Caso de autoridad

Una persona reflexiona sobre el “Síndrome del Impostor”, destacado por una nota adhesiva azul en un espacio de trabajo ordenado.

Javier Ruza Miranda
Empresario. Emprendedor. Advisor en startups.

Recursos Humanos

Mira … Te voy a dejar un pequeño grano de arena de un advisor: hoy me gustaría comentarte un tema que desde hace tiempo vengo trabajando y que además puede crear y crea mucha ansiedad en todos los profesionales con más o menos trayectoria profesional a sus espaldas, se trata del “síndrome del impostor”.

Lo primero que hace quien nunca lo ha escuchado es pensar en: voy a buscar qué significa esto. Estamos de suerte, no hace falta, mira, te traigo una buena definición que aparece en Google, ¿ok?: “Fenómeno psicológico por el que la persona cree que no es inteligente, capaz o creativa, a pesar de que las evidencias indican que es hábil, presenta un alto rendimiento y tiene éxito”. Ahora es normal que te pares a buscar algo más de información y que luego continúes con la lectura.

Y por qué traigo esto. Es normal que muchos en esta piel de toro decidan valorar mucho más a las personas que los rodean y, rara vez, aquellas personas suelen ser conscientes de su valor y de lo que aportan, en experiencia, en saber, en conocer un tema muy en profundidad y en ayudar a sus compañeros o clientes o jefes en este asunto. En general todos en alguna ocasión hemos sido así, por lo tanto, todos somos personas que rara vez nos ensalzamos o damos valor a nuestra marca (esto lo trataré un poco más adelante). Entiendo como marca aquello que a diario hacemos, trabajando, con familia, con amigos, en definitiva, siendo las personas que somos y ofreciendo lo que somos a todos de forma altruista, si es familia y amigos, remunerada, si es profesionalmente.

Cuando he tenido la oportunidad de poder hablar con profesionales que están dedicados al desarrollo profesional de directivos en España, todos siempre toman el ejemplo del “síndrome del impostor” para ayudar a sus clientes a tomar esa elevación en sus competencias y asumir que son capaces de llevar a cabo el reto que se les presenta, y que además son muy capaces de tomar las riendas de sus decisiones, y que todo lo que llevan a sus espaldas es un gran reto y deben ser conscientes que el reto lo deben poder manejar, y que controlen la situación en su beneficio.

Una de las características más habituales de las personas que se encuentran poseídas por el síndrome del impostor es que todo el rato están dando y están sumisas, y se ven en una posición de inferioridad frente a sus interlocutores (siempre me estoy refiriendo a la parte profesional o comercial), rebajando notablemente su posición y su presencia y dejando que su profesionalidad pueda verse comprometida, pues no son conscientes de que la parte que se percibe es más importante que la parte que su currículum pueda dar. Por lo tanto, si quieres que los demás te vean como un profesional, tal y como tú te percibes, debes ser consciente de que a veces se debe dejar escapar alguna oportunidad, pues quizás esas empresas o profesionales no perciben como deberían el valor real de la experiencia y el conocimiento que puede cada uno aportar.

Lo que me gustaría comentar, como punto de este párrafo, es que cuando rebajamos y rebajamos (dando más de lo que el cliente o profesional espera), podemos dar la falsa idea de que no somos tan buenos y, por lo tanto, deben buscar a otro mejor, y esto afecta sustancialmente a la perspectiva profesional que damos, originando que no seamos capaces y, por tanto, entramos con el síndrome del impostor, abrumando con más y más a nuestro potencial cliente y provocando que pueda salir disparado.

Permitirme que nuevamente retome el valor de la marca personal de cada uno y cómo se encuentra totalmente relacionado con el síndrome del impostor.

Veréis, relacionado con todo lo comentado anteriormente, si uno da mucho y pide poco, suele transmitir la idea de alta necesidad y, por tanto, no ser muy profesional, y el valor de lo que se da puede percibirse como de escaso valor (cuando a lo mejor es todo lo contrario), por tanto:

  • Si lo que se ofrece, entendemos, es de alto valor y el precio es justo, deberíamos mantenernos en ese criterio y no cambiar y empezar a dar más, pues es síntoma de necesidad y poco profesional, y entramos en la lucha con el resto, dando mucho por poco.
  • Si tenemos la certeza de que podemos dar algún pequeño detalle, que muestre nuestra fortaleza profesional, demostraremos que somos capaces de dar más y, por tanto, capaces de asumir roles con mayor responsabilidad; esto nos llevará al siguiente escalón y desmontaremos internamente nuestra valía.

Todo esto, lo que lleva es a superar nuestra capacidad hasta ese momento y nuestra marca personal se verá ensalzada, y veremos cómo la percepción del resto a nuestro nuevo rol es superior, y nos tratarán como tal.

En definitiva, y como conclusión, en nuestro rol de profesional debemos valorar lo que sabemos y el resto debe ser consciente del valor que tiene lo que ofrecemos, y sobre todo, no dar gratis o rebajar el valor de lo que ofrecemos, pensando que así ganaríamos nuevos clientes, cuando quizás pueda producirse el efecto contrario: los clientes que ya tenemos los podemos llegar a perder y los nuevos no valoren el verdadero valor que tienen los

servicios profesionales que han contratado.