Cuatro razones por las que ser funcionario en el siglo XXI

Grupo de personas sonrientes

María Alonso Muñoz
Funcionaria de Carrera del Cuerpo de Gestión de la Administración Civil del Estado. Estudiante de Derecho en la UDIMA.

Oposiciones

Casi todos, a lo largo de nuestra vida académica y profesional, nos hemos planteado la posibilidad de ser funcionarios y, por consiguiente, emprender ese largo camino con el fin de superar con éxito un proceso selectivo. Sin embargo, cuando lo comunicamos ilusionados en nuestro entorno, a menudo nos imaginan malhumorados, detrás de una ventanilla recibiendo documentación de diversa índole, con un sello en la mano, rodeados de torres de papel y despidiéndonos con un “vuelva usted otro día”. Esto se debe a que, a la Administración, hablando lato sensu, se le continúa atribuyendo esa connotación peyorativa ligada al modelo burocrático de Max Weber, es decir, rigidez, procedimientos fuertemente estandarizados, despersonalización en las relaciones, excesivo formalismo y resistencia al cambio.

Esta es, sin duda, la imagen que tiene el ciudadano y es por eso que, en ese preciso momento en que anunciamos “voy a opositar”, a las personas que oyen ese mensaje les saltan las alarmas, puesto que igual te imaginaban en un despacho de abogados, traduciendo literatura contemporánea o trabajando para un medio de comunicación.

En ese instante, conviene destacar cuatro razones por las que ser funcionario en el siglo XXI no tiene nada que ver con las famosas viñetas del humorista gráfico Forges.

En primer lugar, si en algún momento hemos soñado con prestar un servicio al prójimo o ser un canal de ayuda, no hay mejor manera de cumplir con esa predisposición de vocación de servicio público que siendo funcionario. Desde el momento en que tomas posesión comienzas a servir al ciudadano, dejando atrás al “cliente” que en su momento pudiste haber servido en la empresa privada que, siendo la misma persona, no tienen los mismos intereses -o necesidades-. No podemos olvidar que es nuestra condición de empleado permanente la que también nos permite reforzar nuestro compromiso con el servicio prestado al involucrarnos con una labor que podremos desempeñar tanto tiempo como decidamos. Es nuestro deber enfocar nuestra inamovilidad de este modo y no desde la comodidad en su sentido más negativo, es decir, la estabilidad debe ser un puente para nutrir la organización aportando ideas y desarrollando proyectos de mejora y nunca un fin en sí mismo, y es nuestro deber despojar de su connotación negativa el puesto “para toda la vida”.

En segundo lugar, de acuerdo con el Estatuto básico del empleado público, el funcionario tiene derecho a la progresión en la carrera profesional y a la promoción interna. Por una parte, tras la toma de posesión, pasarás a ocupar un puesto del nivel que corresponda en función de tu subgrupo, sin embargo, en cuestión de un par de años, con la experiencia y formación adecuada, podrás ocupar puestos de mayor responsabilidad donde deberás y podrás desarrollar tus habilidades de liderazgo, toma de decisiones, inteligencia emocional o gestión de equipos. Siguiendo con lo anterior, atrás queda la imagen del funcionario desmotivado que durante años se mantiene en el mismo puesto sin posibilidades de seguir creciendo, ya que, actualmente, serás responsable de tu carrera profesional y de las ventajas que ello supone.

En tercer lugar, el funcionario del siglo XXI tiene el derecho de recibir formación en materia de nuevas tecnologías de la información y comunicación. La transformación digital de la Administración es una realidad y la lucha por lograr una mayor eficiencia y eficacia en la utilización de los recursos públicos un hecho. Esto es, el funcionario del siglo XXI no es una persona que se forme por última vez durante el proceso selectivo, sino que debe mostrar su compromiso por continuar formándose en los cometidos propios de sus tareas, sin olvidar temas transversales como la integridad pública y la transparencia.

Para finalizar, otra de las múltiples razones de peso para ser funcionario en este siglo es la movilidad geográfica. Está claro que no somos nómadas digitales como lo podríamos ser en la empresa privada, puesto que no posicionamos un producto en el mercado, sino que ofrecemos un servicio directa o indirectamente al ciudadano y salvaguardamos los intereses generales del Estado. No obstante, la crisis sanitaria ha desarrollado a marchas forzadas la modalidad a distancia del trabajo, lo que supone una mayor flexibilidad a la hora de desempeñar nuestras funciones. Sin embargo, más allá de ello, el funcionario puede optar a puestos en embajadas, consulados u organizaciones internacionales en el exterior o, también, a otros puestos dentro o fuera de la comunidad autónoma correspondiente.

Aprovecho estas últimas líneas para enviarles ánimos a todos aquellos que hoy se encuentran inmersos en esta ardua tarea y que, con dedicación y tiempo, se convertirán en servidores públicos del siglo XXI.  

En nuestra condición de empleado permanente la que también nos permite reforzar nuestro compromiso con el servicio prestado al involucrarnos con una labor que podremos desempeñar tanto tiempo como decidamos