La opinión pública: una espada de Damocles para los gobiernos

Espada de Damocles

Juan Vives
Graduado en Periodismo por la UDIMA.

Periodismo

En este primer cuarto del siglo XXI estamos viviendo una época apasionante en el mundo de la comunicación por la confluencia de unos medios, cada vez más diversos y plurales, y unas redes sociales que difunden de manera instantánea todo tipo de mensajes, muchas veces, con abstracción de su veracidad.

De los tiempos en los que los reporteros salían en busca de la noticia, hemos pasado a que sean las noticias las que busquen altavoces mediáticos. El ritmo vertiginoso de la producción de todo tipo de informaciones ejerce una enorme presión sobre los medios de comunicación, especialmente sobre los digitales y audiovisuales, que se ven obligados a decir algo de manera inmediata, con el consiguiente riesgo de precipitación y errores. Esta efervescencia informativa incide en una sociedad cada vez más polarizada que resume sus opiniones con un click o con un like, casi como sucedía en el antiguo circo romano.

En un mundo cada vez más interactivo, la influencia de los medios de comunicación en la construcción de la opinión pública es creciente. Una influencia, que ratifica su consideración histórica como "cuarto poder", en el que ahora habría que incluir también el efecto de las redes sociales.

La importancia de los estados de opinión

En democracia, los estados de opinión son los que quitan y ponen gobiernos. Más allá de la ideología, una parte importante de los votantes, generalmente ubicados en el centro político, introducen su papeleta en las urnas impulsados por las percepciones personales que ellos mismos se han formado en el transcurso de la propia campaña electoral. Así lo confirma el barómetro del CIS, según el cual, casi la mitad de los electores decide su voto durante los quince días previos a la fecha de las elecciones. Y de ellos, una quinta parte lo hace en la víspera e incluso en el mismo día de la votación.

Se puede concluir que, al final, son este grupo de indecisos quienes "deciden" realmente los resultados de las elecciones. De ahí, la gran importancia que tienen los estados de opinión en democracia y que explica la proliferación, en los últimos años, de numerosos expertos en comunicación política que analizan su impacto potencial en cada momento y miden su evolución, como el médico que vigila la salud de su paciente. No es casual que se utilice habitualmente la denominación de "barómetro" para referirse a los estudios de opinión, en un claro paralelismo con los clásicos instrumentos de medición de la presión atmosférica.

La enorme dependencia de los gobernantes respecto a los estados de opinión es de tal calibre, que recuerda aquel antiguo episodio cercano a la leyenda, que hemos conocido a través del relato del historiador griego Tauromenio, y que posteriormente haría popular Cicerón. Según este relato, siendo Dionisio I el viejo, tirano de Siracusa, Damocles, un cortesano extremadamente adulador, se recreaba a diario proclamando a los cuatro vientos la gran fortuna de

Dionisio, al disfrutar de un estatus privilegiado, pleno de poderes y riquezas.

Tal era el clima creado por Damocles, que Dionisio le ofreció intercambiarse con él mismo durante un solo día. Para celebrarlo, se preparó en su honor un banquete por todo lo alto y, al final de la grandiosa comida, Damocles miró hacia el techo, percatándose, en ese preciso momento, de que una afilada espada pendía sobre su cabeza, atada por un solo pelo de crin de caballo.

Tal fue su angustia que, una vez se dio cuenta de la presencia de la espada, ya no pudo seguir disfrutando ni un instante más del agasajo y pidió a Dionisio recuperar rápidamente su antigua posición, prometiéndole no volver a envidiar jamás su aparente fortuna. Dionisio explicó a Damocles que su vida siempre pendía de un delicado hilo, por lo que, ante tal amenaza, resultaba imposible el disfrute que aquel le achacaba.

La opinión pública, es para los gobiernos, como esa espada de Damocles. Del estado de opinión, depende su estabilidad en el poder.

Pero, ¿cómo se forma la opinión pública?

