Las reinas del siglo XX. Presente y futuro de la consorte regia
Este texto forma parte de la ponencia que las autorasd impartieron para la ACEF.- UDIMA, el pasado mes de marzo, en el marco del ciclo Reinas de España del que son directoras.
Laura Lara Martínez y María Lara Martínez
Profesoras de La UDIMA de Historia Contemporánea y Moderna, respectivamente
Foto de Stock.xchng
El siglo XX se inaugura en España con aires de incertidumbre. Reciente el Desastre del 98, las disputas entre políticos y militares para alejar cualquier sombra de culpabilidad por la pérdida de las últimas colonias ultramarinas, eclipsaban un análisis más profundo de la institución monárquica, que 30 años después sería enviada al exilio frente a los anhelos de progreso representados por la República.
El pesimismo parecía impregnar el reinado de Alfonso XIII ya desde su alumbramiento, nacido rey pero huérfano de padre. No sería menos triste la vida de su esposa, Victoria Eugenia de Battenberg, princesa nacida en el castillo escocés de Balmoral en 1887. Durante la boda (31 de mayo de 1906) el anarquista Mateo Morral lanzó una bomba al paso del cortejo nupcial por la calle Mayor de Madrid. Sus años en la Corte fueron difíciles, pues a la precipitación de problemas políticos y a la deteriorada relación conyugal de la que, no obstante, nacerían siete hijos, habría que sumar la complicada relación con su suegra, la reina madre María Cristina de Habsburgo-Lorena.
La proclamación de la Segunda República desplaza al exilio a la Familia Real, primero a Francia y luego a Italia. El destierro separaría los caminos de la pareja: él se instalaría en Roma y ella inicialmente en Gran Bretaña, de donde sería invitada a salir, dejándola profundamente herida. Marcha a Italia, pero Hitler la acusa de espía, y se refugia en Lausanne, donde residiría hasta su muerte en 1969. Regresaría a España en viaje relámpago en 1968 para ser la madrina en el bautizo de su bisnieto, Felipe de Borbón. En 1985 sus restos mortales fueron trasladados al monasterio de San Lorenzo de El Escorial, junto a los de sus hijos Alfonso, Jaime y Gonzalo.
No menos abnegada sería la vida de su nuera, María de Borbón, madre de nuestro actual rey, ya que el franquismo la privó de ostentar la condición de reina consorte. Princesa de las Dos Sicilias por nacimiento e infanta de España por concesión de Alfonso XIII, contrajo matrimonio en Roma el 12 de octubre de 1935 con el entonces príncipe de Asturias, don Juan de Borbón. La boda se convirtió en un auténtico acto político, ya que muchos monárquicos se trasladaron a la capital italiana. Don Juan se convertiría en heredero de los derechos dinásticos de la Casa de Borbón, a pesar de ser el quinto vástago, ante la renuncia por motivos de salud de sus hermanos Alfonso y Jaime, y por la abdicación de su padre, Alfonso XIII, en 1941.
Lo que sí debemos exigir como ciudadanos es que la honestidad, la transparencia y la rectitud moral sean las máximas que imperen en la conciencia de reyes y ministros
Don Juan y doña María tendrían cuatro hijos: la infanta Pilar (1936), Duquesa de Badajoz; el rey Juan Carlos I, (1938); la infanta Margarita, Duquesa de Soria (1939) y el infante Alfonso (1941), fallecido en accidente en 1956.
Sus primeros años de matrimonio transcurrieron en Cannes, Roma y Lausanne. En Suiza residirían durante la Segunda Guerra Mundial, junto a la reina Victoria Eugenia. Acabado el conflicto, se trasladaron en 1946 a Estoril y, desde su residencia, Villa Giralda, se anunciaría en 1961 el compromiso matrimonial de su hijo, Juan Carlos de Borbón, con la princesa Sofía de Grecia. El papel de doña María como puente pacificador entre su esposo y su hijo es innegable ante la alteración de la línea sucesoria impuesta por Franco en beneficio del joven príncipe. Falleció en el año 2000, a los 89 años, en la residencia de La Mareta (Lanzarote).
Ya entrada la segunda mitad del siglo XX, encontramos una nueva princesa cuyo destino se asociaría al de España. Nos referimos a nuestra actual reina, doña Sofía. Hija primogénita de los reyes de Grecia, Pablo I y Federica, pasó parte de su niñez en Egipto y en África del Sur, al expatriarse su familia durante la Segunda Guerra Mundial. En 1946 regresó al Egeo y completó estudios en el internado alemán de Schloss Salem, especializándose en Atenas en Puericultura, Música y Arqueología.
El 14 de mayo de 1962 contrajo matrimonio en la capital griega con el príncipe don Juan Carlos de Borbón y Borbón, boda oficiada por los ritos católicos y ortodoxo en una polis exultante de lujo para los convidados. Paradojas de la Historia, poco después la Monarquía sería desterrada de la cuna de la Filosofía y entronizada en España, donde en aquellos momentos soplaban los recios vientos del autoritarismo. La dinastía se perpetuaría con el nacimiento de tres hijos: la infanta Elena (1963); la infanta Cristina (1965) y el príncipe Felipe (1968).
Foto de Sxypixel. Dreamstime.com
Además de participar en actos oficiales, la Reina presta gran atención a actividades asistenciales y sociales, siendo presidenta ejecutiva de la Fundación Reina Sofía y presidenta de honor de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción y del Real Patronato sobre Discapacidad, y otras instituciones culturales. Ha recibido prestigiosas distinciones como el Doctorado honoris causa por las Universidades de Rosario (Bogotá), Valladolid, Cambridge, Oxford, Georgetown, Évora y Nueva York y es académica de honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y de la Real Academia de la Historia. En el presente, podemos afirmar que doña Sofía es la figura mejor valorada de la Casa Real española.
El epílogo de nuestra investigación sobre las Reinas de España lo constituye la actual princesa de Asturias, a quien su enlace matrimonial con don Felipe en 2004 otorgó tal condición. En 2005 nació su primogénita, Leonor de Todos los Santos. Su segunda hija, Sofía de Todos los Santos, nacería en 2007.
La descendencia por vía consanguínea está asegurada, pero la reforma de la Carta Magna a corto o medio plazo resulta imprescindible para que esta institución secular se actualice, al menos, en materia de género. Resultaría anacrónico que, en un país que lucha por la equiparación de los sexos en la sociedad y aboga por la paridad en las instituciones, se perpetuara la Ley de Partidas de Alfonso X el Sabio que otorga primacía al hombre sobre la mujer.
El futuro es impredecible y, en los momentos actuales, ni los espíritus más osados se atreverían a vaticinar lo que está por venir. Lo que sí debemos exigir como ciudadanos es que la honestidad, la transparencia y la rectitud moral sean las máximas que imperen en la conciencia de reyes y ministros. ¿Acaso no somos todos iguales? Pues entonces, quien ostente el poder que se esmere en ser ejemplo para el pueblo y, así, siguiendo el lenguaje alegórico de los tratadistas políticos del mundo moderno, gobernante y sociedad hallarán su correlato en una cabeza prudente y en un animoso cuerpo.