Pacto de estado en medicina personalizada y regenerativa. Una ilusión cuántica

Gabinete médico

Javier Cabo Salvador
Doctor en Medicina y Cirugía Cardiovascular. Catedrático de Ingeniería Biomédica y Gestión Sanitaria. Director del Departamento de Ciencias de la Salud de la UDIMA

Investigación

Hay una gran diferencia entre la filosofía occidental y la oriental, entre la filosofía de Confucio y la de Sócrates y, aunque soy bastante afín a la cultura oriental, a veces discrepo de la filosofía de los tres monos (en japonés san saru), también conocida como los tres monos sabios o místicos, filosofía muy popularizada a través de los tres monos representados en la escultura de madera de Hidari Jingorö, ubicada en los establos sagrados del santuario de Toshogu en Mikko, un pueblo de montaña al norte de Tokio.

Los nombres japoneses de los tres monos -Mizaru, Kikazaru, Iwazaru- significan «no ver, no oír, no decir», y tradicionalmente se ha entendido como «no ver el mal, no escuchar el mal y no decir el mal»; el dicho tuvo su origen en la traducción del código moral chino del santai, la filosofía que promulgaba el uso de los tres sentidos en la observación cercana del mundo observable. El significado del tema de los tres monos es complejo y diverso; así como para la élite intelectual se encontraban relacionados con el mencionado código filosófico y moral santai, entre el pueblo el sentido era «rendirse» al sistema, un código de conducta que recomendaba la prudencia de no ver ni oír la injusticia, ni expresar la propia insatisfacción, sentido que perdura en la actualidad.

Pero ¿debemos trascender la mente y la razón para comprender desde el corazón la realidad de la existencia? Aunque muchos físicos han aprendido a utilizar las leyes cuánticas e incluso predecir fenómenos basados en sus cálculos, todavía no está claro por qué el observador de un experimento determina el comportamiento del sistema y favorece un estado sobre otro. Carl Jung y Wolfgang Pauli afirmaban que las leyes de la física y de la conciencia debían ser vistas como leyes complementarias. ¿Puede ser esta la evidencia de la importancia de la participación de nuestras mentes en el funcionamiento de las cosas?

Richard Feynman, premio Nobel de Física conocido por su trabajo en la formulación integral de la mecánica, electrodinámica y computación cuántica, en su conferencia “There is plenty of room at the bottom”, pronunciada en la reunión de la American Physical Society en el Instituto de Tecnología de California en Pasadena, sentó en 1959 los pilares de lo que más tarde se conocería como nanotecnología, pronunciando textualmente la frase: “We might one day 'swallow the surgeon”. Esto que pareció solo un sueño de un científico, fue una realidad llegando al momento actual, donde el desarrollo y los avances de la medicina en las últimas décadas han sido espectaculares, pasando desde una época centrada en la innovación y desarrollo de productos médicos y soluciones tecnológicas basados en modelos previamente testados con evidencia clínica, a la presente década, época del auge y desarrollo de los servicios con la creación de plataformas enfocadas a la gestión de la salud en tiempo real, y entrando de lleno en el desarrollo de soluciones que, usando la inteligencia artificial, la robótica, la realidad aumentada, la ingeniería genómica y la nanotecnología, están enfocadas hacia el cuidado preventivo y la medicina personalizada.

La confluencia de estos tres modelos de desarrollo, los productos con base tecnológica, las plataformas y aplicaciones y las soluciones con sistemas inteligentes cognitivos, junto con una cultura más proactiva de la ciudadanía y con una gran accesibilidad y posibilidad de transmitir y gestionar la información con datos tanto estructurados como no estructurados, ya sea desde los grandes hospitales como desde las futuras residencias medicalizadas o desde los mismos hogares a nivel individual y familiar, ofrecen grandes posibilidades de mejora en los cuidados de la salud, de prevención de enfermedades y de mejora de la gestión socio-sanitaria y la gestión de pacientes crónicos, y se encaminan hacia una medicina de gran precisión previamente inigualable.

Cada vez se oye más hablar en la prensa popular de términos como medicina personalizada y medicina regenerativa, y eso es bueno porque es la manera más rápida de concienciar a la gente de su necesidad y de que por ende se demande su aplicación dentro de nuestro SNS, lo que obligue a los políticos a implementarla. ¿Podrá algún día llegar a consensuarse un pacto de Estado en sanidad en esta y en otras cuestiones?

Personalmente pienso que en esta nueva XIII legislatura, con unas Cortes de compleja representación, al no contar ninguna formación con una mayoría suficiente para acometer con holgura proyectos de la envergadura que planteo, me temo que será muy difícil que se pueda llegar a algún pacto de Estado mínimamente coherente y presentable.

