Doce recomendaciones para el opositor que sueñe con una cerilla y un bidón de gasolina
José Joaquín Jiménez Vacas
Preparación de la oposición a Técnico Superior de la Administración Central en el CEF.
Miembro de la ACEF.
Lo bueno que tiene el invierno en Madrid es la excusa perfecta que ofrece el frío para sentarse en algún café del centro con un buen amigo a charlar. Mi amigo, taza de chocolate Valor en mano, me contaba en confidencia aquella tarde, entre otras batallas más que propias de nuestra todavía juventud que, en sus lecturas, se sorprendió enterándose de que el primer método conocido semejante al de las oposiciones data –nada menos- que del siglo I (DC), en China. Por lo visto en aquella época, una vez se establecían las pruebas a superar, se presentaban a ellas miles de candidatos, resultando los exámenes de extrema dureza y celebrándose en sesiones interminables que en ocasiones se extendían durante varios días, no pudiendo los candidatos abandonar el lugar de examen siquiera para ir un momento al lavabo. A lo anterior repliqué -tengo que admitirlo, por no hacer de menos a mi país- que aquí fue Marañón quien se refirió a las oposiciones como el más sangriento espectáculo nacional después de los toros.
Lo cierto es que, según parece, hoy también las cosas se presentan nada fáciles a tantos y esforzados aspirantes a servidor público. La dura y creciente competencia y los largos tiempos de espera entre exámenes se hacen arduos compañeros de camino. Además, si aún lo anterior pareciera poco, el disperso ritmo social amenaza con aislar y desterrar de un modo definitivo la inevitable vida monacal del opositor, haciéndole pensar a éste -ya de una manera seria y resignada- que a pesar de la redacción dada al artículo 32 del Código Civil, su etapa como opositor se convertirá en lo más parecido a la extinción de su personalidad civil o, al menos, a la suspensión de la misma, como escribe en red Calabrús de los Ríos.
Es por eso que conviene hacer un llamamiento de ánimo a toda persona que hoy se encuentre opositando o tenga pensado acometer esta arriesgada pero -a la postre- agradecida empresa. Un llamamiento a la concentración, a no decaer en su ilusión, a no abandonar. La falta, presuntamente transitoria, de oferta y convocatoria de empleo público, común a todas nuestras Administraciones -y no son éstas escasas- debe contrarrestarse con, aún más si cabe, dedicación y entusiasmo.
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Desde aquí, modestamente, quiero aconsejar con provecho, a los que lo necesiten, lo acepten, y tengan a bien leer mis palabras; apoyándome en lo que me enseñaron durante tantos años de estudio mis preparadores, y atreviéndome a escribir, con su permiso, estas doce recomendaciones dirigidas a ese opositor que, día a día, sueña con una cerilla y un bidón de gasolina.
Comienzo citando a San Isidoro de Sevilla; “estudiad como si fuerais a vivir siempre; vivid como si fuerais a morir mañana”. La primera recomendación, pues, carece de secreto alguno; "estudia todo lo que puedas". Y puedes. El saber no ocupa lugar. Un cerebro humano corriente, contiene cien billones de células nerviosas. Esto significa, en palabras de Carl Sagan, que tenemos la nada inestimable capacidad de almacenar en nuestra mente información equivalente a la de diez billones de páginas de enciclopedia. Concluyamos pues que el temario de tu oposición también cabe.
La segunda; "ten constancia en tu estudio, dedícale tiempo". Adopta un ritmo adecuado al nivel de exigencia de tu oposición, que tus posibilidades te permitan mantener. Estudia seis días por semana, y descansa uno, siempre el mismo. Dijo Giuseppe Manzini, que la constancia es el complemento indispensable de todas las demás virtudes humanas y, no hay que engañarse, el que oposita disputa una dura y nada descafeinada carrera de fondo en la que hacen falta horas de esfuerzo cada día: un esfuerzo calmado pero constante, que debe resistir la prueba del tiempo. Recuerda que más sabe el opositor por viejo que por opositor.
La tercera, la más laboriosa; "entiende todo lo que estudies". Y si no lo entiendes, pregunta. No te quedes nunca con duda alguna en estructura o contenido de ningún tema. No estudies de memoria viva, la memoria no es buena aliada. Forma ideas claras, y sé capaz de relacionar conceptos. No conviene convertirse -en esencia- en aquel "joven opositor a fiscalías y registros que devoraba la Gaceta sin dejar una subasta. Alcubilla en un tomo, sabía de memoria cuanto se ha hecho, deshecho, arreglado y vuelto a destrozar en nuestra Administración Pública", por citar a Alas "Clarín", entre párrafos de La Regenta.
La falta, presuntamente transitoria, de oferta y convocatoria de empleo público, común a todas nuestras Administraciones -y no son éstas escasas- debe contrarrestarse con, aún más si cabe, dedicación y entusiasmo
La cuarta; "sé práctico". Porque las oposiciones no las ganan los sabios, sino los despabilados. Aprende a opositar. Hazte un experto. Averigua muy bien qué es lo que el Tribunal va a querer de ti en cada ejercicio, y aprende a hacerlo.
