Oporto, no solo vino
Viajes
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En línea con los tiempos apresurados que vivimos y gracias a su proximidad y a las líneas aéreas low cost, Oporto se ha convertido en un destino muy frecuentado para un buen número de viajeros españoles, que aprovechan un fin de semana o un puente festivo para visitar esta bella ciudad portuguesa.
Sin embargo, como ocurre con la mayoría de los lugares, dos o tres días pueden no ser suficientes para descubrir todos aquellos aspectos y rincones que le imprimen su carácter, en especial en lugares en que tradición y modernidad se mezclan. Es el caso de Oporto, que requiere del viajero callejear y hablar con sus gentes como única manera de poder asomarse un poco al alma de esta hermosa ciudad.
Hay que armarse de valor y probar las tripas à moda do Porto, el santo y seña de la cocina portuense
Gobernada por el río Duero, Oporto es mundialmente famosa por el vino del mismo nombre cuyos soleados viñedos dan un color dorado a toda la ciudad. Los orígenes de la segunda ciudad portuguesa se pierden en la historia y de ello queda como legado un importante patrimonio histórico-artístico. Su centro histórico impresiona por el fuerte carácter de sus construcciones, destacando las imponentes torres de la catedral-fortaleza. A su alrededor, podremos disfrutar de la belleza de numerosos edificios declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Son de visita obligada entre otros, la Iglesia y Torre de los Clérigos, el Palacio de la Bolsa y el Palacio Episcopal.
Paseando por sus calles encontraremos ejemplos de arte Románico, Gótico, Barroco, Neoclásico y de la Arquitectura del Hierro, coexistiendo con las atrevidas obras contemporáneas de la Escola do Porto, buque insignia de la arquitectura moderna portuguesa.
Mención aparte merecen los puentes que cruzan el Duero. Surgidos de la necesidad de conectar Oporto con Vila Nova de Gaia, rivalizan en la innovación de su construcción. El más antiguo, el Ponte das Barcas, data de 1806, y a lo largo de los siglos XIX y XX se construyeron los restantes: el Ponte do Infante, el Ponte Maria Pia, el Ponte da Arrabida, el Ponte do Freixo y el Ponte de Luiz I, que sustituyó al antiguo Ponte Pensil. Y ya que estamos en la vecindad del rio, sentarse al atardecer en una de las muchas terrazas que jalonan las orillas del Duero –la Ribeira- es una experiencia imprescindible y muy recomendable para el visitante.
Como segunda ciudad portuguesa, Oporto ha rivalizado siempre con Lisboa, y por ello tanto la oferta turística de ocio como de vida cultural no tiene nada que envidiar a la de la capital. Para los amantes de los libros es visita obligada la librería Lello e Irmao, considerada una de las más bellas del mundo, situada en el centro de la ciudad en un edificio neogótico que data de 1906. Enclavado en el magnífico Parque de Serralves, el Museo de Arte Contemporáneo, obra del arquitecto Álvaro Siza Vieira, merece una visita no solo por su contenido sino también por la grandeza del edificio y su perfecto encaje urbano. Muy recomendable es también acercarse a la Casa da Música, obra del arquitecto holandés Rem Koolhaas, cuya imagen se ha convertido en icono de la ciudad y que ofrece una envidiable programación que incluye todos los estilos.
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Cualquier guía turística medianamente decente nos indicará otros lugares de la ciudad dignos de ser visitados en función de nuestros intereses. Así como irse de la ciudad sin subir en su conocido tranvía que te acerca al Atlántico, sería también un contrasentido abandonar Oporto sin visitar las famosas bodegas que elaboran el vino del mismo nombre. Situadas en Vila Nova de Gaia, algunas de ellas ofrecen visitas guiadas que nos permitirán conocer la peculiaridades y variedades de este vino, tan celebrado por los británicos. A propósito, y para golosos, no hay que perderse los chocolates elaborados con dicho vino.
Y ya que entramos en temas gastronómicos, hay que armarse de valor y probar las tripas à moda do Porto, el santo y seña de la cocina portuense, sin olvidar el bacalao y otro plato contundente como la francesinha, una auténtica bomba calórica en forma de sándwich de embutido y carne, cubierto de queso y una salsa, mollo de francesinha.
Y para conocer las interioridades de esa gastronomía y de la vida cotidiana de los portuenses conviene acercarse al Mercado do Bolhao, que data de 1914, y aunque presenta un aspecto algo decadente y ajado, en él se respira el espíritu de la ciudad por los cuatro costados. Está pendiente una rehabilitación que se va postergando (¿la crisis?), aunque si llega, tal vez ya no será lo mismo.
En muchas ocasiones lo que tenemos más cerca es lo que menos conocemos tal vez porque pensamos que en cualquier momento podremos acercarnos. Así, a menudo postergamos la visita en favor de destinos más lejanos, exóticos o que están más de moda. Un viaje al norte de Portugal, visitando además de Oporto lugares como Braga, Viana do Castelo o Aveiro, entre otros, es algo que no conviene aplazar.