Ahora, cuando acaban de cumplirse quince años de la creación de Twitter, las redes sociales han introducido un nuevo factor, más difícil de controlar, en la construcción de los estados de opinión. Pero, a pesar de esta circunstancia, los grandes medios de comunicación siguen teniendo una decisiva influencia a través del modo en que tratan y organizan los contenidos especialmente políticos y el tipo de cobertura de sus informaciones. Dicho de otra manera, el medio puede intervenir y, de hecho, interviene decisivamente en el debate político mediante tres formas de actuación: la selección, la argumentación y el ocultamiento de los asuntos públicos del país.

Como recuerda, José Ramón Santillán, en su artículo sobre "Teorías de la comunicación y opinión pública" (2015). Revista Razón y Palabra, (90), 676: "La comunicación política del siglo XXI tiene tres funciones clave: agendar, tematizar y silenciar, que remiten a los conceptos teóricos introducidos por Maxwell MxCombs, Niklas Luhmann y Noelle-Neumann, respectivamente".

Así, además de difundir las principales noticias que se producen en el día a día, el medio selecciona como tales aquellos temas sobre los que pretende centrar la atención del público; expone su criterio sobre ellos, mediante editoriales y artículos de opinión y silencia u oculta opiniones y argumentos contrarios a su intención política. Todo ello condiciona la percepción de las informaciones. De hecho, lo normal es que, ante una misma información, veamos titulares radicalmente distintos, según la línea editorial del medio que la publique.

La teoría de la espiral del silencio: una explicación sencilla de un problema complejo

Esta brillante teoría explica de manera muy gráfica y didáctica, el proceso de construcción de la opinión pública mayoritaria. Elisabeth Noelle-Neumann, extraordinaria politóloga, socióloga y periodista alemana, la formuló hace casi cincuenta años. A través de sus propias observaciones, llegó a la conclusión de que las personas tendemos a ocultar nuestras verdaderas opiniones cuando pensamos que la mayoría no las comparte o creemos que mantiene opiniones contrarias a las nuestras.

La sensación de encontrarse en minoría conduce a la inhibición, al silencio y a evitar expresarse públicamente con sinceridad. Así, las personas percibimos la presión ambiental sobre lo correcto o lo incorrecto y sentimos la influencia de las mayorías como una medida de presión social y de aislamiento del diferente, del que piensa distinto. Por el contrario, aquellas personas que creen que sus opiniones coinciden con las de la mayoría, tienden a expresarlas abierta y públicamente, sin ningún tipo de complejos.

Esta dualidad conformada por hablantes y silenciosos provoca que las ideas que percibimos como no coincidentes se retraigan y silencien, produciéndose una espiral regresiva que hace que se vayan diluyendo de manera progresiva y constante.

Elisabeth Noelle había vivido en primera persona los momentos de auge del nazismo en su país, en los que la presión ambiental silenciaba el pensamiento de aquellos que se sentían en minoría y expuestos, por esta circunstancia, a la represión totalitaria.

Los sondeos electorales y su relación con la espiral del silencio

Los sondeos electorales potencian también nuevas espirales del silencio cuando pronostican unos pobres resultados a determinadas opciones políticas. Esta información provoca en los potenciales votantes el sentimiento de encontrarse en minoría, lo que incentiva el trasvase de su voto a partidos ganadores con mejores previsiones. Como decía Elisabeth Noelle, "parece que el miedo al aislamiento es la fuerza que pone en marcha la espiral del silencio".

A modo de conclusión

Como decíamos al comienzo de este artículo, los estados de opinión son claves en una democracia y son tan cambiantes como los propios estados anímicos de las personas.

El resultado de estos procesos dinámicos y constantes es la opinión pública que, en una democracia, es de vital importancia, al representar, como dice la RAE, "el sentir o estimación en que coincide la generalidad de las personas acerca de asuntos determinados".

La opinión pública, por su propia naturaleza, es variable y tiene la llave para mantener o cambiar gobiernos. La vida política de nuestros representantes depende de ella. Podría decirse que la opinión pública es la espada de Damocles que pende permanentemente sobre sus cabezas.