Pepe Oneto o la inmortalidad del periodista
Juan Vives
Graduado en Periodismo por la UDIMA
Periodismo
Un mal día de este caluroso octubre se nos ha ido Pepe Oneto. Lejos de su añorado Cádiz, en San Sebastián. La noticia de su muerte aparecía en las portadas de la mayoría de los diarios junto a otras como la moción de censura en el Parlament de Cataluña, la situación del Brexit, la prohibición de la exposición de cuadros del asesino de Tomás y Valiente, la dimisión de la segunda de Errejón y el descubrimiento de que un nuevo fármaco para prevenir el ictus puede evitar la pérdida de memoria en el alzhéimer.
La muerte siempre es noticia porque siempre nos sorprende. Llega inesperadamente, de manera traicionera, pero siempre llega antes de tiempo. A todos los amantes del buen periodismo, la desaparición de Pepe Oneto nos ha provocado una enorme tristeza, una sensación extraña. Al enterarnos, el corazón nos ha dado un vuelco. Nos habíamos acostumbrado a tenerlo con nosotros como si esto no pudiera pasar nunca y, súbitamente, lo perdemos. De un día para otro, de repente. Y ahora nos cuesta hacernos a la idea de que ya no esté.
Su llamativo flequillo le acompañó desde siempre, nunca le abandonó. Una expresión más de su espíritu combativo y provocador desde que era un joven periodista con una enorme personalidad.
Sus comienzos como periodista se remontan a la década de los sesenta. Curiosamente, su primera casa, en 1967, fue el diario Madrid, bajo la dirección de Antonio Fontán. Formó parte de su equipo de redacción junto a otros, entonces, también jóvenes periodistas como Miguel Ángel Aguilar, Nativel Preciado o Federico Ysart. Sus estudios en periodismo y en ciencias económicas le facilitaron la posibilidad de ocuparse de la información económica y también de la política que, al fin y a la postre, sería su dedicación y su gran vocación.
Tras su etapa en el diario Madrid, truncada prematuramente por la orden de cierre del periódico, fue redactor, subdirector y director de la revista Cambio 16, en cuya etapa recibió el Premio Nacional de Periodismo. En 1987 pasó a dirigir la revista Tiempo, de la que siguió siendo colaborador hasta su cierre hace poco más de un año. Dentro del Grupo Zeta, en una etapa de tres años, dirigió los informativos de Antena 3. Y hasta hace muy pocos días y pese a sus 77 años cumplidos, continuaba con su labor periodística en el digital La República de las Ideas. Pepe nació periodista y murió siendo periodista.
Es llamativo que fuera el cierre del periódico lo que motivara su prematura salida del diario Madrid, pero también, desde la mayor objetividad, conviene destacar el hecho de que en 1986 apelara en su demanda a la cláusula de conciencia para reclamar su derecho a resolver su contrato con Cambio 16. En el fondo de la cuestión se encontraba el cambio ideológico experimentado por la publicación hasta el punto de ver censurada su crónica semanal por razones políticas. Entonces, la Asociación de la Prensa de Madrid, entre otros colectivos, apoyó su demanda.
Leopoldo Calvo Sotelo conversa con el
periodista José Oneto. Pool Moncloa.
17 de diciembre de 1981 (cropped)
La emisión en los informativos de Antena 3 de las imágenes del suicidio de Ramón Sampedro, en 1998, supuso su salida precipitada del grupo Atresmedia. De nuevo, su concepción del periodismo se había interpuesto en su camino. Sus principios siempre por encima de sus intereses.
Se ha ido pero nos deja sus obras, sus artículos, sus reflexiones tertulianas, su opinión. Pero, además, nos deja su gran aportación a nuestra democracia. Solo basta leer algunos artículos y editoriales de la década de los setenta, para darse cuenta de la enorme contribución del mundo del periodismo español en la antesala de la transición. Y Pepe Oneto formaba parte de ese grupo de jóvenes y magníficos periodistas que la hicieron posible.
Los periodistas, como Pepe Oneto, siempre serán esclavos de la "maldita hemeroteca" porque nadie como ellos están tan expuestos a las inclemencias del tiempo. Y el ayer no se parece en nada al hoy y mucho menos al mañana. Es la subjetividad sincera e independiente la que persigue al periodista. La pretendida objetividad no deja de ser un ejercicio imposible. De ahí que el principal valor del periodista deba ser por encima de todo la honestidad. Los periodistas honrados nunca mueren y Oneto era uno de ellos.