Terrassa Un museo a pie de calle

Edificio románico con torre de campanario y muros de piedra, rodeado de césped y cielo azul

Carlos Bonilla García
Graduado en Historia. Máster en Formación del Profesorado de Educación Secundaria por la UDIMA

Ocio y cultura

A escasos 20 kilómetros de Barcelona, hacia el interior de la provincia, se levanta una ciudad condal, milenaria y capital: Terrassa. En lo que conforma hoy su casco antiguo, Roma ubicó Ègara, que acabó constituyendo el término extramuros de la villa medieval, esto es, la Seu d'Ègara, y el resto de parroquias que rodeaban la ciudad. Posteriormente, el nombre de la villa derivó en Terracia hasta nuestros días, tras una extensa evolución etimológica.

Sus más de 225.000 habitantes, según el censo de 2023, posiciona a la localidad como la tercera más poblada de la Comunidad Autónoma de Cataluña. De tradición textil centenaria, supo recoger el testigo de la Revolución Industrial, abanderada por una burguesía próspera y emprendedora. Una época representada por el movimiento modernista de Lluís Muncunill, Josep Maria Coll o Melcior Vinyals, arquitectos que consiguieron que las líneas rectas y los ángulos languidecieran, haciendo florecer, en los límites del trencadís de los mosaicos y los vitrales emplomados, la belleza de la curva, proyectando espacios de fantasía armoniosa.

No es, por tanto, casualidad que el paseo por la antigua villa sorprenda al visitante en cada rincón, en cada enfoque fotográfico y en un ambiente en donde la historia se va descubriendo en el caminar sobre sus céntricas calles, de plano medieval. Y eso es percibido de manera natural, pues además del Museo de la Ciencia y Técnica de Cataluña y el Centro de Documentación y Museo Textil, el Museo de Terrassa ofrece un itinerario que transita por algunos de los iconos más representativos de la localidad. De uno a otro de estos singulares espacios, se aprecian los siglos que han enarbolado la ciudad de Tarrasa en sus diferentes etapas. La oficina de turismo es ya un enclave que no pasa desapercibido, pues es custodiada por un edificio de principios del siglo XX, la Masia Freixa. En absoluto va a dejar indiferente a quien quiera informase de las posibilidades históricas y artísticas que oferta la ciudad.

Por empezar la ruta, cualquiera de los equipamientos municipales podría ser adecuado, pero por proximidad a la oficina de turismo, como punto de partida, en dirección hacia la Plaça Vella, podríamos detenernos a contemplar la Torre del Palau. Se trata de un testigo de lo que fue el castillo medieval del siglo XII. Se eleva algo más de 26 metros, dividida en 4 pisos y culminada en azotea. Este monumento ha tenido diversos usos y custodias a lo largo de los tiempos: torre vigía, cruce de caminos, prisión, arsenal, fábrica de moneda e, incluso, por un corto periodo, sede de la Generalitat de Catalunya. Justo en la misma pequeña plaza en donde se encuentra, se puede observar los restos de la muralla de la antigua villa y un centro de interpretación. Es oportuno visitar a pocos metros la parroquia del Sant Esperit, de estilo gótico tardío, convertida en catedral desde el año 2004, cuando la Santa Sede decidió crear una nueva diócesis.

A dos minutos de distancia se halla la Casa Alegre de Sagrera, residencia de una de las familias que implementó la industria textil; reformada a inicios del siglo XX. De estilo modernista, la estancia nos sumerge con todo detalle en un espacio que refleja perfectamente el contexto social, tecnológico, artístico y económico del momento.

Calle Font Vella arriba, dejando atrás el Passeig del Comte d'Ègara, podremos visitar el claustro del antiguo convento de Sant Francesc, que perteneció a los padres menores recoletos. Data de inicios del siglo XVII y es de estilo barroco, con elementos góticos y renacentistas. En la misma dirección, atravesando uno de los puentes sobre el parque de Vallparadís hasta pasar la Casa Baumann, nos toparemos a mano izquierda con el Castell Cartoixa. Consta de una fortificación medieval muy definida, de principios del siglo XII. Sus regencias y empleos también fueron varios. Fue residencia de Berenguer Sanlà y su esposa Ermessendis, tras comprar los terrenos al conde de Barcelona, Ramón Berenguer III. En el siglo XIV, pasó a manos de la orden religiosa de los cartujanos hasta que, llegados a la centuria anterior y tras su restauración, se convirtió en uno de los elementos del conjunto museístico.

Cruzando de nuevo el parque de Vallparadís, a tan solo cuatro minutos, nos situaremos en la Seu d'Ègara, conjunto monumental conformado por tres iglesias: Santa Maria, Sant Miquel y Sant Pere. Sus orígenes se remontan a la España visigoda, entre los siglos V y VIII. Anteriormente, en el mismo lugar, existió un asentamiento ibero, tal y como demuestran los restos arqueológicos y las fuentes de historiadores como Claudio Ptolomeo, ya en el siglo II a.C.

En conclusión, Terrassa es una ciudad agradecida y acogedora con el visitante, que le rinde su historia, arte y tradiciones, que nos enriquece y nos sorprende con la experiencia de compartir su legado. Así que, ¡acérquense y sean todos bienvenidos a esta maravillosa ciudad!