¿El peor discurso navideño del rey?

Félix Mª Aguado Carrero
Director del Departamento Financiero, Afianza Asesores y Consultores 
Máster en Dirección Económico Financiera por el CEF.-
Profesor del CEF.-

¿El peor discurso navideño del rey?
P. Polak. Wikimedia Commons

El discurso de Navidad 2016 de Su Majestad Felipe VI ha sido, sin duda, el que menos expectación ha levantado de los tres discursos de su reinado, y el que ha acumulado una menor audiencia televisiva desde hace 18 años.

Desde luego, ha sido el primer discurso normalizado del nuevo monarca, ya que el de 2014 despertó expectación por ser el primero, y el de 2015 por darle un “aire” de mayor solemnidad, al ser grabado en el Palacio Real, en lugar de la sede habitual de Zarzuela.

A partir de ahí, hemos de decir que el discurso de este año inauguraría la “normalidad” democrática del nuevo reinado. Lo lógico y natural, como en todos los países de nuestro entorno en los que la jefatura del estado, monarquía o república, es un cargo simbólico y no ejecutivo, es un discurso que trate de acoger y contentar a todos los ciudadanos, buscando los lugares comunes de encuentro, que cuente con el visto bueno del Gobierno, y que sea de todo menos noticia.

En este sentido, nos felicitamos del “perfil bajo” que ha adoptado Su Majestad para el discurso de este año, máxime cuando el Rey ha contado durante 2016 con un elevado protagonismo involuntario, debido a la crisis política de formación de Gobierno, teniendo que evacuar hasta cinco rondas de consulta con los portavoces parlamentarios, en una situación inédita durante los últimos 40 años de democracia. Circunstancia, además, en la que el monarca ha sabido mantener su papel moderador y neutral, haciendo oídos sordos a algunos “cantos de sirena” que le invitaban a mantener una posición más proactiva y “moderadora”.

Venimos de un reinado anterior de D. Juan Carlos que, por fuerza histórica, ha contado con un papel personalista y protagonista por parte del monarca, primero al ser él mismo el que encabezó la reforma política, convirtiendo su jefatura del Estado de dictatorial en  democrática, y salvando después a la nación del intento golpista de 1981. Como se ha dicho en los mentideros políticos, los españoles, monárquicos o no, éramos todos “juan carlistas”, en el sentido de tener mucho que agradecer en esa transición democrática al Rey emérito.

Sin embargo, Felipe VI se ve obligado, siquiera de manera informal, a encabezar una “segunda transición” en la jefatura del Estado. De igual forma que ha sido la sucesión democrática de los gobiernos de diferentes signos políticos lo que ha conducido a la normalidad y estabilidad institucional del poder ejecutivo, ahora debe efectuarse dicha normalidad y estabilidad institucional en la sucesión a la jefatura del Estado, y el discurso “normalizado” de este año contribuye a ello.

Nos felicitamos del “perfil bajo” que ha adoptado Su Majestad para el discurso de este año

No obstante, y alabando el marcado carácter social del discurso navideño del Rey, señalando que de la crisis económica debemos salir todos los ciudadanos juntos, se han echado de menos algunos temas de candente actualidad, sobre los cuales hubiera cabido esperar algún tipo de pronunciamiento, a saber:

- Ser más explícito sobre el desafío soberanista catalán, al haberse hecho solo un comentario genérico sobre el obligado cumplimiento de la Constitución y las leyes por parte de todos, pero se podría ser más extenso en relación a los siglos de historia común, los numerosísimos aspectos que unen a los catalanes con el resto de los españoles, muchísimos más que los que pudieran separarnos, o la necesidad de búsqueda de consensos para encontrar el mejor acomodo de las nacionalidades históricas españolas dentro del actual orden autonómico constitucional.

- Se ha omitido cualquier alusión al aspecto de la violencia de género, que sigue siendo una de las mayores lacras de nuestra sociedad por resolver, que afecta mayoritariamente a las mujeres, pero también a algunos hombres y a los niños, víctimas inocentes de las desavenencias y violencia entre sus padres.

- También se echó de menos un comentario en relación al tema de la corrupción, que incluso ha afectado a la institución monárquica a través del caso Noos, donde una afirmación categórica al respecto sobre la igualdad ante la ley de todos los españoles, una petición a los partidos políticos, en el sentido de profundizar en las medidas que prevengan situaciones futuras de corrupción, así como el respeto de la Corona a las decisiones judiciales (no podría ser de otro modo) hubiera sido bastante ejemplificador.

- Habría sido posible igualmente un párrafo más explícito sobre la posible reforma constitucional, aludiendo a la necesidad de no debilitar los extraordinarios y amplísimos consensos alcanzados durante la tramitación y aprobación de la Constitución de 1978, es decir, aprovechar la actual situación de minorías parlamentarias para inaugurar un nuevo consenso que mejore en algunos aspectos nuestra Carta Magna, pero evitando la tentación, tan habitual en nuestra historia reciente, de hacer una reforma de unos españoles contra otros.

- Por último, aunque no menos importante, se echó de menos una reseña a los dos asuntos de mayor actualidad internacional, que son temas que internamente en España suscitan un total consenso: i) La lucha contra el terrorismo yihadista internacional, donde España siempre ha jugado un papel proactivo, aprovechando la obligatoria experiencia antiterrorista de nuestros cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado; ii) El desafío de la guerra en Siria e Irak y el drama de los refugiados, donde el papel de la política exterior e interior de la Unión Europea se antoja esencial para su resolución favorable, es decir, que se trata de retos que sin duda requieren más Europa.

Como conclusión, diremos que alabamos las formas del discurso del Rey, que de alguna manera significa el final de la transición en la jefatura del Estado, después de un difícil año por la incertidumbre política para la institución, si bien cabría haber incluido algunos temas de actualidad, como los reseñados o algún otro, por lo que desde el punto de vista del fondo o del contenido el discurso sería manifiestamente mejorable. Aunque, sin duda, la mejor noticia para la institución y para el país es que estos comentarios no sean, precisamente, noticia, sino que el discurso del monarca se haya incorporado a la normalidad política de nuestro país.