¿Energía nuclear? Europa dice no, China dice sí
Nervis Villalobos
Director Técnico y de Operaciones de Enersia Technology & Innovation
Guijunpeng. 123rf
El recién presentado Informe de BP sobre los mercados energéticos en 2016 apunta a que la energía nuclear creció a lo largo del año pasado en un 1,3%, una cifra nada desdeñable de primeras. Sobre todo a la luz de que la demanda energética tan solo se ha incrementado en un 0,9% en términos globales. Pero la perspectiva cambia cuando BP nos dice que el responsable de este crecimiento es básicamente China, cuyas voraces necesidades energéticas están trastocando los mercados de todas las energías primarias. La República asiática lidera todos los ránquines relacionados con energía, el de consumo, el de desarrollo de energías renovables, el de mejora de eficiencia y también el de levantamiento de nuevas centrales nucleares. Según datos de 2016 de la World Nuclear Association, un 65,6% del total de centrales que están actualmente en construcción se sitúan en este país que pretende duplicar o incluso triplicar su capacidad de generación vía nuclear en apenas 5 años. De los 21,4 gigavatios/año de la actualidad a los 58 que se prevén para 2020. La energía nuclear vive una edad de oro en China mientras que languidece o permanece estable en buena parte del mundo. Las estadísticas ofrecidas anualmente por BP muestran que la presencia nuclear perdió peso específico en Europa a lo largo de 2015, con descensos especialmente acusados en Suecia, con una caída de 12.6% y Bélgica (22.6%). Dentro del marco europeo, el peso de esta tecnología cayó en 2015 en un 2,2% y un 2,4% en 2016. Los descensos acusados en algunos países sumados al decrecimiento anual medio apuntan a cambio claro de tendencia.
China se ha marcado un ambicioso objetivo de aquí a 2030, conseguir un 20% de energías limpias a través de la fotovoltaica, eólica y, como no, la nuclear
A qué responde esta diferencia tan acusada entre unos y otros. Por qué la nuclear genera tempestades en Europa mientras que goza de prestigio en China. La respuesta parece estar en la calidad de las aguas y los cielos chinos. El país lleva 30 años creciendo frenéticamente, con una descomunal población y un importante desgaste de los recursos naturales, así que ahora las alertas rojas por contaminación se disparan constantemente en las grandes ciudades. El problema tiene tal calado que ha obligado al ejecutivo a replantearse muy seriamente el cóctel energético del país. El Gobierno ha llegado a la conclusión de que las necesidades energéticas chinas no pueden seguir dependiendo en exclusiva de los combustibles fósiles, y aún menos del muy contaminante carbón. La presencia de este en la matriz energética de la República alcanza un abrumador 67% del total, absorbiendo casi la mitad de la demanda mundial de coal. Así que la amenaza de morir por culpa de la contaminación en China es mucho más real y tangible que una potencial alarma nuclear. Ante la duda entre nuclear y carbón, nosotros también nos quedaríamos con la primera.
La amenaza de morir por culpa de la contaminación en China es mucho más real y tangible que una potencial alarma nuclear
Los esfuerzos del gigante para aumentar la eficiencia y potenciar las energías renovables están teniendo un éxito indudable pero no son suficientes para suplantar a los hidrocarburos en una economía tan grande y dinámica. Una pastilla de poco más de un centímetro de altura de combustible atómico genera tanta energía como 810 kilos de carbón, 565 litros de petróleo o 480 metros cúbicos de gas natural. Una tonelada de material nuclear produce por tanto más energía que un millón de barriles de petróleo o un millón de toneladas de carbón. Una auténtica bendición para su deteriorado ecosistema urbano. China se ha marcado un ambicioso objetivo de aquí a 2030, conseguir un 20% de energías limpias a través de la fotovoltaica, eólica y, como no, la nuclear, lo que representa una meta nada fácil de conseguir pero aún realista. Y es que está avalada por un presupuesto billonario, el más abultado del mundo para 2016. Con ello aspira a crear un sistema más sostenible y a reducir un grave problema para la salud pública. Pero también persigue algo más, consolidarse como líder mundial en las nuevas energías y en la lucha contra el cambio climático. Un trono que EEUU le ha puesto en bandeja con su torpe salida del Acuerdo de París.
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