Dato mata relato. Es hora de la economía

Mano depositando un papel en una urna de votación sobre un fondo azul con estrellas amarillas, simbolizando las elecciones en la Unión Europea en 2024

Javier de la Nava
Profesor de Macroeconomía y Gestión de Riesgos en el Grupo Educativo CEF.- UDIMA

Economía

“La vida es aquello que pasa a tu alrededor mientras estás ocupado haciendo planes”

John Lennon

Los 360 millones de ciudadanos europeos convocados a las urnas asistimos a una campaña desarrollada con amenazas de manipulación y desin­formación que perseguían desincen­tivar la participación y provocar dudas sobre la transparencia y limpieza de los comicios. Por fortuna no lo lograron.

Como en toda confrontación electoral, cada coalición ha interpretado los resultados de acuerdo con sus intereses y expectativas de futuro, tal vez sin tener en cuenta que toda realidad no asumida prepara su venganza. Con independencia de los porcentajes obtenidos, parece evidente que se ha producido una desconexión de la clase política con la ciudadanía. El “ya está bien” de la actual derecha extremada recuerda al “no nos representan” vivido hace unos años.

Una sensata interpretación de los datos nos lleva a concluir que nos encontramos ante el mejor sistema político de la historia, pero mal gestionado. Es precisa una renovación interna en las fuerzas políticas con el objetivo de conectar más con la realidad y destrozar los muros levantados por haber mirado hacia otro lado. La Unión Europea no puede ser una “torre de marfil” desconectada de lo social y carente de respuestas a problemas concretos. La cultura del pacto, cimiento europeísta, debe reforzarse y evitar el desmantelamiento del edificio.

Todos los focos se han de proyectar hacia la Economía con el objetivo de mantener alejada una recesión que hace pocos meses se cernía sobre el Viejo Continente y consolidar una senda de crecimiento, tras la cadena de las crisis sufridas en el último decenio: Brexit, pandemia e inflación.

El nuevo parlamento surgido de las urnas configurará una nueva comisión fruto de los acuerdos entre las fuerzas representadas. En el ámbito económico los máximos responsables de la Unión deberán centrarse en una nueva estrategia industrial. Más que nunca es preciso introducir modificaciones en el modelo hasta ahora vigente. La energía barata, base de una producción de bajo coste y alto valor añadido orientada a la exportación, ya no existe. La guerra en Ucrania y las tensiones comerciales, con desabastecimientos más o menos tendenciosos, implican la necesidad de cambiar anteriores esquemas para consolidar el mercado único. Los últimos datos reflejan un descenso de los intercambios comerciales internos en el espacio comunitario. La segunda línea de actuación, de acuerdo con los analistas, se centra en mejorar la productividad europea frente a los Estados Unidos y resolver las debilidades estructurales.

Frente al socio norteamericano llevamos varios ejercicios de evidente desacople que va más allá del ámbito geopolítico. El resultado de la elección presidencial a celebrar el próximo otoño al otro lado del Atlántico tendrá capital importancia en los importantes acontecimientos bélicos que en la actualidad vive el planeta: Ucrania y Gaza. En ambos casos, con repercusiones en Europa, que ha tomado iniciativas militares para sostener al país presidido por Zelenski frente al régimen ruso. En Oriente Medio, no consigue materializar sus intentos de pacificación.

En política monetaria, la sensación es que el Banco Central Europeo va a remolque de las decisiones sobre tipos de interés tomadas por la Reserva Federal. Uno y otro permanecen atentos y expectantes sobre el comportamiento de los precios, más controlados en la eurozona. La institución encabezada por Christine Lagarde ha cumplido su palabra de reducir los tipos de interés en junio, justo dos días antes de las elecciones. Siempre con la intención de contener precios, en los próximos meses volverán a confrontarse tesis de partidarios de más dura política monetaria, con tesis más suaves que aceleren el crecimiento económico.

Un último punto se centrará en la consolidación y reorientación fiscal. La pandemia de la covid en 2020 fue posiblemente la de mayor impacto económico en la Unión desde su creación, de la que se defendió mediante un ingente endeudamiento conjunto, empujado por una firme voluntad política. El déficit público, poco a poco, retorna a niveles manejables, aunque se aprecian divergencias entre países respecto a trayectorias de la deuda. Los recientes recortes de los rating de Francia e Italia haría divergir los ratios de deuda de estos países con Alemania y España, cuyos saldos primarios presentan mejor situación. Al no recomprar el Banco Central Europeo las deudas públicas nacionales, resulta conveniente realizar progresivos ajustes con la mirada puesta en 2026, ejercicio previsto para que terminen los fondos europeos. Ahora bien, dado que los mismos se desembolsan con retraso, pudiera alargarse el periodo previsto.

Los resultados electorales prevén mayor perfil político frente al técnico hasta ahora preponderante. Los retos siguen presentes: transiciones ecológica y tecnológica, con demografía a la baja, y consolidar una mayor competitividad industrial de la mano de una fortalecida industria de defensa. Todo ello con la finalidad imperiosa de crecer y crear empleo.