía de origen desconocido.
En ese momento, se pararon los relojes y bien podemos decir que todo dejó de ser normal. A las puertas del verano de 2021, cuando desde hace poco nos hemos librado, con condiciones, de portar la mascarilla en la calle; cuando un porcentaje muy elevado de la población ya está vacunada, y cuando las muertes en las UCI ya no nos desbordan como en los primeros meses del 2020, podemos decir que lo normal empieza a ser lo normal. Y si aún no lo es, queremos, necesitamos que empiece a serlo.
Para ello, es el momento de echar el resto, de probarnos como sociedad que estamos a la altura de esta ocasión. La creciente inmunización, los árboles para este dicho, no debe impedirnos ver el bosque. Aún se puede truncar nuestra necesidad de volver a la normalidad si algunos no cumplen con su cuota de responsabilidad.
Es probable que muchos de vosotros hayáis aprovechado este año singular para reforzar vuestros conocimientos y sumado nuevas titulaciones que añadir a un currículum que habrá de afrontar un espacio laboral cada vez más exigente y competitivo.
Junto a la vacuna que salva nuestras vidas, contra una situación como la vivida, que ha tenido consecuencias socioeconómicas inesperadas, nada mejor que la medicina de la formación continua, la misma formación que en su respectivo ámbito ha permitido que la ciencia haya logrado remedio en tan corto e imprevisto plazo de tiempo contra el mal de ese dichoso virus. Hagamos ahora con nuestra serena y responsable respuesta como sociedad que ese “anormal” éxito científico sea en adelante lo más normal del mundo.
Un afectuoso saludo