¿Criptomonedas, la siguiente metamorfosis del dinero?

Enrique Cañizares López
Profesor de Macroeconomía y Gestión de Riesgos en el Grupo Educativo CEF.- UDIMA
Economía
No deja de sorprender, al menos para quienes hemos hecho de la economía nuestra profesión, la aparición de ciertos acontecimientos en estas primeras décadas del siglo XXI. Entre ellos destacan los tipos de interés nulos o incluso negativos, la irrupción de las criptomonedas con la pretensión de convertirse en una alternativa al dinero fiduciario -es decir, dinero privado descentralizado frente al dinero soberano controlado por una autoridad central- y, más recientemente, el retorno al proteccionismo arancelario como supuesto mecanismo para alcanzar el crecimiento y el desarrollo económico.
Estos fenómenos económicos plantean profundas contradicciones respecto a los modelos y teorías tradicionales, revelando la dificultad de adaptar los paradigmas académicos a realidades disruptivas como la aparición de las criptomonedas, cuyo verdadero punto de inflexión llegó a finales de octubre de 2008 con el lanzamiento de Bitcoin y su aspiración de convertirse en dinero. Sin embargo, la respuesta a la pregunta de si las criptomonedas que operan mediante un registro descentralizado, conocido como blockchain, representan la forma actual de dinero en la era digital sigue siendo incierta y objeto de intenso debate.
El dinero, concebido como un formidable sistema simbólico y fruto de la creatividad y el descubrimiento mental de la condición humana, no requirió grandes avances tecnológicos para surgir. Su invención permitió realizar una tarea indispensable para el intercambio: valorar, es decir, asignar un valor intangible a objetos o conceptos tangibles. Este proceso intrínsecamente subjetivo, encontró en el dinero un medio para expresar el valor individual en términos monetarios, dando lugar al precio. Así, el dinero facilitó la comparación y el intercambio de bienes y servicios de naturaleza diversa, superando las limitaciones del trueque directo.
La historia de la evolución del dinero se compone de una serie de etapas sucesivas de la acción humana en las que cada una supera las limitaciones de la anterior. Al dinero mercancía -bienes como cereales, sal o aceite usados como medio de intercambio- le siguió el dinero metálico, basado en metales valiosos como el oro, la plata y el bronce. Este nuevo dinero no caducaba, era divisible, fácil de transportar y almacenar, y permitía expresar y calcular precios con mayor facilidad.
La etapa del dinero papel moneda respaldado por metales preciosos surgió en China y llegó a Europa en la segunda mitad del siglo XVII. Estos billetes funcionaban como certificados que garantizaban al portador la propiedad de una cantidad específica de oro o plata depositada en una caja fuerte, disponible para su retiro inmediato. Este sistema facilitó transacciones de alto valor frente al dinero metálico y coexistió con monedas de metal durante siglos. Esta etapa evolucionó hacia el patrón oro clásico, vigente entre 1870 y 1914. Los países establecieron legalmente la convertibilidad de sus billetes en oro a una tasa fija, asegurando su respaldo. Inglaterra lideró su implementación, seguida por otras naciones europeas y Estados Unidos a lo largo del siglo XIX.
El estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 provocó la suspensión del patrón oro, ya que los países financiaron el esfuerzo bélico imprimiendo más dinero del que podían respaldar con oro, dando paso al dinero fiduciario o fíat, sin valor intrínseco. Aunque hubo intentos de restaurar el patrón oro entre guerras, la Gran Depresión llevó a su abandono definitivo en 1933. Tras la Segunda Guerra Mundial, la conferencia de Bretton Woods (1944) instauró el sistema de “patrón cambio oro”, en el que solo el dólar estadounidense era convertible en oro, vigente hasta 1971, que marcó el inicio de la era contemporánea del dinero fíat a nivel mundial.
A lo largo de los siglos XVIII y XIX, varios gobiernos otorgaron a bancos privados el privilegio exclusivo de emitir billetes a cambio de financiar al Estado, lo que dio origen a los primeros bancos centrales privados. El Banco de España, fundado en 1782 como banco privado, funcionó como entidad privada hasta su nacionalización en 1962, que pasó a ser público para evitar conflictos de interés y asegurar el control estatal sobre la política monetaria. En conclusión, la aceptación del dinero depende tanto de la forma que adopta como de la solvencia y credibilidad de su emisor.
Hoy en día, las criptomonedas impulsadas por la tecnología blockchain se perfilan como el dinero del futuro. No obstante, esto supondría regresar a un sistema con múltiples emisores y una oferta monetaria limitada, tal como ocurría en el pasado, y supondría renunciar a la flexibilidad de la política monetaria que actualmente ofrecen los bancos centrales.
Para algunos, las criptomonedas representan una nueva forma de dinero, pero la batalla sobre quién controla y crea dinero ha sido librada durante milenios por emperadores, gobernantes y monarcas contra los pioneros que difundieron las finanzas, pues la importancia del dinero es desmedida, como ya expresó Francisco de Quevedo en su poema Letrilla satírica: ¿Quién hace de piedras pan, sin ser el Dios Verdadero? El Dinero.