Empezando en la competición

MOTOR

Maximino González Barfaluy
Miembro de la ACEF.- UDIMA

Empezando en la competición

En estas líneas quiero contaros cómo ha sido el primer paso en el cumplimiento de un sueño de toda la vida. Iniciarme en el mundo de la competición, aunque de forma amateur.

Quizás alguno de vosotros ya lo haya cumplido hace tiempo o incluso compita habitualmente en alguna de las infinitas modalidades que hay. En mi caso, dificultades económicas han impedido que llegara antes este momento, logrado gracias al consenso y apoyo familiar y a más de un año de preparación.

Lo primero es tener claro en qué queremos participar. Lógicamente en una categoría de iniciación, elegir tierra o asfalto, velocidad o regularidad, circuito o pista abierta y por supuesto si dos o cuatro ruedas.

Yo elegí cuatro ruedas, tierra, pista abierta y regularidad, lo cual vino marcado en parte por la ventaja de disponer ya de una base al tener un 4x4 desde hace tiempo. Desde niño me ha apasionado el Dakar, por su concepto de aventura, así que tocó buscar una competición adecuada. Por fortuna, hace algunos años se creó la Maroc Challenge, que se adaptaba a mi búsqueda. Navegación en el desierto, categorías diferenciadas por experiencia y por tipo de vehículo y muy buena organización a unos precios contenidos.

Entonces empieza el  verdadero trabajo. Puesta a punto, repuestos, modificaciones, pruebas y decidir qué dejar y qué descartar. Horas y horas de trabajo, aprender de mecánica y rebuscar en los bolsillos para sacar los euros necesarios. Esto no hubiera sido posible sin nuestros amigos de MAS4X4 (gracias Alfonso) y de TTM (Talleres Tomás Moreno), así como del incombustible Isaac, nuestro wiki-car particular con el que preparamos ambos vehículos del equipo.

Tras reforzar suspensiones, colocar una toma de aire elevada o snorkel, faros de largo alcance, foco de trabajo trasero, llantas desplazadas, neumáticos, asientos, volante, sistema eléctrico para alimentar navegadores y tablet, extintores, estriberas e incluso instalar un compresor de aire para variar las presiones de los neumáticos según la vía y otras modificaciones, llegaba el turno de la carga.

Al ser una competición aventura de regularidad, hay que ser lo más autónomo posible. Los equipos más grandes o con más presupuesto, se permiten alojamientos, coches de apoyo y pasar por el taller cada día. En nuestro caso, eso se resumía a una tienda de campaña, sacos de dormir, herramientas, repuestos, comida de emergencia, material de rescate y una serie de elementos que aumentan notablemente el peso del vehículo, con el cambio en su dinámica que conlleva.

Yo elegí cuatro ruedas, tierra, pista abierta y regularidad

Colocar y anclar todo para no perderlo en el primer vuelo fue un quebradero de cabeza por el poco espacio en nuestro Suzuki Samurái. Mi copiloto David y yo, conseguimos sacar hueco y cargar material solidario para los niños de la zona, compuesto por material escolar, y así implicarnos también en la faceta solidaria del raid.

Ya estaban todas las cartas echadas, y los nervios a flor de piel; solo restaba confiar en un trabajo bien hecho durante tantos fines de semana. Que David confiara en mis manos y yo en su navegación. El sufrimiento posterior de estar durante horas metido en el vehículo con un calor sofocante, llenos de polvo y con la tensión por las nubes, se tornaba en una sonrisa al ver que todo aquello era la recompensa por el trabajo anterior y que funcionaba incluso contra equipos superiores.

Finalmente un 5º puesto no llegó a saber a poco y aún avivó más nuestro espíritu de competición.

Desde aquí os animo a los amantes del motor a buscar y conseguir al menos una vez participar en algo así. No quiero olvidar mi agradecimiento especial a David Pérez, mi copiloto, compañero y amigo por su paciencia, ilusión y apoyo tanto en los 10 días de viaje como en la preparación. 

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