Sencillez o sofisticación

El barón de Piernalegre

Ocio y cultura

Para gustos… los colores. En todos los ámbitos de la vida podemos tener, de hecho tenemos –afortunadamente–, opiniones muchas veces encontradas y contrapuestas. En lo que a gastronomía se refiere los debates son eternos: ¿blanco o tinto?, ¿carne o pescado?, ¿cocina clásica o moderna?, ¿con cebolla o sin cebolla? A la hora de escribir estas líneas teníamos (el que suscribe y sus asesores) la duda entre dos experiencias muy recientes que podíamos resumir en dos palabras: sencillez o sofisticación.

Las dos mesas, que no pueden ser polos más opuestos, tienen, sin embargo, algún denominador común, más allá de que en ambas se come muy bien o que ambas están muy cerca del estadio Santiago Bernabéu, en el que, por cierto ya están reabriendo algunos de los restaurantes que acogía antes de las obras de remodelación, como el clásico Puerta 57, comentado en estas páginas en su día, y alguna novedad como Arzábal, al que auguramos un gran éxito a poco que se parezca a sus homónimos, empezando por el original de Menéndez Pelayo, también referenciado por aquí.

Vamos con el dilema. Por un lado Ugo Chan, un “japo castizo”, como ha sido bautizado, dadas las raíces de su propietario, chef y alma de este ya lugar de culto, Hugo Muñoz , discípulo, entre otros, de Ricardo Sanz; sí, el mítico introductor de la cocina del país del Lejano Oriente en nuestro país, con sus diversas fases del hoy arrebatado Kabuki. Mesa, también comentada en estas páginas –y no queremos ser pesados– y que nos vino a la memoria mientras disfrutábamos de un colosal menú omakase, que te hacen casi a medida después de consultar tus preferencias. No cabe duda de que Ugo Chan merece esa estrella Michelin otorgada hace un año por la genialidad, originalidad y personalidad de su cocina, además, por supuesto, de la puesta en escena en un local muy agradable y con un servicio de primera. La carta de Ugo Chan cambia con mucha frecuencia porque Hugo traslada a la restauración el dicho de que “un hombre nunca se baña en el mismo río”. No hay espacio en esta página para glosar los platos que disfrutamos y nos vamos a limitar a uno que nos servirá para saltar a la otra mesa que nos divide. Entre los toques castizos de ese menú “japo” destacan unas gyozas de callos a la madrileña con garbanzo frito, que todavía están presentes en el paladar.

Callos que son también uno de los platos de referencia de El Cardeño, una casa de comidas con más de 50 años de historia encastrada sorprendentemente en el lujoso barrio del Viso. El contraste es absoluto. Aquí el local es un poco incómodo, la decoración se ha quedado en las primeras temporadas de Cuéntame, el barullo en la sala es considerable y, sin embargo… uno se siente como en casa. Cuesta mucho encontrar mesa a diario para disfrutar de un exquisito menú del día, en el que destaca el cocido de los miércoles, que apenas supera los 20 euros, y en la carta encontramos algunas joyas de la cocina tradicional como el revuelto de morcilla con piñones (al que no renunciaré en ninguna de las visitas que me queden por hacer), la cecina de León, de las que no encuentras en tu charcutería, o unos sublimes puerros de Sahagún con foie.

Y ahora viene la pregunta del millón: ¿con cuál de los dos te quedas? ¿Con la sencillez o la sofisticación? Hay más días que longanizas, reza el dicho. Depende de la compañía, del tiempo disponible, del estado de ánimo y, por supuesto, de lo que uno esté dispuesto no a gastar, sino a invertir en su experiencia. Obviamente en El Cardeño podremos comer con más frecuencia, a la carta el cubierto rondará los 50 euros. En Ugo Chan no recomendamos acudir con frecuencia, salvo que uno tenga el bolsillo lleno o vaya invitado por algún suegro/a, yerno o nuera ricos, pagará 200 euros por cabeza. Pero uno no invalida al otro. Han sido dos momentos gastronómicos magníficos y por eso “si me das a elegir, me quedo con todo”.