La trampa a la japonesa y los instrumentos de política fiscal

Analizando el decrecimiento del PIB

Juan José Pintado
Profesor de Economía del Grupo Educativo CEF.- UDIMA

Fiscal

Alguien tan partidario de la más pura ortodoxia liberal, el vicepresidente del Banco Central Europeo, Luis de Guindos, al referirse a la débil economía europea, señaló que "los tipos de interés negativos no son todopoderosos". Con ello, reclamó "un instrumento fiscal de tamaño moderado, pero con capacidad de actuación anticíclica", no controlado por los países sino por una autoridad europea. Solicitando más gasto público en aquellas economías con superávit fiscal en materias tales como medioambiente, infraestructuras y educación.

De Guindos demandó que los países apliquen más instrumentos y no solo la política monetaria. ¡Qué gran paradoja! Mientras la subida de los precios en la eurozona no converja hacia el objetivo del 2 %, se mantendrán las excepcionales medidas de expansión monetaria.

La primera reflexión que me producen tales reflexiones es el afán que, a mi juicio, se sigue manteniendo, "contra viento y marea", de no llamar a las cosas por su nombre.

Los economistas no somos brujos y las teorías económicas no son verdades irrefutables. Desde luego, la realidad en cada momento tiene sus propias y especificas características, que hacen imposible que la situación económica se vea reflejada como en un espejo en un modelo teórico en particular.

En la teoría macroeconómica se estudia la llamada "Trampa de la liquidez": una situación en la que los tipos de interés se encuentran muy bajos, próximos a cero, las personas prefieren conservar todo el dinero antes que invertirlo, por lo que las medidas monetarias expansivas no tienen ningún efecto para dinamizar la economía.

Sus características específicas más agudas son las de una "depresión económica": una débil o muy baja actividad económica, con unos precios cayendo y unos tipos de interés bajísimos. Hoy en día, actualizada esa situación a los tiempos que corren, se habla de "Trampa a la japonesa".

Paradójicamente, en esas circunstancias, la política monetaria ya no es eficaz, "se ha agotado la munición". En ese contexto, lo único válido son políticas de demanda: intensificar el gasto público, sobre todo las inversiones, además del consumo.

Pues bien, parece que esa situación, peligrosamente, tiende a parecerse cada vez más a la vivida en la eurozona:

  • Una tasa de crecimiento del área muy débil: en el conjunto de la Unión Europea, las economías han crecido, tan solo, dos décimas en el segundo trimestre, frente al 0,5 % del primero. Y es que las grandes economías comunitarias muestran su agotamiento. El Producto Interior Bruto (PIB) del Reino Unido ha caído en el último trimestre dos décimas mientras se agudiza la amenaza de un Brexit duro; Italia no ha caído en cifras negativas, pero está estancada; Francia avanzó únicamente dos décimas; España un 0,5 %; y la Oficina Federal de Estadística germana anunció una contracción del PIB del 0,1 % entre abril y junio de este año, lo que supone el segundo trimestre no consecutivo que decrece en un año.
  • Los precios, que no terminan de despegar. Es sorprendente (recordando tiempos pasados, donde el problema eran las fuertes subidas de precios o inflación) que llevemos tiempo persiguiendo que los precios repunten al 2 %. El IPC armonizado de la zona euro, durante agosto, fue, en tasa interanual, de un 1 %, con incremento en ese mes del 0,1 %.
  • Unos tipos de interés de referencia del Banco Central Europeo situados en 0 %, e incluso negativos, y un euríbor (interbancario en la zona) que en el pasado agosto cerró en el -0,356 % (el nivel más bajo de toda su historia). El Banco Central Europeo ha dado muestras de su preocupación, al mantener los tipos de interés en su nivel actual, y anunciar que, como mínimo, hasta mediados de próximo año 2020 no habrá subidas de tipos de interés.

Todo ello, incluso, dejando entrever que, quizá, sea necesario implementar nuevas medidas cuantitativas. Es decir, que el Banco Central Europeo intensifique sus compras de obligaciones, tanto públicas como privadas.

Por tanto, se impone la realidad de la amenaza de caer en el tiempo en esa situación, en la que Japón lleva más de dos décadas.

Y claro, si la política monetaria aparece como ineficaz para aumentar el crecimiento económico (hasta ahora parece que ha evitado males mayores, saliendo de la recesión y superando la débil deflación que hemos padecido), habrá que intensificar, como comentaba anteriormente, a las políticas de demanda o políticas fiscales que intensifiquen la demanda y el gasto.

Se trata de estimular la demanda agregada a través de sus dos componentes (consumo e inversión, tanto públicos como privados).

Incrementar la inversión pública en la zona euro, en un momento de fuerte nivel de endeudamiento, ha de acometerse con sumo cuidado. Por esa razón, parece conveniente que sea emprendida con la financiación y el protagonismo de las grandes instituciones comunitarias, en aquellas áreas donde más se precisa (fundamentalmente digitalización y cambio climático).

Respecto al endeudamiento privado, sigue siendo, sobre todo en España, muy elevado (ha venido creciendo junto al aumento en el consumo). Lo que hace muy poco recomendable que aumente aún más. Igualmente, indeseable sería una bajada del consumo de las familias, ya que, automáticamente, tendría un efecto negativo para el necesario crecimiento del PIB.

La otra posibilidad, sería bajar los impuestos, lo que, en las circunstancias actuales, no creo que aumentara la recaudación (todo lo contrario), por lo que sería preciso disminuir considerablemente el Estado de Bienestar, sobre todo en su componente de gasto social (sanidad, educación, pensiones…). Medida que aparte de frenar el consumo, iría frontalmente contra la necesidad de recuperar y corregir las mayores desigualdades que ha generado la Gran Recesión sufrida.