La quinta, esencial; "prepara todo el temario, y repásalo constantemente". Hay que estudiarse bien los temas que gusten, y mejor los temas no gusten. Si controlas el temario, el factor suerte se minimiza y, como no, tus nervios en el momento clave, también. Además, no te quepa duda, ese tema que no te estudias, cae.
La sexta; "prepara por igual todos los ejercicios". El ejercicio más importante es siempre el siguiente en el tiempo y, a priori, el primero, porque -por ser habitualmente eliminatorios- el que no aprueba el primero no pasa al segundo; y el que no aprueba el segundo, no pasa al tercero. Cuántos expertos en el canto de temas quedan sistemáticamente apeados del proceso de selección por no dedicar suficiente tiempo a prepararse para los exámenes previos.
La séptima, la más ardua; "usa un buen método de vida y estudio". El orden y el ritmo son la esencia. Orden en el horario, orden físico y mental, sin dejar de hacer vida normal, aunque enfocada plenamente al éxito en la oposición. Levantarse a idéntica hora cada día y dormir las ocho horas reglamentarias. Se suele distinguir entre opositores "alondras" que estudian por el día, y opositores "búhos" que estudian de noche. No dejar de comer, lavarse, maquillarse, o afeitarse. Atender con el entusiasmo que merece, pero con medida, a la novia/novio, y a los amigos. Un poco de deporte al día. Ponerse y terminar de estudiar siempre a igual hora. Estos consejos ayudarán a que mente y cuerpo se acostumbren a una disciplina de opositor y adopten una especie de ritmo cíclico y reflejo que no los agote enseguida.
En el estudio, fijarse objetivos periódicos -ración de temas semanales- y llevar en un cuaderno una buena contabilidad de su consecución, con efectos de consolidar también un ritmo a largo plazo que permita programarse de cara a los grandes objetivos de la oposición, es decir, los de aprobar cada uno de los ejercicios que a ésta conforman. Recuerda bien, una oposición se gana por etapas, y no importa tanto la velocidad inicial sino el ritmo sostenido.
La octava; "usa poco material pero muy bueno, actualízate con medida, y personaliza tu temario". Pocos libros pero buenos. Más vale estudiar un libro diez veces que diez libros una vez. Asimismo, es esencial no pretender hacer una tesis doctoral de cada tema y sí, sin embargo, personalizar el temario con propias palabras y estructuras. Siempre es más sencillo comprender y aprehender (escrito con "h") un texto que uno mismo ha redactado y estructurado.
La novena; "no escatimes en textos legales". Colecciona códigos, y mucho mejor si tienen un completo índice analítico que te permita encadenar la regulación. Léelos, subráyalos y anótalos. Son tu herramienta de opositor. Especialmente en oposiciones jurídicas, es esencial controlar su manejo. Desde que empieces tu oposición, recuerda; Dios es el Legislador en Cortes, y Marcial Pons es su Profeta.
La décima; "aprende a comunicar". Al Tribunal se le conquista no solo con conocimientos, también con la puesta en escena y con la manera de exponer aquellos. Se le convence exteriorizando con seguridad, humildad y austeridad -mediante la presencia, la escritura y la voz- lo que se sabe.
La undécima; "no decaigas ante las eventuales bajadas de ánimo". Tómate tres o cuatro días para ti de vez en cuando, pero sin abusar, y solo cuando lo necesites; no olvides que las oposiciones las ganan los opositores cansados.
La duodécima; "no te autoevalúes y confía en tu preparador". Un buen preparador, es el que se hace responsable de la formación de sus opositores, se encarga de asesorarles en cada cuestión relacionada con la oposición; les aporta sus conocimientos y técnicas para la superación de cada ejercicio, y les facilita su apoyo durante la preparación. Por eso, establece con tu preparador una sólida complicidad. Él está a tu servicio, al servicio de tus necesidades como opositor. Ni es tu profesor, ni te va a aprobar o a suspender. Es tu orientador, tu entrenador personal. Te ayudará con su experiencia a convencer a ese Tribunal, al que sí corresponde evaluarte. Pero, nunca lo olvides, las oposiciones las ganan los opositores. A la arena de los ejercicios vas a saltar tú solo.
Por último, sé humilde ante la oposición y sé un buen compañero. Tu enemigo no es el otro opositor sino los temas. No dejes de presentarte a un ejercicio por entender -en tu parecer- no estar lo suficientemente preparado para aprobarlo: que sea el Tribunal quien decida sobre este aspecto. Los que evitan el fracaso también evitan el éxito; y la aceptación de la posibilidad de fracaso es también el primer paso para ese éxito. Para saber opositar hay también que estar dispuesto a suspender en un momento dado. Es al perder un duelo y levantarse cuando el opositor demuestra serlo; y quien no está dispuesto a caer demuestra -con ello- no ser digno de trabajar al servicio de los ciudadanos en las Administraciones Públicas.