Una pulsera excepcional
Carmen Guillán Llorente
Graduada en ADE. Máster Universitario Mercado del Arte (Premio Extraordinario Fin de Carrera). Máster Universitario en PRL por la UDIMA
Ocio y cultura
Hace unos años, descubrí en una vitrina de uno de los expositores de Feriarte (una feria que es un deleite de curiosos y entendidos), una pieza de joyería que me sorprendió por su belleza, sus volúmenes escultóricos, por cómo estaba realizada, por la delicadeza de sus acabados y por su segunda función como perfumero.
Gracias a la amabilidad del expositor, y propietario, tuve la oportunidad de tenerla en mis manos, de observar detenidamente la sutileza de su trabajo, de examinar cada uno de sus detalles y de percibir su buen estado de conservación. Además, tuve también la ocasión y el placer de ponérmela, de disfrutar llevándola brevemente en mi muñeca y de fotografiarla, todo obviamente haciéndolo con mucho cuidado al sospechar que tenía entre mis manos un trozo de historia y una obra de arte. Algunas de las fotografías realizadas acompañan este artículo.
La pieza de joyería en cuestión era una pulsera articulada de estilo renacentista romántico, un estilo que inundaba París en el siglo XIX, realizada mayoritariamente en plata, con diferentes acabados, y oro amarillo, decorada con diamantes, rubíes, perlas y esmaltes y llevada grabada a buril la firma Froment-Meurice. Resultó que la firma pertenecía a Françoise Desiré Froment Meurice (1802-1855), un importante orfebre francés que realizó numerosas piezas de orfebrería de gran calidad técnica y artística en su taller, muchas de las cuales tardaba varios años en terminar. Fue además un afamado joyero que realizó un gran número de piezas de joyería para la realeza, la aristocracia y los grandes personajes de Francia y del extranjero en esos momentos, convirtiéndose en el máximo exponente de la joyería de estilo renacentista. Actualmente sus obras se encuentran en grandes museos e instituciones públicas, como el Museo d'Orsey, el Museo del Louvre, el Museo de Artes Decorativas de París (donde se encuentra una pulsera muy similar donada por el platero Henri Vever, reproducida en su libro La Bijouterie française du siècle XIX), el Victoria and Albert Museum y el Palacio Real de Madrid, entre otros.
Esta pulsera fue creada hacia 1841 como pieza única y es un ejemplo del modo de hacer de Froment Meurice, de su calidad artística, del cuidado diseño y plasticidad, de su detallado, refinado y delicado trabajo y de su esmero en la selección de las gemas.
Todos los elementos que forman la pulsera crean una unidad, tal y como lo haría un conjunto escultórico. La escena descrita en la misma consta de dos pieles de león enfrentadas, realizadas en plata dorada cuya superficie lleva un fino trabajo a buril para asemejar el pelo del animal, que definen la forma del brazalete y sobre las que se encuentran reposando dos figuras femeninas semidesnudas, levemente levantadas y sutilmente cubiertas por unas telas con pliegues, que están realizadas en plata pavonada. Las figuras femeninas se encuentran a ambos lados de un cofre en la parte superior de la pulsera, enfrentadas y con posturas diferentes, pero ambas mirando hacia él como si intentaran ver dentro del mismo.
El cofre esta realizado en oro amarillo y decorado con esmalte azul cobalto, con guirnaldas de rubíes rosados de diferentes tallas y perlas naturales. Este cofre tiene la función de ser un perfumero, un receptáculo para contener perfume, aceites esenciales o plantas aromáticas. El perfume se guardaba impregnado en un tejido y su fragancia se podía oler una vez abierto el cofre a través de la tapa interior que tiene, de oro, calada con dibujos arabescos.
De esta forma, la pulsera aunaba la experiencia olfativa del perfume y el disfrute visual de una obra de arte solo al alcance de unos pocos. La parte superior de la pulsera está decorada con pequeñas hojas de parra con zarcillos, en oro amarillo, esmalte verde y pequeños diamantes en talla rosa. La parte inferior de la pulsera, donde se unen las colas de las pieles de los leones, lleva una pieza en forma de pergamino medio enrollado engalanado con una perla fina rodeada de rubíes en talla perilla.
El esmalte verde y el sistema del cierre se encuentran ligeramente deteriorados por el uso y por el paso del tiempo, pues no hay que olvidar que por esta pulsera han pasado más de ciento cincuenta años.
No se sabe realmente cómo llegó a España. Se creé que fue a través del Duque de Montpensier, hijo del rey Luis Felipe de Francia, de su cuñada la Reina Isabel II de España o de algún familiar.
Fue maravilloso poder disfrutar de esta pieza de joyería, importante por su calidad artística y técnica, por su simbolismo y por su estado de conservación. Una pulsera de gran calidad digna de su gran creador, que a pesar de su rareza pudo pasar más tiempo desapercibida.