Uso excesivo del teléfono móvil en estudiantes

Juan José Carrillo Miranda
Graduado en Criminología y Máster en Análisis e Investigación Criminal por la UDIMA. Director de Formación de EGI SegCrim
Educación
En la era digital en la que vivimos hoy en día, el teléfono móvil se ha convertido en una extensión de nuestra propia identidad, creando incluso una identidad solamente digital. Nos mantiene conectados con nuestro grupo de iguales, informados en tiempo real y entretenidos, pero también ha generado una preocupación creciente: ¿hasta qué punto su uso excesivo afecta nuestra salud mental? La pregunta resulta especialmente relevante en los estudiantes universitarios, una población que enfrenta altos niveles de estrés académico y social, por no decir económicos, dado los costes de estudiar.
La dependencia del teléfono móvil ha ido en aumento en los últimos años. Tal y como demuestran estudios recientes, los jóvenes pasan en promedio entre 3 y 4 horas diarias con sus dispositivos, en algunos casos superan las 8 horas. Este uso intensivo no es inofensivo; investigaciones han identificado diversas consecuencias negativas en la salud mental de los estudiantes universitarios.
Uno de los hallazgos más preocupantes es la conexión entre el uso excesivo del teléfono y el aumento en los niveles de ansiedad y depresión. La constante notificación de mensajes, tanto de redes sociales como de correos electrónicos, genera una necesidad de atención inmediata que puede desembocar en un estado de hiperalerta (estado de vigilancia excesiva o incrementada). Además, la comparación social en plataformas digitales refuerza la insatisfacción personal y la baja autoestima de los usuarios en ciertos casos.
La multitarea digital ha demostrado ser un mito, algo irreal. La constante alternancia entre tareas, como estudiar mientras se revisan las redes sociales, reduce la capacidad de concentración y afecta el rendimiento académico de la mayoría de los estudiantes. Los afectados con un uso problemático del móvil presentan mayores dificultades para enfocarse en actividades que requieren un esfuerzo cognitivo prolongado.
El uso nocturno del móvil también tiene efectos nocivos. La exposición prolongada a la luz azul de las pantallas afecta la producción de melatonina, la hormona del sueño, lo que retrasa el descanso y disminuye la calidad del sueño en sus fases más necesarias. Como resultado, los estudiantes sufren fatiga diurna, lo que impacta en su rendimiento académico y bienestar general, así como en su estado emocional.
Si bien la adicción al teléfono móvil no está oficialmente reconocida como un trastorno psicológico, los patrones de dependencia son evidentes. Muchas personas experimentan ansiedad cuando no tienen acceso a su móvil y sienten la necesidad de revisarlo constantemente. Este fenómeno, conocido como FOMO (fear of missing out o miedo a perderse algo), puede generar un ciclo de dependencia difícil de romper.
Ante estos riesgos, es fundamental promover un uso más consciente y equilibrado del teléfono móvil. Es por esto que debemos seguir una serie de estrategias para poder centrarnos y realizar una desconexión que nos lleve a compaginar el estudio y la vida digital.
Para ello, y como recomendaciones, debemos establecer momentos del día libres de tecnología. Evitar el uso del móvil al menos una hora antes de dormir mejora la calidad del sueño. Además, crear “zonas sin móvil”, como la mesa de comedor o el aula, fomenta interacciones sociales más significativas.
También podemos usar herramientas de gestión de tiempo como las aplicaciones Digital Wellbeing (Android) o Screen Time (iOS), las cuales permiten monitorear el tiempo de pantalla y establecer límites. Reducir la exposición a notificaciones innecesarias también ayuda a disminuir la ansiedad.
Debemos fomentar interacciones cara a cara, siendo clave para mantener un bienestar emocional saludable. Priorizar encuentros presenciales sobre la comunicación digital fortalece las relaciones interpersonales entre nuestro grupo de iguales.
Debemos reconocer las señales del uso problemático del móvil como el primer paso a dar. Si el uso del móvil interfiere con actividades diarias, genera ansiedad o afecta el sueño, es momento de replantear hábitos más saludables en relación con la vida digital.
El teléfono móvil es una herramienta poderosa para la vida del estudiante, pero un uso descontrolado del mismo puede tener consecuencias graves en la salud mental de la comunidad universitaria. No se trata de demonizar la tecnología, sino de aprender a utilizarla de manera responsable, estableciendo límites, fomentando el autocuidado digital y equilibrando el tiempo ante la pantalla con las actividades offline. Estos son pasos esenciales para proteger el bienestar emocional de los estudiantes universitarios.
Como última pregunta clave en la moderación y el desarrollo de una relación saludable con la tecnología es si podemos vivir sin el móvil, si no, cómo podemos convivir con él sin que nos controle.