Recuperando el esplendor neoclásico

Palacio del infante don Luis de Borbón

Jorge Rejón Díez
Máster en Edición por la UCM.

Ocio y cultura

"El palacio del infante don Luis de Borbón es uno de los mejores ejemplos
de arquitectura palaciega del siglo XVIII"

A solo unas pocas leguas de la capital del Reino, en dirección oeste, podemos encontrarnos con uno de los mejores ejemplos del arte neoclásico español: el palacio del infante don Luis de Borbón en la localidad madrileña de Boadilla del Monte.

Hijo menor de Felipe V y hermano de Carlos III, don Luis se convirtió en titular del señorío de Boadilla tras adquirirlo a su propietaria, la duquesa de Mirabal. Y aunque en principio le bastase con restaurar la antigua residencia del señorío, la Casona de las dos Torres, pronto decidirá levantar en su lugar un nuevo edificio.

El infante necesitaba una villa de recreo en la que poder disfrutar de la caza, y para llevar a cabo las obras recurrió a uno de las más afamados arquitectos de la época, Ventura Rodríguez, que proyectó un palacio de bella simetría y elegante equilibrio. En 1763 se iniciaron las obras y en solo dos años se llevaron a término.

El palacio pronto se convirtió en residencia principal del infante, sobre todo a raíz de su destierro de la corte. Sin embargo no fue prolongada su estancia porque, tras contraer nupcias, abandonó el palacio en 1776 para no regresar nunca más. Se iniciaba a partir de entonces un largo proceso de abandono del palacio que, como cabe suponer, ocasionó su progresivo deterioro.

Tras pasar por varios dueños que le devolvieron ocasionalmente su antiguo esplendor, llegamos al siglo XX y vemos el palacio transformado en un cuartel, que, con la llegada de la Guerra Civil y el cercano frente de batalla en torno a Madrid, se convertirá en blanco de bombardeos.

Pasada la contienda, el palacio se transformó en lugar de acogida de niñas huérfanas, y no será hasta 1974 cuando sea declarado monumento histórico-artístico. Este reconocimiento oficial supondrá el primer paso para la recuperación del edificio y su entorno, en especial de sus jardines, que se habían quemado al término de la guerra.

Su moderna restauración la comenzará la Sociedad General de Autores y Editores, la famosa SGAE, que por desgracia no respetará la integridad del edificio en su objetivo de convertirlo en su sede principal, lo que a la postre devendrá en el retiro de su concesión.

Una vez el edificio pasó a manos de la Administración, la magnificencia que tuvo en el siglo XVIII poco a poco volverá a hacerse ostensible. Recuperadas las fachadas, tanto la principal, orientada a los jardines, como la posterior (hoy convertida en entrada principal), habría que destacar la restauración de la capilla, suntuosa obra maestra del barroco clasicista, diseñada por el propio Ventura Rodríguez, que hoy sirve de mausoleo de la condesa de Chinchón.

Paso a paso también se irán recuperando los jardines, pieza clave del palacio, que, extendidos en tres grandes terrazas y ajardinados de manera geométrica, han vuelto a plasmar el diseño original de clara influencia italiana. En cuanto a la que fue fuente central del jardín, conocida como la de las Conchas, no hará falta esperar a su restauración, bastará con acercarse al Campo del Moro del Palacio Real, ubicación de la fuente desde el siglo XIX.

Todavía, no obstante, son muchas las estancias que hay que recuperar y muchas las reformas pendientes, pero por fortuna hoy podemos admirar de nuevo el esplendor de un edificio neoclásico situado entre lo más destacado de la arquitectura palaciega española.