QALY: años de vida ajustados a la calidad
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Javier Cabo
Doctor en Medicina y Cirugía
Miembro de la Academia de Ciencias de New York
Director del Departamento de Ciencias de la Salud de la UDIMA
Los años de vida ajustados a la calidad (AVAC) o QALY (Quality-Adjusted Life Year) son un indicador combinado del estado de la salud que aúna cantidad y calidad de vida. QALY se utiliza internacionalmente en las evaluaciones económicas en el entorno de la salud para valorar el análisis coste-utilidad y la rentabilidad de las intervenciones sanitarias efectuadas por medio de nuevas tecnologías o nuevos tratamientos aplicados a la clínica. Es de gran utilidad para la toma de decisiones sobre aspectos clave en la financiación sanitaria, por ejemplo, para estimar la cantidad máxima que se considera apropiado invertir por unidad de efectividad y utilidad, y para establecer prioridades para futuros programas teniendo en cuenta el coste de oportunidad.
Para determinar los QALY se multiplica el valor de la utilidad asociado a un estado de salud dado (calidad de vida) por los años vividos en ese estado. Un QALY equivale a un año de vida en perfecto estado de salud. Hablamos de cantidad y de calidad de vida, concepto este complejo que abarca el bienestar físico, material, social y emocional de un individuo. La calidad de vida, concepto presente desde la época aristotélica, tiene gran auge en la actualidad debido al incremento de la longevidad y a los dilemas éticos y conceptuales que ello implica. El concepto de calidad de vida no puede valorarse aisladamente de las normas culturales y patrones de conducta raciales (aspectos antropológicos y sociales), ya que cada sociedad tiene sus propios parámetros de calidad de vida. Como tampoco puede separarse de las expectativas individuales derivadas de la cultura, tradiciones, valores, clase social, información científica y desarrollos tecnológicos existentes.
El concepto de estado de salud y calidad de vida de una población ha experimentado un cambio de paradigma. Los parámetros de los años 70, basados en la tasa de mortalidad y en la esperanza de vida, han quedado obsoletos debido al gran desarrollo tecnológico de los sistemas sanitarios. En los últimos años, en los países desarrollados, se ha incrementado la esperanza de vida con un ritmo de crecimiento de más de dos años por década, lo que supone un incremento paralelo de las enfermedades crónicas y del coste estructural en materia socio-sanitaria. En este contexto, el debate de la longevidad debe centrarse más en la calidad de vida que en la cantidad de años que vamos a vivir.
Darwin decía que en la selección natural “no es ni el más fuerte ni el mejor el que sobrevive, sino el más apto y el que mejor se adapte al ambiente”. Ahora sabemos que nuestros hábitos y conductas (a través de nuestra alimentación y modo de vida) pueden activar y desactivar genes y alterar nuestro ADN mediante cambios hormonales en los neurotransmisores. Así, se puede concluir que la longevidad no solo depende del genotipo, sino que este es modulable mediante la epigenética. Esto tiene una gran e imparable influencia en el proceso natural conforme a la segunda ley de la termodinámica, la entalpía. Las modificaciones epigenéticas pueden implicar la metilación de residuos de citosina en el ADN y/o cambios en la estructura de la cromatina que regulan la expresión génica.
Si buscamos longevidad y calidad de vida, debemos centrarnos en el estudio del genoma humano y en la epigenética. Es en este contexto de conocimiento donde debemos enmarcar la búsqueda de los mecanismos moleculares del envejecimiento y del origen de muchas enfermedades, centrándonos en la epigenética y los cambios heredables en la expresión génica que ocurren sin una alteración en la secuencia de nucleótidos del ADN, activando y desactivando diversos genes funcionales.
Todos los seres humanos tenemos una edad cronológica, que es el tiempo transcurrido desde nuestro nacimiento (expresada por la fecha de nacimiento y el registro civil) y una edad biológica, que corresponde al estado funcional de nuestros órganos comparados con patrones para una edad estándar. La edad biológica se expresa a nivel celular y esta determinada por patrones genéticos (25%) y por factores exógenos como los hábitos de vida, contaminación y la alimentación (75%), factores en los cuales podemos actuar y modificar.
La longevidad es muy plástica y manipulable genética, farmacológica y nutricionalmente. Es importante la determinación de la edad biológica y el análisis genómico individual en distintas etapas de la vida, determinación que podemos hacer mediante el estudio de los telómeros (parte distal de los cromosomas) y su enzima la telomerasa, implicada en todos los procesos de división celular. También mediante los test de metilación del ADN (proceso epigenético que participa en la regulación de la expresión génica al impedir la unión de factores de transcripción y propiciar la estructura cerrada de la cromatina) y los estudios genómicos, que pueden servir tanto de manera predictiva (determinando el riesgo que puede tener una persona de padecer determinada enfermedad) como preventiva e incluso diagnóstica (confirmar el diagnóstico de enfermedades en pacientes asintomáticos) y terapéutica (farmacogenómica).Todo ello conforma lo que conceptualmente podemos denominar Medicina Personalizada (predictiva, preventiva, personalizada y participativa) y la Medicina Regenerativa con el amplio campo de la criopreservación tisular, el uso de los factores de transcripción de Yamanaka, pudiendo reprogramar células adultas a su pasado cuasi-embrionario con pluripotencia bioquímica, las células inducidas pluripotenciales (iPSCs) o a la transdiferenciación, mediante el empleo de células transdiferenciadas y transformando directamente un tipo celular en otro.
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