Pero nunca se sabe, y así como en el mundo cuántico cuanto más precisa es la medición del momento de una partícula, menos precisa es la medición de su posición, a veces la validez de las leyes cuánticas que operan en pequeñas partículas por lo general pasan desapercibidas en nuestro mundo macroscópico. De esa manera un pacto de Estado, como el que aquí propongo, puede llegar a ser la evidencia de la participación de nuestras mentes en el funcionamiento del Universo real. Este término de medicina personalizada, que parece tan novedoso y disruptivo para algunos, no deja de emplear el mismo concepto del aforismo antiguo hipocrático de la medicina occidental, en el que se expresaba literalmente que “no existen enfermedades, sino enfermos”.

En Estados Unidos la Precision Medicine Initiative, de Obama, destinó 216 millones de dólares en 2016 para dotar una iniciativa con el NIH, el National Cancer Institute (NCI), la FDA y la ONC (Office of the National Coordinator for Health Information Technology). El aspecto más distintivo de este proyecto fue la creación de una base de datos en la que un millón de voluntarios proporcionaran datos genéticos, muestras biológicas e información clínica con el objetivo de predecir el riesgo, comprender cómo y por qué ocurren las enfermedades y mejorar las estrategias de diagnóstico y tratamiento. La Personalized Medicine Coalition, una iniciativa en la que se integran universidades, centros de investigación y compañías farmacéuticas de Estados Unidos, ya ha publicado 39 estrategias para la inclusión de técnicas de medicina de precisión en la práctica clínica.

Pero no es el único Gobierno interesado. El Gobierno chino ha aprobado un plan de cinco años con el mismo fin. Priorizar la genética para ofrecer una mejor práctica asistencial. La Academia de Ciencias china ha aprobado un presupuesto de 60 billones de yuanes (9.200 millones de dólares), que se desarrolla entre 2016 y 2020.

También en Europa, el International Consortium for Personalised Medicine (ICPerMed), constituye el proyecto más relevante formado por la Comisión Europea y más de 30 socios europeos y extraeuropeos en representación de ministerios y agencias financiadoras. Su objetivo fundamental es estimular la investigación y la implementación de la medicina personalizada mediante reuniones, talleres, congresos, encuestas, publicaciones estratégicas e iniciativas conjuntas. Tiene su origen en los talleres preparatorios organizados por la Comisión Europea, junto con varias iniciativas posteriores, incluyendo el séptimo Programa Marco y el establecimiento en 2011 de EuroBioForum y el consorcio CASyM.

En Francia, el Institut National du Cancer (INCa) dispone de un marco institucional para integrar la medicina de precisión en la atención sanitaria estándar, y el Plan France Médecine Génomique 2025, publicado en 2016 y con proyección hasta 2025, busca dotar a este país de los medios y del tejido industrial necesarios para introducir este nuevo enfoque en la atención sanitaria y lograr que en Francia se erija esta disciplina como motor del desarrollo económico.

Otros países como Estonia, Islandia o Reino Unido han desarrollado iniciativas para la creación de biobancos poblacionales que permitan establecer asociaciones entre biomarcadores, historia clínica y estilo de vida.

En nuestro país todavía no se ha desarrollado una estrategia general sobre medicina de precisión a nivel estatal. Existen iniciativas como las del Instituto de Salud Carlos III (convocatoria de proyectos en el campo de la medicina de precisión, participación en REDIEX o ELIXIR); junto con proyectos realizados a nivel local como el Plan Integral sobre Medicina Genómica en Cataluña, el Proyecto Genoma Médico en Andalucía, el proyecto Future Clinic en la Comunidad Valenciana o el proyecto MEDEA de Extremadura. Solo hechos aislados y no interconectados.

La medicina de precisión es una realidad en la práctica clínica asistencial y ha comenzado a cambiar los paradigmas de la medicina e incluso a modificar la forma de clasificación de las enfermedades. La medicina de precisión potencia la efectividad y eficiencia, ya que permite emplear las estrategias terapéuticas más apropiadas para cada paciente en función del mecanismo molecular subyacente de la enfermedad y las características genéticas individuales. Además, favorece la aplicación del esquema terapéutico más oportuno, ya que toma en consideración la variabilidad genética que determina el metabolismo de los fármacos y su farmacodinamia, junto a factores ambientales que también inciden en su disposición. Así, evita la exposición de los pacientes a fármacos que no son útiles, reduciendo las posibilidades de efectos adversos relacionados con los medicamentos en pacientes sin posibilidades de respuesta, así como las complicaciones secundarias derivadas de tratar a los pacientes con fármacos ineficaces y la pérdida de oportunidad y coste inútil que ello supone.

Desde un punto de vista económico, la medicina de precisión se presenta como una oportunidad de desarrollar un sector industrial de alto valor estratégico, sanitario, científico y económico, y la medicina de precisión se plantea como herramienta para contribuir a la racionalización del gasto sanitario y contribuir a la sostenibilidad del sistema sanitario.