El Protocolo de Kyoto se muere...

José-Ramón Ferrandis Muñoz
Licenciado en Ciencias Políticas. Técnico comercial y economista del Estado.
Profesor del CEF
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Miembro de la ACEF.

Durban, República Sudafricana. Diciembre de 2011. 14.570 delegados, la mayoría de ONG. Gran número de funcionarios. De ellos 14 españoles dispuestos objetivamente a sacrificar nuestra eficiencia energética y nuestra competitividad. Todos ellos se han reunido para ver de continuar con un mecanismo de exacción y redistribución sedicentemente orientado a detener o mitigar la disrupción del clima, antes cambio climático, antes calentamiento global. El mecanismo se llama Protocolo de Kyoto, un invento firmado en 1997 que hay que reemplazar por llegar a su final en diciembre de 2012.

Protocolo de Kyoto 2
Foto de Dreamstime.com

Estaban encantados de haberse conocido. Bueno, ya se conocieron en Cancún, antes en Copenhague, antes en La Haya, Nairobi, Montreal, Cancún de nuevo. No en todas partes se puede albergar tanto devoto. Hacen falta un montón de hoteles.

¿Para qué se reunían? Para reemplazar el Protocolo. ¿Y qué dice ese Protocolo? Pues que los países firmantes del mismo que emitan más CO2 del que emitían a la atmósfera por razones industriales o de transporte en 1990 pagarán multas por ello. Tanto más cuanto más emitan. Es simple. Pero tiene truco: EEUU, segundo emisor de CO2, no ha ratificado el Protocolo. Primer y tercer emisores, China e India, no pagan multas. Brasil y México, tampoco. Rusia, que era todavía la URSS, generaba enormes cantidades de CO2 y luego implosionó: tampoco paga. Alemania no paga, Francia no paga, Reino Unido no paga… España está hasta el cuello en el grupo de paganos.

No hay correlación positiva entre aumento del CO2 (causa) y aumento de las temperaturas (efecto)

¿Qué hace España para intentar no pagar? Pues entre otras cosas sustituir eficientes equipos generadores de energía eléctrica por otros ineficientes (es decir, caros e intermitentes), perdiendo con ello el factor costes y obligando a mantener los sistemas anteriores como back up, para cuando no sopla el viento o no luce el sol: un negocio ruinoso en términos  de costes de generación. Y así nos va.

Protocolo de Kyoto 1
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Y eso del Protocolo, ¿en qué se basa? Pues en que el CO2 emitido por la actividad humana  eleva la temperatura de la atmósfera. ¿Es verdad? No. No hay correlación positiva entre aumento del CO2 (causa) y aumento de las temperaturas (efecto). De hecho, en la primera década del siglo XXI la temperatura ha aumentado infinitesimalmente pero el CO2 lo ha hecho en un 30%.

Y, ¿el nivel de CO2 actual es bueno o malo? Pues, cuanto más CO2, mejor para las plantas, es decir, para las cosechas, es decir, para la alimentación de las personas. Eso, seguro. Las historias de terror que se inventan los ecolojestas (síntesis de ecologistas, jetas y logreros de gestas como el Protocolo de Kyoto) son eso, historias que el tiempo se encarga invariablemente de refutar.

Y toda esa urdimbre, ¿a quién aprovecha? Pues a los que se reúnen cada año en hoteles de lujo, a los científicos sin escrúpulos, científicos que viven estupendamente de esto, a las empresas fabricantes de equipos energéticos alternativos y costosos, a las consultoras que se dedican a asesorar sobre los créditos de carbono, al IPCC de Naciones Unidas, a los funcionarios con puestos de trabajo bien remunerados con mejor pasar… en fin, ¿qué sería de Al Gore si no fuera por sus hipérboles y mentiras?

Vende más el horror que nos esperaría según los falsos profetas que la mejora cierta de las condiciones de vida asociada al desarrollo económico

Y, ¿por qué se habla tanto de esto? Pues porque vende más el horror que nos esperaría según los falsos profetas que la mejora cierta de las condiciones de vida asociada al desarrollo económico, por ejemplo. Porque no se analizan los fundamentos científicos de las hipótesis enfrentadas. Porque no hay escrúpulos a la hora de posicionarse.

Y, ¿por qué la gente se cree estas paparruchas? De eso se trata, de creer. Esto es un asunto de fe. En estos casos siempre me viene a la memoria Gilbert Keith Chesterton: “Han dejado de creer en Dios y, lejos de no creer en nada, ahora creen en cualquier cosa”. Pues eso.